Los l¨ªmites de la raz¨®n
No hab¨¦is pensado alguna vez que estamos siendo presa de nuestras palabras, que la realidad es m¨¢s amplia que el mundo que hemos creado con ellas y que, como en Dark City, el para¨ªso que anhelamos no es finalmente m¨¢s que un cartel de propaganda pegado al muro que nos separa del vac¨ªo estelar?
Entre las frases que me acompa?aron desde muy joven, hay una de Wittgenstein que dice lo siguiente (cito de memoria): creemos ver el mundo, pero lo que vemos no es sino el marco de la ventana por la que lo miramos. La gran cuesti¨®n de la filosof¨ªa occidental, la que ha dividido a unos y otros, est¨¢ resumida en aquella frase. Empirismo versus idealismo; o las cosas existen y la mente es apta para conocerlas tal cual son, o lo que existe es la conciencia (sus ideas: sus "visiones") y el mundo es su representaci¨®n. Entre ambos extremos, todas las variantes posibles. Pero hasta el positivismo l¨®gico no se centraron los fil¨®sofos en la estructura del lenguaje. A Wittgenstein, pr¨®ximo en su juventud al C¨ªrculo de Viena, no le bast¨® analizar su estructura l¨®gica; fue un poco m¨¢s lejos: "Los l¨ªmites de mi lenguaje significan los l¨ªmites de mi mundo", escrib¨ªa en su Tractatus (5.6), y "yo soy mi mundo" (5.63), por lo que "yo" no es otra cosa que mi lenguaje.
Wittgenstein
Volumen I y II.
Estudio introductorio de Isidoro Reguera.
Gredos. Biblioteca de Grandes Pensadores.
Madrid. 2009.
984 y 944 p¨¢ginas. 59 euros cada uno.
Patanjali. Spinoza
?scar Pujol / Atilano Dom¨ªnguez.
Pre-Textos Indika.
Valencia, 2009.
228 p¨¢ginas. 15 euros.
Contra el arte y otras imposturas. Rasa: el placer est¨¦tico en la tradici¨®n india. Diarios indios.
Chantal Maillard.
Pre-Textos, 2009.
Ola?eta, 2006.
Pre-Textos, 2005.
Creemos ver el mundo, pero lo que vemos no es sino el marco de la ventana por la que lo miramos, afirma Wittgenstein
Pegada a la puerta de mi armario, a la frase de Wittgenstein pronto vino a hacerle compa?¨ªa otra, que proven¨ªa de una tradici¨®n muy distinta y que afirmaba (dicho mal y pronto) que el mundo (samsara) no se diferencia del vac¨ªo (nirvana) ni el vac¨ªo se diferencia del mundo. Con ello, Nagarjuna le daba otra vuelta de tuerca al ya de por s¨ª fin¨ªsimo an¨¢lisis de la mente llevado a cabo por el budismo mahayana. Ven¨ªa a decir, con ello, simplificando mucho, que entre pensar el mundo fenom¨¦nico y pensar el logro de la calma mental no hay diferencia si ambas cosas son pensamientos. En efecto, si lo que se pretende (y en esto todos los sistemas indios, ortodoxos tanto como heterodoxos, estaban de acuerdo) es alcanzar un estado de conciencia que trascienda la dualidad, nombrarlo no es el camino adecuado.
El error fundamental del ser humano, para la gran mayor¨ªa de los sistemas indios, es su identificaci¨®n con los procesos mentales. As¨ª es tambi¨¦n para Wittgenstein, y es por lo que me gusta aventurar este intempestivo paralelismo. Entre los respectivos sistemas de proposiciones que conforman las Investigaciones filos¨®ficas de Wittgenstein y los Yogasutras de Patanjali media una distancia cultural y geogr¨¢fica que los convierte en universos aparentemente inconmensurables; no obstante, son dos m¨¦todos de aproximaci¨®n al conocimiento de la mente que desvelan tanto la capacidad de la conciencia para descubrir su funcionamiento como sus l¨ªmites. Ambos proponen un trabajo arduo de observaci¨®n y de desidentificaci¨®n de la conciencia para con los procesos de pensamiento. Mientras los Yogasutras se presentan como gu¨ªa hacia la detenci¨®n del proceso mental (descripci¨®n de obst¨¢culos, alteraciones mentales y modo de eliminarlos), Wittgenstein se preocupa de desestructurar las viejas creencias y mostrar que no hay salida, ning¨²n metalenguaje desde el que considerar los juegos de lenguaje. ?Fue, el ¨²ltimo fil¨®sofo, m¨¢s oriental que sus coet¨¢neos?
No estoy hablando de un tema que le competa s¨®lo a la filosof¨ªa. Nos concierne a todos. Nuestro mundo: nuestro lenguaje. Presos en el logos. Sus l¨ªmites, los del pensar, infranqueables. Moverse en el filo tiene un precio: el v¨¦rtigo. Y una recompensa: descubrir la farsa, la ilusi¨®n, tan s¨®lo para volver a internarse, m¨¢s l¨²cidos (des-ilusionados), aunque quiz¨¢ m¨¢s tristes. El logro: re¨ªrse.
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