La traici¨®n del pulpo y el auge de la bandera
Del rencor de los alemanes a su cefal¨®podo adivino al 'boom' de las ense?as rojigualdas
En el jard¨ªn del instituto Goethe, a la sombra de una vieja morera, sentadas en sillas de mimbre y aluminio, cuatro profesoras de alem¨¢n valoraban el poder de influencia del pulpo Paul, un cefal¨®podo famoso por adivinar resultados del Mundial con un sencillo juego: se le ponen delante dos vitrinas con sendos calamarcitos dentro, cada una con la bandera de un equipo, y la caja de la que se alimente primero es la del equipo que ganar¨¢. Paul, que vive en un acuario de Alemania, anticip¨® con sus tent¨¢culos la victoria de Espa?a, escurri¨¦ndose en su caja, y eso es algo que las maestras del Goethe no est¨¢n dispuestas a perdonarle.
"El pulpo Paul es un traidor", sentenciaba ayer Silke, que le afeaba que hubiese apoyado a una naci¨®n devoradora de pulpos. "?Nosotros no nos los comemos!", dec¨ªa, bromeando sobre el desapego del animal. Tranquilas, tomando un refresco al atardecer, las profesoras comentaban c¨®mo se vio all¨ª el partido del mi¨¦rcoles. Se puso el partido en el sal¨®n de actos y hubo bastante gente, incluidos unos 50 estudiantes de instituto que se encontraban en Madrid de viaje de fin de curso y que buscaron en el Goethe el afecto que no hallaron en el santuario rojo del Santiago Bernab¨¦u. "La polic¨ªa les dijo, con prudencia, que era mejor que no se quedasen a ver el partido por si pasaba algo", explic¨® Anneli, comprensiva.
Un pe?ista cul¨¦ de Madrid cree que el gol de Puyol debe suavizar inquinas
M¨¢s all¨¢ de si el celo de los agentes fue o no excesivo, en Madrid la fiesta del pase a la final de la Copa del Mundo fue efusiva pero pac¨ªfica, aparte de una pelea de chavales fuera de tono ante el estadio y de un suceso en el metro: poco despu¨¦s de la medianoche, cuando el triunfo y el alcohol bailaban la danza de la victoria por la ciudad adelante, alguien tir¨® del freno de emergencia de un vag¨®n entre las estaciones de Bernab¨¦u y Cuzco (l¨ªnea 10), consiguiendo que el metro se quedase 15 minutos parado, informa Pilar ?lvarez.
Unos pu?etazos, una trastada est¨²pida en el metro y 19 toneladas de mugre recogidas por los barrenderos; un balance de perjuicios razonable que casa con la tranquilidad de los hospitales despu¨¦s de la semifinal. M¨¦dicos y enfermeras consultados cuentan que los d¨ªas de partidos de f¨²tbol tremebundos, las urgencias tienen menos apuros de lo normal durante 90 minutos. As¨ª ocurri¨® que Emergencias 112 tuvo un 19% menos de llamadas que en las mismas horas del mi¨¦rcoles anterior, informa Elena Sevillano.
Paz y amor, en resumen. La Roja es armon¨ªa. Tanto une a los espa?oles que hasta se vislumbra una nueva raz¨®n para amigar a madrile?os y catalanes: el cabezazo de Carles Puyol, un hito espa?ol con denominaci¨®n de origen de Lleida, tierra del central-jabal¨ª. "Este gol acerca a los madrile?os a Barcelona y a toda Catalu?a", opina Esteban Garc¨ªa, 60 a?os, conquense que preside la Pe?a Barcelonista de Madrid, fundada en 1968 y con 134 socios capitalinos. Garc¨ªa reflexion¨® ayer en la sala de su negocio, el hostal D'Ort (suena catal¨¢n pero lo puso por su mujer, Hortensia), sobre la trascendencia sociol¨®gica del componente cul¨¦ de la selecci¨®n. "No creo que madrile?os y catalanes se vayan a querer, pero al menos se van a odiar un poco menos", conced¨ªa sentado en una butaca granate, con una foto de Ramallets y Kubala en el cogote.
De la fachada del D'Ort colgar¨¢n el domingo siete banderas rojas y amarillas. Esteban Garc¨ªa las tiene reservadas, cosa importante, porque las ense?as ya escasean en las tiendas de Madrid. Ayer, paseando en busca de banderines, en un recodo de la calle de Espoz y Mina, un bangladesh¨ª ofrec¨ªa banderines como si fuesen resina de amapola. "A 80 c¨¦ntimos cada uno; antes eran 50, pero ahora es la final", menudeaba el hombre. Se le pidi¨® un cargamento de rojigualdas y descolg¨® el tel¨¦fono. Llamada a Lavapi¨¦s. Dos minutos de conversaci¨®n en s¨¢nscrito con un interlocutor y, vaya faena, "no hay negocio posible, amigo, ni a los chinos les quedan".
Madrid respira f¨²tbol a tres d¨ªas de la final. Hasta los hombres de fe. Un padre jesuita llamado Jos¨¦ Ram¨®n Oliver sopes¨® en la calle si el destino de La Roja est¨¢ marcado desde arriba. No lo cree. "Cualquiera sabe qu¨¦ quiere Dios nuestro Se?or; es mejor confiar en el pulpo Paul. Ese no falla".
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