Hacer la trampa antes que la ley
Los asuntos de presunta corrupci¨®n, desde Alicante a Caldas de Reis, no respetan ya ni el tradicional sosiego informativo estival. No hace mucho, un experimentado pol¨ªtico, ya retirado, me dec¨ªa que si los dos partidos mayoritarios se pusiesen de acuerdo en hacer unas m¨ªnimas reformas legales se acabar¨ªan las corruptelas en todos los niveles de la Administraci¨®n, mucho m¨¢s frecuentes que las que salen en los medios, y desde luego todav¨ªa m¨¢s que las que acaban en los tribunales. Si ¨¦l, al que admiro pese a las diferencias ideol¨®gicas, lo dice, tendr¨¢ raz¨®n, aunque otro admirado con reparos, Noel Claras¨®, advert¨ªa que un hombre de Estado es el que se pasa la mitad de su vida haciendo leyes, y la otra mitad ayudando a sus amigos a no cumplirlas.
No s¨¦ si es legal, pero no es justo censarse y votar en sitio distinto al de residencia
Un punto a favor de la tesis Claras¨® es el despegado consejo de Feij¨®o a los emigrantes con nacionalidad espa?ola a los que la reforma de la Ley Electoral despojar¨¢ -con el apoyo de su partido- de la posibilidad de votar en las municipales, de que pueden sortear la literalidad de la norma y su esp¨ªritu, todo a la vez, cens¨¢ndose en el concello de origen o preferencia. Se entiende que el presidente se embale en cuanto otea una posibilidad de promover la libertad de elecci¨®n, pero como dec¨ªan otros con los que tambi¨¦n disiento, una cosa es la libertad y otra el libertinaje, en este caso el censal. Yo vivo a cien metros del t¨¦rmino municipal de A Coru?a, en el que resid¨ª 25 a?os y sigo haciendo parte de mi vida. Tambi¨¦n me afecta, y mucho, lo que pasa en Monforte, mi ciudad natal, a donde voy siempre que puedo. Y en O Incio, donde todav¨ªa hay sitios que puedo decir que son m¨ªos. Ya me gustar¨ªa, pero no puedo elegir a los gobernantes de ninguno de los tres Ayuntamientos. Tampoco gallegos residentes en Madrid como Ferm¨ªn Bouza o Ram¨®n Reboiras, por citar a dos personas que demuestran que les interesa lo que pasa en Galicia, pueden influir con su voto en el rumbo del pa¨ªs. No s¨¦ si es legal, pero desde luego no es justo censarse y votar en un sitio distinto al de residencia, porque no se elige a un candidato para alegrarle la vida o resolverle el futuro a ¨¦l, a sus compa?eros de partido o a su jefe de filas (aunque tenga esos efectos colaterales), sino para que administre el d¨ªa a d¨ªa, para que gestione los servicios a los que cada ciudadano tiene derecho y por los que paga. Unas elecciones son algo distinto de Operaci¨®n Triunfo.
De hecho, en las reformas electorales en marcha hay tantos ejemplos de la teor¨ªa pol¨ªtica Claras¨® como errores gramaticales en una retransmisi¨®n futbol¨ªstica. Una muestra m¨¢s: sorprende un poco que se hayan puesto de acuerdo en endurecer las condiciones para las mociones de censura en los ayuntamientos los mismos partidos que mayoritariamente las protagonizan y consienten. Sorprende porque ya en su d¨ªa el entonces reci¨¦n estrenado presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, con Mariano Rajoy de ministro de Administraciones P¨²blicas, promovi¨® un pacto antitransfuguismo que firmaron todos los partidos y que sigue vigente. Nadie, desde entonces, es capaz de llevar la cuenta de las mociones perpetradas, ni de su signo, pero en esta legislatura y en Galicia el PP ha desalojado, de momento, a nueve alcaldes (en otros tres casos las mociones se hicieron mediante acuerdos entre grupos que antes no hab¨ªan querido o sabido negociar). Y las ¨²nicas consecuencias es que los incumplidores se ahorran la cuota de militantes. Disfrutan no s¨®lo del cargo, sino de la inexplicable defensa que el partido hace de alguien que te¨®ricamente est¨¢ en rebeld¨ªa, en otros casos mantienen intactas sus funciones de representaci¨®n en las instituciones dominadas por su ex partido y en todos aumentan sus posibilidades de ser ellos los que encabecen de nuevo la lista en la siguiente legislatura. Quiz¨¢s la convocatoria de elecciones lleva aparejado el perd¨®n de los pecados o la aplicaci¨®n de la par¨¢bola del hijo pr¨®digo, de acuerdo con el humanismo cristiano en el que hunde sus ra¨ªces el conservadurismo espa?ol (o se deba a la fraternidad sin rencor de los ideales socialdem¨®cratas, en su caso).
En resumen, que ya pueden establecer que para llevar adelante una moci¨®n de censura sea necesario el concurso de al menos un concejal apellidado Fern¨¢ndez o que no se pronuncie en contra ning¨²n edil con bigote, que seguro que encontrar¨¢n manera de furar. Eso no quiere decir que no aplauda las reformas, sino que me acojo de nuevo a la doctrina Claras¨®, ahora a la que afirma que "hay mucha gente que cuando ha de hacer algo, hace algo; aunque no sea exactamente lo que ha de hacer".
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