Los Smiths, Paseo de Camoens, Madrid, 1985. ?Sucedi¨®?
Soy el animal m¨¢s lento del mundo, me lleva al menos treinta a?os entender algo, pero creo que estuve all¨ª.
?Estuve de verdad? Ahora pienso que s¨ª, antes no lo sab¨ªa.
No hay nada m¨¢s raro que so?ar hacia atr¨¢s y adem¨¢s deber¨ªa estar prohibido, pero ya que no lo est¨¢, sue?o, a veces para adelante, y demasiadas veces para atr¨¢s. No soy qui¨¦n, en cualquier caso, para decidir mis sue?os, ni la intensidad, o la impertinencia, de mis recuerdos.
Lo que se ha perdido aparece cuando menos te lo esperas y aparece libremente y atendiendo s¨®lo a sus propias razones.
Cuesta una vida atrapar con las dos manos una primera impresi¨®n.
Recuerdo ahora, por ejemplo, al gran Rogelio, mi viejo amigo holand¨¦s, el ¨²nico que de verdad quer¨ªa ir a ver a los Smiths, los dem¨¢s ¨¦ramos tan bobos que ten¨ªamos otros planes, planes con faldas supongo, pero Rogelio insist¨ªa y terminamos por escucharle, gracias a Dios. Y as¨ª fue, gracias a Rogelio el holand¨¦s, como llegamos a rega?adientes al paseo de Camoens, en el madrile?o parque del Oeste, pero no est¨¢bamos solos, ni mucho menos, hab¨ªa all¨ª medio mill¨®n de personas, que se dice pronto. No es que los contase uno a uno, claro est¨¢, es que parec¨ªa que hab¨ªa medio mill¨®n, y si lo parec¨ªa entonces, a qu¨¦ dudarlo ahora.
"Esa noche de mayo, ahora que por fin me acuerdo bien, fue real a pesar de todo"
Dicen que ese d¨ªa termin¨® la famosa, denostada, reivindicada, y otra vez denostada movida; puede que sea cierto, pero no lo es menos que ese d¨ªa tambi¨¦n empez¨® otra cosa. Al menos para algunos de nosotros.
Fue una noche calurosa de Mayo, no sofocante como son las noches de verano en Madrid, sino como esas primeras noches dulces del final de la primavera. Yo llevaba una cazadora de pl¨¢stico de esas que se estilaban en los ochenta, hab¨ªa sido antes de mi hermano mayor y por eso la recuerdo.
Creo que Morrissey llevaba una larga camisa color fresa o naranja o roja, no s¨¦, la verdad es que me cuesta precisar, pero ten¨ªa una flor en la mano, de eso estoy seguro. Tal vez una amapola. Casi todo es confuso, y sin embargo real, a la hora de reconstruir el rompecabezas de la euforia.
La juventud juega estas malas o buenas pasadas.
Cuando Morrissey empez¨® a cantar Heaven knows I'm miserable now, nos olvidamos los unos de los otros, nos mezclamos entre la gente, nos perdimos, y a d¨ªa de hoy me parece que nunca volvimos a encontrarnos de nuevo. Ni siquiera volv¨ª a ver al bueno de Rogelio, ese holand¨¦s entusiasta que me arrastr¨® hasta all¨ª. Tampoco se lo agradec¨ª entonces y aprovecho esta nueva oportunidad para hacerlo.
Es curioso, pero en aquel tiempo no era consciente de estar ya construyendo lo que iba a ser, y ahora que lo s¨¦, ya es tarde. Tampoco es algo tan formidable, supongo que nos pasa a todos y a todas. La vida adulta sigue jugando toda clase de buenas y malas pasadas, y estos d¨ªas de hoy son la construcci¨®n de otro futuro al que inevitablemente llegaremos tarde. Y as¨ª una y otra vez.
No s¨¦ decir por qu¨¦ vuelve esa noche a la memoria despu¨¦s de tanto tiempo, habiendo como hay asuntos m¨¢s urgentes, tal vez sea tambi¨¦n importante ordenar de cuando en cuando el pasado. O tal vez la impertinencia del presente nos obligue en ocasiones a buscar refugio.
Ahora mismo, en este instante, al o¨ªr a los Smiths en un bar, por casualidad, todo regresa atropelladamente y me digo: esta es mi vida, o al menos una parte, y hasta hoy no me hab¨ªa dado ni cuenta.
Qui¨¦n no ha pensado alguna vez que es tonto y que ha olvidado precisamente lo esencial. En fin, nunca es tarde si la dicha es buena.
Creo que s¨ª sucedi¨®, y creo que yo estaba all¨ª, y si no estaba, si lo invent¨¦ (aunque s¨¦ que no lo hice), poco importa. En cualquier caso, si no nos creen ahora, no nos creer¨¢n nunca.
Esto no lo he dicho yo, que m¨¢s quisiera; esto lo dijo Morrissey con su camisa larga color fresa esa noche de mayo en el paseo de Camoens que, ahora que por fin me acuerdo bien, fue real a pesar de todo.
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