G-20: ?vamos o venimos?
Durante la segunda parte de semana se celebrar¨¢ en Toronto (Canad¨¢) la cuarta cumbre del G-20 desde que se inici¨® la crisis econ¨®mica (las anteriores fueron en Washington, Londres y Pittsburgh). Las condiciones son distintas pues desde la ¨²ltima, el mundo, como media, ha pasado de la recesi¨®n al estancamiento o a una coyuntura de leve crecimiento, y las principales tensiones se han desplazado al coraz¨®n de la vieja Europa, con dificultades en los mercados de deuda soberana y de su sistema financiero.
La de Toronto quiz¨¢ sea la ocasi¨®n definitiva para que los l¨ªderes de las principales potencias demuestren a los ciudadanos que el G-20 es esa organizaci¨®n efectiva que puede poner de acuerdo a los pa¨ªses para que combatan los sufrimientos que la crisis est¨¢ generando en materias como el desempleo, el empobrecimiento y la disminuci¨®n de la renta disponible de tanta gente. Si de ella se sale de nuevo con formulaciones ret¨®ricas, sin medidas concretas de regulaci¨®n y sin calendarios firmes, la desafecci¨®n ciudadana no conceder¨¢ otra oportunidad.
?ltima oportunidad para convencer de que las instituciones de la globalizaci¨®n son eficaces
A Toronto se entra con visiones diferentes entre EE UU y Europa acerca de cu¨¢l es la prioridad en la pol¨ªtica econ¨®mica y con distintos ritmos en las reformas financieras de ambas partes del oc¨¦ano. Mientras la Uni¨®n Europea (UE) ha entrado en una fase de ajuste duro de sus cuentas p¨²blicas, volteadas por el esfuerzo hecho para salvar a sus entidades financieras y por poner en marcha medidas de est¨ªmulo a la demanda an¨¦mica, Obama (que tambi¨¦n padece esos desequilibrios) entiende que todav¨ªa no es el momento de los sacrificios y que hay que seguir estimulando artificialmente la inversi¨®n. En una carta dirigida al G-20, el presidente americano dice exactamente eso: evitemos los errores del pasado, "nuestra mayor prioridad en Toronto tiene que ser la de salvaguardar y fortalecer la recuperaci¨®n (...) Trabajamos muy duramente para restaurar el crecimiento; no podemos perder vitalidad ahora".
Obama quiz¨¢ recuerde lo que le ocurri¨® al presidente Roosevelt durante la Gran Depresi¨®n. Entre los a?os 1933 y 1935 puso en marcha lo que se ha denominado primer New Deal. Cuando las medidas de est¨ªmulo fiscal comenzaban a tener sus primeros efectos, las retir¨® y volvi¨® coyunturalmente al equilibrio presupuestario y a las subidas de los tipos de inter¨¦s. El resultado fue que la econom¨ªa, demasiado fr¨¢gil a¨²n, se cay¨® y a partir del mes de agosto de 1937 sufri¨® otra fort¨ªsima recesi¨®n, con lo que el presidente dem¨®crata tuvo que aplicar un segundo New Deal, que solo acab¨® con el esfuerzo b¨¦lico de la Segunda Guerra Mundial. Hace escasas fechas, Paul Krugman criticaba el "masoquismo" europeo: la "man¨ªa" de Europa de aprobar planes de austeridad conjuntos, cada cual m¨¢s fuerte que el anterior, cuando la zona todav¨ªa est¨¢ en situaci¨®n de estancamiento.
A Canad¨¢ llegar¨¢ Obama con una reforma financiera parlamentariamente muy avanzada, mientras que Europa se presenta apenas con el anuncio de aplicar un impuesto sobre los bancos. Tan s¨®lo hace unas semanas que el Banco Central Europeo (BCE) ha comenzado a practicar la compra de deuda soberana de los pa¨ªses que no consiguen colocar sus bonos en los mercados a unos precios razonables, mientras que la Reserva Federal (Fed) o el Banco de Inglaterra lo han hecho en el pasado con toda la profusi¨®n que les ha parecido. Y ello, con el esc¨¢ndalo de una Alemania m¨¢s ortodoxa que los ortodoxos, a la que parece no importarle las consecuencias que su pol¨ªtica econ¨®mica tendr¨¢ para el crecimiento mundial y la estabilidad europea. El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, poco sospechoso de herej¨ªa financiera, acaba de hacer unas declaraciones en las que defiende expl¨ªcitamente la adquisici¨®n, a partir del pasado 9 de mayo, de deuda p¨²blica de pa¨ªses en dificultades. Trichet recuerda que los Gobiernos alem¨¢n y franc¨¦s tienen una apreciable responsabilidad en la crisis financiera de los Estados, que se inici¨® hace seis a?os cuando sus pa¨ªses violaron el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, porque as¨ª les interesaba a sus coyunturas. Ya era hora que alguien con cargo oficial subrayase la distinta vara de medir.
Atentos pues a Toronto, sus prioridades y la concreci¨®n de los acuerdos a que se llegue, so pena de un mayor desapego ciudadano ante las instituciones de la globalizaci¨®n.
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