La hora del G-20
Desde la emergencia de la crisis financiera global, y desde su r¨¢pida y amplia propagaci¨®n, se acert¨® en considerar que deber¨ªa ser el G-20 la instancia en la que se debatieran propuestas tendentes a convertir al mundo en un lugar financieramente m¨¢s estable y seguro en el que habitar. La coexistencia de las econom¨ªas m¨¢s avanzadas con las emergentes m¨¢s din¨¢micas, entre otras, la convert¨ªa en una suerte de amplio directorio global. La evoluci¨®n de la crisis ha revelado algunas sorpresas agradables y algunas decepciones. La flexible adecuaci¨®n del FMI a las nuevas circunstancias que la crisis exig¨ªa ha sido una de ellas. Las dificultades de los Gobiernos de las econom¨ªas m¨¢s desarrolladas para coordinar pol¨ªticas econ¨®micas y regulaciones financieras preventivas de futuras crisis forma parte de las segundas.
En la reuni¨®n de los m¨¢ximos mandatarios de este fin de semana en Toronto no es probable que se reduzca esa dificultad para armonizar esfuerzos ante la todav¨ªa muy complicada situaci¨®n que vive la econom¨ªa mundial. Tres a?os despu¨¦s de su desencadenamiento en EE UU, esta econom¨ªa est¨¢ m¨¢s cerca de haber superado definitivamente las amenazas recesivas que el resto de las econom¨ªas de la OCDE, desde luego las europeas. Algunas de estas no pueden descartar la posibilidad de una reca¨ªda en ritmos de crecimiento negativos y, desde luego, muy serias dificultades para reducir de forma significativa las en muchos casos tasas hist¨®ricas de desempleo. La orientaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas en la UE, adem¨¢s de proc¨ªclica (ahora acentuadoras de las posibilidades de contracci¨®n del d¨¦bil crecimiento econ¨®mico), resulta sincr¨®nica: todos los Gobiernos, desde los de las naciones consideradas perif¨¦ricas (Espa?a, Irlanda, Grecia, Portugal) hasta las tres grandes (Alemania, Francia y Reino Unido), parecen haberse coordinado para garantizar un aplazamiento de la recuperaci¨®n en aras de una pretendida correcci¨®n de los d¨¦ficits y de las deudas p¨²blicas.
Las autoridades de EE UU acuden a esa convocatoria con una orientaci¨®n bien distinta. Admitiendo la inexcusable necesidad de saneamiento de las finanzas p¨²blicas, emplazan su reconducci¨®n a los niveles propuestos por Europa (3% del PIB) a dos a?os m¨¢s tarde que el 2013 asignado en las econom¨ªas que comparten moneda en Europa. Es una posici¨®n m¨¢s razonable y amparada en esa experiencia deducida de la retirada temprana de est¨ªmulos durante la Gran Depresi¨®n, pero tambi¨¦n de la m¨¢s cercana que aporta la gesti¨®n de la crisis en Jap¨®n.
A ese mayor temor a los mercados financieros que exhiben las autoridades europeas se suma la falta de posiciones comunes en torno a la necesaria regulaci¨®n financiera o al igualmente conveniente establecimiento de una tasa sobre los pasivos de mayor riesgo de los bancos, destinada a cubrir las necesidades de financiaci¨®n derivadas de futuras crisis financieras. La posici¨®n de m¨ªnimos adoptada por Alemania, Francia y Reino Unido en este punto es algo inequ¨ªvocamente favorable que deber¨ªa ser acompa?ado por los dem¨¢s Gobiernos europeos y asumido en Toronto. La concreci¨®n de un calendario para las restantes reformas facilitar¨ªa la percepci¨®n de que el G-20 no erosiona su legitimidad. El clima favorable creado por el anuncio hace unos d¨ªas de las autoridades chinas de flexibilizaci¨®n del r¨¦gimen cambiario ha contribuido a ello.
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