El chiquiparque electr¨®nico
Parad¨®jicamente, justo ahora cuando decae el movimiento de m¨²sica electr¨®nica que marc¨® el fin de siglo, empiezan a aparecer las primeras reflexiones escritas de sus propios creadores. Los detractores de la m¨²sica de las m¨¢quinas y de los pastiches repetitivos de bucles y samplers de los DJ podr¨¢n tener raz¨®n cuando sostienen que un ambiente tan prometedor como el del house, las raves y la cultura DJ se ha quedado limitado, finalmente, a la misma pista, el mismo comp¨¢s, d¨ªa tras d¨ªa, noche tras noche. Pero resulta muy interesante a ese respecto leer el libro del pinchadiscos Paul Miller (m¨¢s conocido como DJ Spooky, o That Subliminal Kid) escrito durante 2004, cuando la ola electr¨®nica hab¨ªa alcanzado su m¨¢xima rompiente y se deslizaba ya mansamente hacia la actual playa. En esos textos, publicados en Espa?a como La ciencia del ritmo por Alpha Decay, Miller se enfrenta entusiasta, sin complejos y sin temor a las conclusiones desagradables, a aquellas preguntas eternas que se han planteado todas las artes. Aplic¨¢rselas al juvenil espacio de recreo electr¨®nico de los ¨²ltimos a?os es, cuando la hace uno de sus trabajadores, bastante revelador.
La ciencia del ritmo
Paul Miller.
Pr¨®logo de Aleix Verg¨¦s.
Traducci¨®n de Gabriel Dols. Alpha Decay.
Barcelona. 100 p¨¢ginas. 25,50 euros.
Miller no es propiamente un escritor, sino b¨¢sicamente un lector, un lector de gran inquietud. El empacho de terminolog¨ªa filos¨®fica a la ¨²ltima, no acabada de digerir del todo, marca su prosa. Aparece el inevitable Baudrillard, cuando no nos cansaremos de repetir que el verdaderamente jugoso es el menos espectacular Lyotard. Pero los pone bastante bien en relaci¨®n con las principales problem¨¢ticas y evidencias que ha provocado crear m¨²sica r¨ªtmica con ordenadores. El intento de aplicar todas las propuestas ¨²ltimas de la filosof¨ªa para analizar las maneras de crear de los DJ no es tonter¨ªa ni hay que despreciarlo. La inteligencia es, al fin y al cabo, detectar regularidades, poner en contacto cosas que aparentemente no parecen estar en contacto entre s¨ª. Detectar regularidades en los fen¨®menos de la naturaleza fue el m¨¦todo base sobre el que se asent¨® todo el conocimiento humano.
Cierta ingenuidad de tono pone r¨¢pidamente en evidencia que el inter¨¦s filos¨®fico que lat¨ªa y se buscaba detr¨¢s de la m¨²sica electr¨®nica ten¨ªa su punto flaco en un conocimiento muy endeble de los cl¨¢sicos y que, por consiguiente, lanzarse a venerar situacionistas sin tener muy claros a Kant y Hegel acaba siendo siempre ejercicio arriesgado. Se cree que se descubren cosas que, en realidad, ya fueron dichas cuando a¨²n no se hab¨ªa inventado el frigor¨ªfico. Ese voluntarismo optimista y fascinado nos recuerda un poco, a los que tenemos ya cierta edad, aquella candidez hippy que se estrell¨® contra la realidad en los setenta y de la que la m¨²sica house siempre andaba un poco aromatizada. Los momentos m¨¢s agudos, por contra, vienen cuando Miller pone en relaci¨®n su trabajo y su forma de vida con las ¨²ltimas reflexiones abstractas de la ciencia o la f¨ªsica. Ah¨ª aparecen las mejores perlas que justifican el que sea recomendable la lectura de este libro para cualquier tipo de m¨²sicos y aficionados. Son frases, por fin, certera y gloriosamente solidificadas como: "Grabar la voz plantea un riesgo ontol¨®gico". O, por ponernos menos sesudos: "El hogar est¨¢ donde est¨¢ tu tel¨¦fono m¨®vil". En esto ¨²ltimo, creo que convendremos todos que hay que darle inevitablemente la raz¨®n.
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