El miedo a la libertad
"Que s¨¤piga Sepharad que no podrem mai ser si no som lliures". Nadie mejor que Espriu en La pell de brau expresa hoy la amargura de muchos que no temen a la libertad de los pueblos.
Solo desde la libertad, Catalu?a podr¨¢ sentirse parte de Espa?a. Desde la libertad y la democracia.
Un tribunal desprestigiado, pendiente de renovaci¨®n por dos partidos con insuficiente sentido de Estado y de la importancia de preservar la legitimidad de las instituciones, ha emitido una sentencia que revoca parte de un pacto entre el Parlament y las Cortes con la legitimidad del pueblo de Catalu?a en refer¨¦ndum.
A falta de la concreci¨®n de la sentencia, sabemos que el tribunal respeta la mayor parte del Estatuto, pero lamina algunos art¨ªculos importantes referentes al poder judicial, la preferencia de la lengua catalana y la garant¨ªa de una mayor justicia en el esfuerzo de la financiaci¨®n. Por terror a la libertad, el Constitucional ha escrito, como en un castigo de pizarra, hasta ocho veces la menci¨®n constitucional a la "indisolubilidad" de Espa?a, a pesar de que Catalu?a se reconoce como naci¨®n en un pre¨¢mbulo, sin contenido jur¨ªdico.
Sin una mayor¨ªa social que apueste por la independencia, el bucle de las relaciones con Espa?a es un bucle eterno
Un Tribunal Constitucional (TC) en cuesti¨®n ha emitido una sentencia pol¨ªtica y por ello le era exigible mayor visi¨®n de Estado. La decisi¨®n acaba con el esp¨ªritu inclusivo de la Constituci¨®n de 1978, que ha guiado la convivencia tras una guerra civil y 40 a?os de dictadura, y ha permitido el desarrollo del Estado de las Autonom¨ªas.
Despu¨¦s de la indignaci¨®n por la vulneraci¨®n de la voluntad popular, solo cabe la pol¨ªtica, y despu¨¦s, m¨¢s pol¨ªtica. Sin olvidar que el Estatuto actual es la mayor cuota de autogobierno que ha tenido Catalu?a en siglos.
Los partidos deber¨¢n ahora establecer claramente sus hojas de ruta para saber c¨®mo recuperar lo que el TC ha eliminado o como ir m¨¢s all¨¢ en las cuotas de autogobierno. ?Se trata de recuperar el esp¨ªritu de la transici¨®n? S¨ª, en t¨¦rminos de tolerancia, pero los tiempos han cambiado y la Espa?a de 1975 no es la de 2010, y la idea de libertad de sus ciudadanos en el marco de una Europa unida y una econom¨ªa global no es la misma que la de la transici¨®n.
La reacci¨®n unitaria de los partidos catalanes es de agradecer para evitar rid¨ªculos innecesarios, pero tambi¨¦n es imprescindible el realismo pol¨ªtico. Ma?ana se deber¨¢ continuar negociando y pactando m¨¢s o menos con los mismos actores. Aquellos que desde el PP hablan ahora de "concordia" y dicen que no es el "momento de excesos" son los mismos que insultan a Catalu?a y recurren el Estatuto para ganar en los tribunales lo que no consiguieron en las urnas. El PP de Rajoy intentar¨¢ rebajar la tensi¨®n para cortejar a CiU, pero se trata del bombero pir¨®mano.
La Espa?a plural del PSOE ha durado lo suficiente para aprobar el Estatuto, pero no para llevar el proyecto a sus ¨²ltimas consecuencias. Alfonso Guerra conoce bien que la prudencia hace a veces cobardes y afirma que "van a acatar y no va a pasar nada". Admit¨ªa el presidente de la Generalitat no haberse sentido suficientemente acompa?ado por sus compa?eros. Sin un grupo parlamentario propio, el PSC dejar¨¢ para siempre la representaci¨®n de Catalu?a en manos de ERC y de CiU, los ¨²nicos capaces de condicionar la formaci¨®n del Gobierno espa?ol, que se confirma como la ¨²nica v¨ªa de respecto de la voluntad de los catalanes. Cabr¨ªa preguntarse cu¨¢l es la funci¨®n de los ministros catalanes en Madrid y felicitarse de que Carme Chac¨®n, en otra guerra, haya decidido no asistir a la manifestaci¨®n del d¨ªa 10. La cabra de la Legi¨®n habr¨ªa restado seriedad.
El bucle de las relaciones con Espa?a es el bucle eterno, a menos que una mayor¨ªa social que hoy no existe apueste por la independencia. Pretender imponer los sentimientos es alimentar la desafecci¨®n, y suponer que la sentencia acaba con el encaje de Catalu?a en Espa?a es saber poca historia.
La sentencia llega con una opini¨®n p¨²blica cansada, desencantada y luchando contra una crisis econ¨®mica extraordinaria que acaba con los sue?os de muchos. El Estatuto les puede parecer el parto de los montes, y los convocantes a la manifestaci¨®n, unos titiriteros, pero su fuerza es la ¨²nica fuerza.
A pesar de todo, esta es la primera vez que la confrontaci¨®n de legitimidades la hacemos sin matarnos.
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