El conflicto sin llanto
Ya est¨¢. Se acab¨®. Finalmente, uno puede salir de la tierra de nadie. A un extremo, los que vivieron el Mundial con el coraz¨®n en alboroto, junt¨¢ndose para celebrar y maldecir. Al otro, los que reniegan de la comercializaci¨®n impuesta por la FIFA, los que deploran el rebrote del nacionalismo futbolero, los que se averg¨¹enzan del discurso de tantos gritadores de las ondas.
Por el contrario, hasta un profano pudo disfrutar con la cobertura escrita del Mundial (aunque de los textos desapareciera misteriosamente el pa¨ªs anfitri¨®n, objeto inicial de algunos melindrosos reproches). Confieso haber consumido esos an¨¢lisis, entrevistas y cr¨®nicas, mientras en mi cabeza zumbaba un tema de 1980: Games without frontiers, una de las obras cumbre de Peter Gabriel.
El f¨²tbol, como sustituto de la pulsi¨®n guerrera, mostr¨® sus poderes en la Primera Guerra Mundial
Ya sabemos que la canci¨®n se refiere a un concurso televisivo bastante tontorr¨®n, Jeux sans fronti¨¨res en la versi¨®n original, donde compet¨ªan representantes de diferentes localidades europeas. Pero la genialidad de Gabriel estaba en combinar la aparente frivolidad musical, con los silbidos, y la crudeza de algunos versos, que suger¨ªan Vietnam: "Meamos sobre los chinitos en la jungla". Se evocaban las desdichadas alianzas de la Segunda Guerra Mundial: "Suki juega con Leo, Sacha juega con Britt / Adolf enciende una hoguera, Enrico juega con ella" (referencia a Enrico Fermi, pionero de la energ¨ªa nuclear). De alguna manera, Gabriel destacaba que las rivalidades eternas pudieran ahora ser suplantadas por competiciones relativamente inocentes: "Si las miradas pudieran matar, probablemente lo har¨ªan / en los juegos sin fronteras, la guerra sin l¨¢grimas".
El f¨²tbol, como sustituto de la pulsi¨®n guerrera, ya hab¨ªa mostrado su potencial en la Primera Guerra Mundial. Uno de los escasos momentos luminosos de aquella carnicer¨ªa descomunal fue la Tregua de Navidad de 1914. Abrumados por la brutal novedad de la lucha de trincheras (en conflictos anteriores, las tropas contendientes se retiraban a los cuarteles de invierno cuando llegaba el fr¨ªo), decenas de miles de soldados alemanes y brit¨¢nicos se atrevieron a juntarse para cantar villancicos e intercambiar regalos. Al a?o siguiente, se repiti¨® el par¨®n en la batalla, con una novedad: apareci¨® un bal¨®n y se improvis¨® un partido entre reclutas b¨¢varos e ingleses. Lo que no habr¨ªa logrado la solidaridad proletaria lo consigui¨® "el juego maravilloso", aunque s¨®lo fuera durante una pachanga fugaz y ca¨®tica.
Esas treguas t¨¢citas fueron m¨¢s comunes de lo que reflejan las historias oficiales. Los dirigentes de las naciones contendientes se apresuraron a tapar aquellos ceses de hostilidades, programando tormentas de artiller¨ªa durante el 24 de diciembre y posteriores fechas "sensibles". Posteriormente, aquellos armisticios navide?os fueron tratados como leyendas urbanas, hasta que se materializaron testimonios y fotos.
En algunas ciudades, se atesor¨® aquel recuerdo clandestino. Por ejemplo, en Liverpool, que sufri¨® enormes p¨¦rdidas humanas en ambos conflictos mundiales. En 1983, Paul McCartney retrat¨® aquella confraternizaci¨®n, interrumpida por las bombas, en Pipes of peace. The Farm arras¨® con All together now, que terminar¨ªa convertida en canci¨®n de estadios brit¨¢nicos. Los miembros del grupo, radicalizados pol¨ªticamente, paladeaban la paradoja: la pieza se basa en la suntuosa partitura del Canon, obra del compositor alem¨¢n Johann Pachelbel. Tambi¨¦n quiero pensar que Peter Gabriel ansiaba algo m¨¢s all¨¢ que ventas extra cuando grab¨® Games without frontiers en alem¨¢n, Spiel ohne grenzen.
Aqu¨ª, alguien sacar¨¢ una tarjeta roja: la guerra del f¨²bol. T¨ªpicamente trivializado por el reportero polaco Ryszard Kapuscinski, aquel choque armado us¨® un encuentro entre selecciones como excusa para consolidar el poder de las elites en Honduras y El Salvador. Pero es cierto: con toda su fascinaci¨®n, el f¨²tbol no vacuna contra los odios ancestrales. La existencia de una vibrante Primera Divisi¨®n federal no impidi¨® las guerras en Yugoslavia.
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