Entre 'Waka-waka' y 'Viva Espa?a'
Una fiesta total recibe a los campeones del mundo en la explanada de la ribera del Manzanares
Hay besos que han pasado a la historia como s¨ªmbolo de una ¨¦poca, aquella foto de un marine americano y su novia en Nueva York, al volver de la guerra. Dos j¨®venes con toda la fuerza de un imperio al alza con el planeta a sus pies. El beso de Quique Salvador, militar de 25 a?os, y su prometida Lorena, representaba en un instante min¨²sculo un mill¨®n de toneladas de felicidad. Lo que podr¨ªa pesar el gozo que condensaron ayer por la noche cientos de miles de hinchas en la explanada del puente del Rey, a orillas del Manzanares, para recibir en una fiesta espl¨¦ndida a los campeones del mundo.
M¨²sica, baile, sonrisas. La Roja es amor. "Me he parado a hablar con mogoll¨®n de bandas, un ni?o me pint¨® la bandera en la frente. Hay un buen rollo tremendo. Es la explosi¨®n de todo", dec¨ªa Salvador, de rojo, como su chica y el resto de hinchas. Desconoc¨ªa lo que significaba Woodstock, qu¨¦ falta le hac¨ªa saberlo esta noche, pero el cosmos de sonido y cuerpos plet¨®ricos, banderas y ¨¦xtasis, parec¨ªa una reedici¨®n futbol¨ªstica del festival que culmin¨® el movimiento hippie, en agosto de 1968.
"Soy como miles de parados pero no pasa nada. Esto es la ca?a de Espa?a"
"?Arriba Espa?a? Podr¨ªa sonar 'facha', depende de d¨®nde lo digas ?no?"
Pasaron horas para muchos hasta que a las once y media de la noche aparecieron en el escenario los profetas de la pelota, un equipo que tra¨ªa una buena nueva de cinco kilos de oro, que sube a los altares a un grupo de chicos multimillonarios, y pone una corona de laurel por cuatro a?os a cada uno de sus aficionados, tan dichosos por unas horas como quien tenga un coche de lujo o simplemente un trabajo estable. ?C¨®mo estar m¨¢s pleno que Ra¨²l Soria, un joven de 24 a?os que en 2010 ha perdido su trabajo de transportista, y ha ganado dos d¨ªas de placer? "Soy como miles de parados, pero no pasa ni media. Esto es la ca?a de Espa?a", explicaba tras 24 horas de fiesta sin dormir.
A las nueve de la noche subi¨® al palco el cantante David Bustamante, e hizo pasar a Rub¨¦n de la Red, un jugador de la selecci¨®n al que ha apartado de su carrera una cardiopat¨ªa, un pedacito pasivo del ¨¦xito. "?Arriba Espa?a!", grit¨®. Y Espa?a se vino arriba, sin que nadie percibiese dobleces pol¨ªticas en su voz hasta que alguien les preguntaba: "?Arriba Espa?a? S¨ª, puede sonar un poco facha", sopesaba Tom¨¢s, un chaval de Cartagena de 16 a?os. "?Que no! ?Que hay que estar orgullosos!", le replic¨® su amigo Alfonso. "Depende del ambiente en el que lo digas ?no? Por ejemplo, si lo dice un pol¨ªtico en el Parlamento...", se re¨ªa el tercero del grupito, Saffri.
En fin, un di¨¢logo fugaz entre la banda sonora ininterrumpida de la tarde, el ruido de las bocinas, que solo se apag¨® sobre las diez, cuando se puso el sol y una aureola naranja acordon¨® el horizonte de Madrid en el cielo. Y en el piso, empez¨® el puro baile de la multitud encantada por el bal¨®n, el opio del pueblo, que dicen. Una droga que fumada una vez cada cuatro a?os solo puede ser curativa. "Venga esas c¨¢maras, que nos vean en la luna", pidi¨® al p¨²blico el presentador Carlos Latre, y miles de aparatos se iluminaron en comunidad, ejecutando una coreograf¨ªa masiva, tan bien ligada como el f¨²tbol de sus ¨ªdolos.
Eran las once de la noche. El autob¨²s se acercaba y el pinchadiscos, Carlos Jean, pon¨ªa a punto a la masa. La ola roja ondulaba del puente del Rey al puente de Segovia, feliz, suave, redonda como un bal¨®n de f¨²tbol.
Y al fin se encontraron los protagonistas, los chicos de la pel¨ªcula y sus adoradores, cu¨¢nto sufrieron vi¨¦ndoles perder, levantarse y volver a ganar, hasta ese momento, cuando los ten¨ªan delante con la Copa, a las doce de la noche, debajo de un juego de fuegos artificiales. Hab¨ªa sonado Waka-waka y Manolo Escobar, se hab¨ªa arrancado con Y viva Espa?a.
El c¨ªrculo completo estaba, la comunidad roja entera, solo separada por el Manzanares, que funcion¨® como un foso medieval entre los futbolistas, arriba, en el castillo, y la hinchada, abajo, a ras de suelo. La distancia que separ¨® el Olimpo de la tierra. Un buen m¨¦todo para seguir siendo conscientes de que este lunes, cada cual, volver¨¢ a empezar por la ma?ana su modesto mundial cotidiano, porque al fin y al cabo, los sue?os, sue?os son.
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