Simpat¨ªas
Es notable el curso de las simpat¨ªas latinoamericanas que fueron de un equipo a otro a medida que se acercaba la final y uno a uno desaparec¨ªan los pa¨ªses de la regi¨®n que compitieron. Imperaba un deseo: que la Copa quedara aqu¨ª, alzada en manos de los jugadores chilenos, brasile?os, uruguayos. Con excepciones, claro. Los caf¨¦s de la Ciudad de M¨¦xico explotaban de alegr¨ªa celebrante con cada gol que Alemania propinaba a Argentina. Se comprende.
Cerradas tales expectativas con la descalificaci¨®n de Uruguay, ahora el apoyo a Espa?a es irrestricto. Que me perdone don V¨ªctor de la Concha, pero pienso que, adem¨¢s de la potencia y valent¨ªa del equipo espa?ol, o al lado, abajo, junto, alienta una solidaridad de idioma. Pocos latinoamericanos se sentir¨ªan acariciados por gritos de triunfo en holand¨¦s.
Pocos latinoamericanos se sentir¨ªan acariciados por gritos de triunfo en holand¨¦s
Se dir¨¢ que es esta una hip¨®tesis sin fundamento, una mera divagaci¨®n intelectual, y tal vez as¨ª sea. Porque de los intelectuales ya se sabe: los argentinos despreciaron al f¨²tbol un buen tiempo. Borges, su m¨¢ximo exponente, no ahorr¨® expresiones ofuscadas. "Es el peor crimen de Inglaterra", administr¨®. M¨¢s grave que su actividad colonial depredadora o la usurpaci¨®n de las Malvinas. Pero en los a?os 60 hubo un cambio: muchos escritores, artistas y aun doctores se interesaron por el correr de la redonda y hasta acud¨ªan a la cancha y se desga?itaban como todos, algunos movidos m¨¢s por la curiosidad que por afecto. No pocos desertaron de la moda.
Volviendo a un p¨¢rrafo m¨¢s atr¨¢s, como dec¨ªa Cervantes, este Mundial ofreci¨® m¨¢s de una sorpresa: el equipo de Ghana o el de Paraguay o el de Uruguay alimentaron dichas inesperadas. No importa que se marchitaran luego: crearon ¨¢nimo en los pa¨ªses subdesarrollados o pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, como ahora se los califica aplicando a Orwell. Qui¨¦n te quita lo sentido.
Estas modestas reflexiones nacen de quien fue un pibe criado en un barrio de inmigrantes, jug¨® al f¨²tbol en la calle con una pelota de trapo o de papel atado con una cuerda y eludi¨® tranv¨ªas para hacer goles de taquito. Hace m¨¢s de 70 a?os que ese pibe es hincha del mismo club. Estaba a siete cuadras de su casa y lo sigue queriendo. Aunque gane.
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