Los due?os de la ciudad
Resulta imborrable aquella imagen de Jes¨²s Gil despechugado en los balcones del Palacio de Justicia: con un abanico aventaba tanto el sudor de sus carnes como la monta?a de delitos por los que iba a ser juzgado. Era la imagen m¨¢s chabacana de la arrogancia, la que correspond¨ªa al due?o de Marbella. Hoy los due?os de M¨¢laga se asoman a su balc¨®n portuario con el pecho tatuado por un nombre comercial, y en la espalda un escarnio: "M¨¢laga Cultural". Pisan fuerte para dejar bien claro qui¨¦nes son los herederos de aquellos pijos burgueses que construyeron la gloriosa ciudad decimon¨®nica. Tras tantos a?os de almoneda urbana, siguen creyendo que los malague?os van a empe?ar sus mejores piezas en el monte de piedad. Puede ser. Hemos sido un pa¨ªs de due?os y de s¨²bditos, y todav¨ªa cuesta mucho ejercer el orgullo ciudadano cuando en el fondo del subconsciente colectivo se agazapa un punto de recelo hacia el poder y su c¨®lera.
Prometieron hace d¨¦cadas a los malague?os abrirles el puerto para la expansi¨®n jubilosa de su parque hasta el espejo de la d¨¢rsena, derribando la verja que los separaba. Demolieron para ello un modesto silo de una abstracci¨®n racionalista con ingenuos detalles vern¨¢culos. Construyeron en su lugar el "Palmeral de las Sorpresas" (?ah los taumaturgos del marketing), con pocas palmeras, p¨¦rgolas sin sombra, brillantes cubos de cristal sin uso y un desnivel de metro y medio sobre la ciudad, con lo que ya nunca m¨¢s podremos cruzar a pie desde el parque al puerto, porque ahora tendremos el desnivel... y de nuevo la verja para que la gente no se mate.
Sab¨ªan que la maravillosa esquina entre el parque y La Farola era un privilegiado mirador despejado hacia el puerto, y como tal lo incorporaron al plan urban¨ªstico del recinto. Pero enseguida comprendieron que, en los tiempos que corren, el concepto de privilegio urbano es sin¨®nimo de plusval¨ªa, y el mirador se ha convertido en una gran caj¨®n para hacer caja de m¨¢s de cien metros de longitud y cinco plantas de altura de car¨¢cter cultural, emblem¨¢tico, sostenible y todo ese untuoso arsenal dial¨¦ctico con que la trapacer¨ªa se disfraza hoy de correcci¨®n pol¨ªtica. Prometieron tambi¨¦n un muelle 1 refulgente de comercios y restaurantes de calidad. Pero los cruceristas en tr¨¢nsito van a toparse con el chafarrin¨®n de esa mole junto a un supermercado all¨ª donde deber¨ªa recibirles un ventanal hacia la Plaza de Torrijos y el Castillo de Gibralfaro: patrimonio de siglos sucumbido ante un tosco y fullero mercadeo.
Los due?os de la ciudad defraudan las expectativas ciudadanas de la ¨²nica manera que el poder encara estos trances, esto es, con publicidad y prepotencia, pues si admitieran el error dejar¨ªan de ser due?os, y los due?os saben muy bien c¨®mo mantener sumisos a los ciudadanos. Pero nunca el rechazo a un proyecto ha suscitado en M¨¢laga tanta unanimidad, y aunque su sociedad sigue enroscada en los bizantinismos sobre su desvertebraci¨®n desde el lecho confortable de la queja, tanto descontento aglutinado puede desbordar a esas instituciones que, nacidas para ser la voz del pueblo, guardan hoy un silencio pastue?o de corderos acotados en sus rediles.
En cualquier caso nadie se acordar¨¢ de quienes han perpetrado todo esto cuando hayamos muerto, ya que, adem¨¢s de contar con la ventaja de hacerlo en una ciudad desmemoriada, no se sabe de ninguna estatua que recuerde al promotor de un supermercado.
Salvador Moreno Peralta es arquitecto.
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