El 'heavy' 'is back'
Los heavies dir¨¢n que nunca muri¨® pero, en realidad, se muri¨® el heavy. Al menos se apag¨® como cultura urbana destacable. En Espa?a vivi¨® su apogeo en los a?os ochenta, pero a principios de la d¨¦cada siguiente los chicos malos empezaron a profesar el grunge y a desaparecer de los bancos de los parques y las farolas fundidas donde hab¨ªan anidado con sus chupas de cuero, sus pantalones pitillo y su pelo cardado. Durante los ¨²ltimos veinte a?os los heavies visibles se han convertido en una tribu minoritaria, en un reducido grupo de personas con gafas y alopecia en sus cabelleras, vestidos con camisetas negras y reivindicando un momento fulminado.
El punk, nada m¨¢s nacer, se concibi¨® como un movimiento ef¨ªmero. Sus protagonistas y sus fieles sab¨ªan que no pod¨ªa durar el grito de protesta, no aguantar¨ªan las cuerdas vocales ni la paciencia de los vecinos y la polic¨ªa. El punk fue una pataleta rebelde que consist¨ªa simplemente en ir contra todo. Dejaron su huella y pr¨¢cticamente se esfumaron. Sin embargo, los heavies pose¨ªan unas convicciones m¨¢s serenas y profundas, su anarquismo no era tan ca¨®tico y destructivo. Los heavies se disolvieron en los a?os noventa, se acall¨® su m¨²sica y su presencia, pero las guitarras el¨¦ctricas siguieron vibrando en sus corazones.
En Madrid comienzan a verse adolescentes con indumentaria 'heavy' como la de los ochenta
Ser heavy es como ser del Atleti: a pesar de la incomprensi¨®n ajena e incluso propia al culto, la fidelidad es eterna. Los heavies de los ochenta tuvieron dos destinos. Algunos permanecieron inalterables, casados con su m¨²sica y su est¨¦tica. A pesar de que los conciertos se redujeron y su peso en la sociedad y en el panorama musical decreci¨®, ellos no traicionaron a sus creencias musicales. Siguieron llevando el pelo largo y los colgantes de calavera, tocando guitarras de aire en las fiestas, agitando la testuz al ritmo de los riffs de guitarra, pint¨¢ndose las u?as de negro y tatuando con un bic la cazadora vaquera. Era conmovedor y, a la vez, algo pat¨¦tico observar a esa tribu en decadencia resisti¨¦ndose a morir, haci¨¦ndose fuerte en sus atuendos estrechos y sus discos histri¨®nicos. En pie todav¨ªa, ya no contra el sistema, ni siquiera contra el mundo, sino contra el paso del tiempo.
Otro grupo de heavies, sin embargo, abandon¨® el uniforme metal, dej¨® de alzar la mano con el signo de los cuernos cada vez que o¨ªa una guitarra distorsionada, se alis¨® el pelo, se lo cort¨® y se camufl¨® entre la multitud como si fuera uno m¨¢s. S¨ª, se camufl¨® porque la gran virtud de estos fans, incluso de los que aparentemente rompieron filas, es que nunca dejaron de considerarse parte de la estirpe. Pocos heavies de los ochenta dicen hoy: "Yo era heavy", sino que, aun dirigiendo departamentos de venta y familias numerosas, contin¨²an proclamando con orgullo: "Soy heavy".
La devoci¨®n y la entrega incondicional hacia este estilo de m¨²sica son incomparables con ning¨²n otro. El a?o pasado la revista Metal Hammer publicaba una petici¨®n formal para que el Estado brit¨¢nico reconociese al heavy como una religi¨®n. A trav¨¦s de Facebook m¨¢s de 10.000 metaleros apoyaron la iniciativa. Puede sonar a locura pero lo realmente incre¨ªble es que la tercera religi¨®n con m¨¢s devotos en el Reino Unido despu¨¦s del cristianismo, el islamismo y el hinduismo, sea la adoraci¨®n a los Jedi. El culto al linaje inventado en La guerra de las galaxias tuvo que ser admitido como religi¨®n al ser demandado por 350.000 "creyentes".
La m¨²sica de los a?os ochenta, tras 20 a?os vilipendiada (el tiempo que ha de penar un estilo hasta ser redimido), est¨¢ regresando. Pero lo m¨¢s sorprendente de todo no es contemplar c¨®mo con el come back del heavy reviven los metaleros de hace 20 a?os, sino c¨®mo se est¨¢ creando una nueva generaci¨®n de apasionados del viejo rock duro. En Madrid comienzan a verse grupos de chicos y chicas adolescentes con una indumentaria heavy como la de los a?os ochenta. Chavales que nacieron en el apogeo de esta clase de m¨²sica. Hoy esta ciudad especialmente abierta a las tendencias y subculturas juveniles no solo est¨¢ coloreada de nuevas tribus urbanas como los emo, los floggers, los dark g¨®ticos, las lolitas, los otakus o los neohippies, sino que regresa un grupo tal cual se cre¨® hace dos d¨¦cadas. No es una nueva versi¨®n de los heavies, es la vieja "secta" musical reencarnada hoy en j¨®venes que vuelven a desafinar al un¨ªsono y con los ojos cerrados mientras sienten que nunca nada les cambiar¨¢.
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