La amistad c¨ªvica
La Fundaci¨®n Ortega-Mara?¨®n tiene sus ra¨ªces en la fecunda relaci¨®n entre dos grandes intelectuales liberales, fusiona dos instituciones complementarias y promueve la libertad de palabra y el debate razonable
La uni¨®n de las fundaciones Jos¨¦ Ortega y Gasset y Gregorio Mara?¨®n constituye, por su envergadura, un ejemplo singular en nuestro ¨¢mbito cultural. Se unen, bajo los nombres de dos de nuestras principales figuras intelectuales del siglo XX, dos proyectos culturales tan significativos como complementarios. La integraci¨®n constituye una respuesta al reto que las adversas circunstancias actuales plantean en todos los ¨®rdenes. En efecto, tambi¨¦n en el campo de la cultura se hace preciso aunar esfuerzos para mejorar la eficacia de nuestras instituciones, tanto p¨²blicas como privadas, al tiempo que se han de buscar renovados empe?os que permitan obtener partido de las oportunidades que tambi¨¦n se presentan.
Otra vez nos amenaza el pensamiento desordenado que se expresa en un tono y un fondo de crispaci¨®n
Proponemos un espacio modesto y no partidista donde unos y otros puedan conversar
Esta fusi¨®n es una consecuencia casi natural. En primer lugar, como derivada de la profunda y larga amistad que uni¨® a nuestros dos titulares. Una amistad entra?able y familiar, heredada y representada, en segunda hornada, por Soledad Ortega y Carmen Mara?¨®n, las dos fundadoras de nuestras instituciones, y que ha llegado ensanchada hasta nosotros como representantes de una tercera generaci¨®n: una herencia que viene ilustrada por el hecho de que los mismos nombres -los nuestros incluidos- aparecen repetidos varias veces en los patronatos de lo que hasta ahora han sido dos fundaciones. Una amistad, la de Ortega y Mara?¨®n, cimentada en su origen por intereses intelectuales comunes, estimulada por afanes compartidos en pos de una Espa?a plenamente europea, abierta y democr¨¢tica, libre y tolerante, que superara un ambiente mediocre, oscuro y reaccionario, evitando despe?arse en un primitivismo radical y sectario. Una amistad forjada por ilusiones, pero tambi¨¦n frustraciones y angustias, ante un destino com¨²n que les llev¨® de la ruina sangrienta de tantas esperanzas a la tristeza de un exilio, del que no les rescat¨® el regreso al mundo s¨®rdido y represivo de la dictadura.
En la obra de nuestros titulares puede detectarse el fundamento filos¨®fico que pavimenta afinidades intelectuales complementarias. Jos¨¦ Ortega y Gasset conoc¨ªa de primera mano lo que se publicaba en las m¨¢s importantes ¨¢reas de las ciencias naturales y prest¨® siempre una atenci¨®n sobresaliente a las ciencias m¨¦dicas, la biolog¨ªa, la bioqu¨ªmica y la antropolog¨ªa. Ortega encontr¨® en Mara?¨®n un est¨ªmulo para mantener vivo su inter¨¦s por las ciencias biol¨®gicas y psicol¨®gicas que conoc¨ªa muy bien desde su primera estancia en Leipzig, en 1905, en que estuvo a punto de seguir estudios con Wundt, entonces el psic¨®logo experimental m¨¢s prometedor. Gregorio Mara?¨®n, por su parte, como gran cient¨ªfico, cl¨ªnico y endocrin¨®logo, fue un adelantado en su ¨¦poca en relaci¨®n con la importancia de los h¨¢bitos de vida e investigador atento de correlaciones psicosom¨¢ticas, siempre iluminando la dimensi¨®n humanista de su obra literaria, donde lo biol¨®gico se entrevera con lo hist¨®rico. Ambos crecieron y se beneficiaron del ambiente que, alumbrando el novecientos, promovieron, por medio de la Junta de Ampliaci¨®n de Estudios, las gentes vinculadas a la Instituci¨®n Libre de Ense?anza en su batalla por la libertad de c¨¢tedra y el principio del libre examen, un reto pol¨ªtico, cultural e intelectual profundamente vinculado en Espa?a al desarrollo de la investigaci¨®n m¨¦dica y a la escuela de Cajal. Quiz¨¢ por eso, nuestros dos titulares tuvieron una formaci¨®n internacional, una proyecci¨®n universal y una insobornable vocaci¨®n liberal.
De alg¨²n modo, este genotipo cultural nos ha servido de gu¨ªa en la construcci¨®n de nuestras fundaciones y debe seguir presente en la savia por la que discurra esta nueva fundaci¨®n fusionada. De ah¨ª que, si bien nuestras dos fundaciones, en su singladura independiente, asumieron la tarea de conservar, clasificar, ordenar y, en su caso, editar el acervo documental y bibliogr¨¢fico de nuestros titulares, siempre entendieron que el mejor homenaje al esp¨ªritu orteguiano y mara?oniano consist¨ªa en centrarse en torno a "los temas de nuestro tiempo". Por eso, nuestras fundaciones se vertebraron como centros de docencia, debate e investigaci¨®n, agrupados bajo el paraguas del Instituto Universitario de Investigaci¨®n Jos¨¦ Ortega y Gasset: una instituci¨®n interuniversitaria e interdisciplinar de tercer ciclo y naturaleza p¨²blica, sujeta a la evaluaci¨®n y control de las universidades que refrendan sus titulaciones, pero dirigida por nuestra fundaci¨®n.
En este sentido, conviene recordar y perseverar en nuestros or¨ªgenes. La Fundaci¨®n Jos¨¦ Ortega y Gasset, en un intento de practicar el dictum unamuniano de que la patria es el idioma, fue desde sus comienzos, en la segunda mitad de los a?os setenta, una instituci¨®n no tanto espa?ola como en espa?ol. De hecho, surgi¨® de la iniciativa de un grupo de j¨®venes investigadores de habla espa?ola que coincidieron en universidades inglesas y americanas de primer nivel. No es, pues, casual que m¨¢s del 40% de nuestros alumnos de posgrado, y una proporci¨®n similar de su cuerpo docente e investigador, vengan de fuera de Espa?a. Quiz¨¢ por ello, contamos hoy con m¨¢s de 15 sedes en cinco pa¨ªses distintos, con una biblioteca que es la m¨¢s visitada de la Red Iris del CSIC, m¨¢s de 100 colaboradores fijos, 150 investigadores, 850 profesores y m¨¢s de 2.500 alumnos.
Este esp¨ªritu, orientaci¨®n y composici¨®n debe mantenerse e incrementarse en la nueva Fundaci¨®n Ortega-Mara?¨®n. La uni¨®n de los dos apellidos emite una se?al que suma bastante m¨¢s que uno m¨¢s uno. Pero esta llamada no ser¨¢ suficiente ma?ana. Lo que sea de esta uni¨®n en el futuro, depender¨¢ de que seamos capaces de encastrar la ciencia, que nos viene del apellido Mara?¨®n, e integrarla en el universo cultural humanista que hemos heredado de nuestra identidad orteguiana.
Nuestras fundaciones han sido tambi¨¦n el producto de la uni¨®n de tres generaciones: la propia generaci¨®n de Mara?¨®n y Ortega, representada en nuestro primer patronato por Victoria Ocampo; la generaci¨®n que sobrevivi¨® a una guerra cruel y fratricida y a una posguerra miserable y vengativa, conservando la tradici¨®n liberal anterior, representada por Soledad Ortega Spottorno y Carmen Mara?¨®n Moya; y la generaci¨®n de una Espa?a transformada por el desarrollo econ¨®mico, el cambio social y la apertura cultural y acad¨¦mica al mundo occidental, a la que nosotros dos pertenecemos. Estamos convencidos de que el origen y desarrollo de nuestras fundaciones no es explicable sin el clima de libertad y tolerancia, mesura y buen sentido introducido en Espa?a por la Transici¨®n democr¨¢tica. Y solo en esa misma atm¨®sfera fructificar¨¢ la nueva fundaci¨®n.
El pensamiento ordenado nace de -y sobrevive por- la libertad de palabra. En este sentido, quiz¨¢ no sea casual que el derecho de todos a intervenir, parrh¨¦sia, que es el t¨¦rmino que utiliza Herodoto para caracterizar el r¨¦gimen pol¨ªtico ateniense, precediera y estuviera en el origen de la democracia. Pero la pareja socr¨¢tica del hablar no es solo o¨ªr; se requiere "escuchar": es la "consonancia" que exige la democracia. Gobernarse sobre el consentimiento mutuo -ya lo observ¨® Locke en el Segundo Tratado- implica di¨¢logo, de tal suerte que la democracia liberal es "discursiva" porque tiene una "base deliberativa".
Somos conscientes de haber vivido una ¨¦poca de excepcional ventura en Espa?a. En todos los ¨®rdenes. Pero, de unos pocos a?os a esta parte, las cosas han tomado un rumbo preocupante. Otra vez nos amenaza el pensamiento desordenado que se expresa en un tono y un fondo de crispaci¨®n. Una forma de pensar, en fin, que adem¨¢s constituye un agravante de la crisis econ¨®mica que padecemos, en cuanto que puede dificultar su salida. Nuestra fundaci¨®n no es ni debiera convertirse nunca en un lugar politizado, y menos a¨²n partidista. Quiz¨¢ por eso mismo, porque caben todos, pueda, en cambio, configurarse como un espacio modesto donde, unos y otros, puedan reunirse con comodidad para conversar razonablemente y debatir, con esp¨ªritu liberal, sobre las cuestiones que nos afectan e incluso buscar puntos de encuentro sobre los que poder construir consensos convenientes. En la medida en que la democracia consiste en un acuerdo de reglas fijas para resultados inciertos, es desde luego competencia en libertad. Pero tambi¨¦n concierto y acuerdo. La amistad c¨ªvica, koinonia, que dec¨ªan los antiguos, est¨¢ en el cimiento de la ciudad cl¨¢sica y es un activo democr¨¢tico que debemos preservar. En ello procuraremos estar tambi¨¦n.
y Gregorio Mara?¨®n es el vicepresidente.
Jos¨¦ Varela es presidente de la Fundaci¨®n Ortega-Mara?¨®n
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