Se mira (r¨¢pido) pero no se toca
Miles de aficionados hacen cola para sacarse una foto fugaz junto a la r¨¦plica de la Copa del Mundo
"Las l¨ªneas surgen de la base y se elevan en espirales hasta encontrarse con el mundo. De estas excepcionales tensiones din¨¢micas que se producen en el cuerpo compacto de la escultura brotan las figuras de dos atletas en el momento culminante de la victoria".
La descripci¨®n que hizo de su obra Silvio Gazzaniga, el escultor de la Copa del Mundo en los a?os setenta, fue solemne, de un corte m¨¢s fino, m¨¢s conceptual que la bienvenida que daba ayer una azafata a los aficionados ante la r¨¦plica del trofeo que gan¨® la selecci¨®n espa?ola.
-Venga por favor, se?ora, vaya pasando.
-Siguiente persona.
-La c¨¢mara, ?tiene preparada la c¨¢mara?
La gente, sin rechistar, pasaba, se hac¨ªa la foto y se iba enseguida para dejar sitio al que viniese despu¨¦s. Algunos intentaban que tuviese un detallito con ellos, pero chocaban con la estricta mec¨¢nica de la visita.
Una azafata met¨ªa prisa a la gente para que se hiciese la instant¨¢nea
El quid del asunto eran las c¨¢maras, donde quedaba la prueba del hito
-?Podemos hacernos una foto cada uno y luego los dos juntos?
-No, no, es por grupo.
Hab¨ªa que hacerlo todo r¨¢pido. La Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol llev¨® la r¨¦plica de la Copa del Mundo a la Real Casa de Correos, sede central de la Comunidad de Madrid, donde seguir¨¢ hoy, ¨²ltimo d¨ªa, y se form¨® una cola notable delante de la entrada, en el costado izquierdo del edificio, que se alargaba unos 150 metros por las callejuelas traseras.
Entre las nueve y media de la ma?ana y las ocho y media de la tarde pasaron aprisa 7.000 personas a¨²n apasionadas por un acontecimiento del que a estas alturas no queda ni rastro en las calles. A unos metros de la cola, en la Puerta del Sol, nada m¨¢s se ve¨ªa una pista de lo que ocurri¨® hace 12 d¨ªas: un cintur¨®n de cuero atado a la pezu?a izquierda del caballo de la estatua de Carlos III, a unos cinco metros, tan alta lleg¨® la euforia.
Se tardaba una hora en entrar para ver en el patio interior la joya de la corona, o la copia de la joya, m¨¢s bien, porque la FIFA es propietaria en exclusiva del trofeo original. La buena, la que levant¨® Iker Casillas el 11 de julio en Johannesburgo, pesa seis kilos, buena parte de ellos (cinco) oro de 18 quilates; la menos buena, por ser delicados, es de lat¨®n ba?ado en oro. Hasta parece m¨¢s achaparrada vista de cerca, pero puede que esto se deba a que cuando se ve una imagen de futbolistas subiendo esta copa se tienda a estilizarlo todo, sobre todo, si son de tu selecci¨®n.
Un ni?o de 14 a?os se ofreci¨® a contar las diferencias entre las dos copas. ?lvaro S¨¢nchez hablaba con gravedad, consciente de la importancia del momento: "Como ya sabes, es una r¨¦plica con una fina capa de oro. Esta pesa cuatro kilos; la otra seis, pero es la que nos quedamos nosotros". Lo sab¨ªa todo el chaval. "Es que yo soy espa?ol, y esas cosas se deben saber", dec¨ªa con aplomo, tan cachazudo como Vicente del Bosque en una rueda de prensa.
Pero all¨ª no se estaba para medir la pureza de la copa, encerrada en una vitrina de metacrilato, ni para observarla con detenimiento, sino para posar, ponerse al ladito de la copa, sonre¨ªr (algunos hac¨ªan un gesto sobrepasado por las circunstancias: "Yo aqu¨ª, Dios m¨ªo, con la Copa del Mundo...), sacarse la foto y luego, fuera de la cola, pararse a mirar la imagen. Y es que en realidad nadie miraba la copa, sino la copia de la copia, es decir, la imagen que acababan de lograr en un proceso de posado y foto veloz.
Ay, pero qu¨¦ pasaba cuando uno no quedaba contento con el resultado...
-"Oiga, que me ha cortado los pies, ?me puede hacer otra foto?", le dijo un aficionado al chico que cog¨ªa las c¨¢maras de la gente y los fotografiaba.
-"Caballero, lo importante es la copa", le respondi¨® el fot¨®grafo, que luego se qued¨® mascullando, despu¨¦s de tirar su mil¨¦sima foto: "Que me ha cortao los pies, que me ha cortao los pies...".
La ceremonia se basaba en la foto, pero hab¨ªa otra actividad que a la gente le llam¨® bastante, firmar en un libro de agradecimiento a los futbolistas y decirles todo lo que uno quisiera decir y no puede, porque los chicos ya est¨¢n lejos, cada uno en su pedacito de playa. "Siempre con Espa?a desde Ecuador", se le¨ªa en una firma; "Quiero salir de fiesta con vosotros", en otra, acompa?ada de un n¨²mero de tel¨¦fono.
Una de las leyendas era formal y agradecida de coraz¨®n, tan sentida... "Gracias Espa?a por traer la Copa del Mundo de parte de toda mi familia Molocho Arango. Especial de mi padre Alejandro, hermano Luis Alberto y de mi sobrino, Luis Alonso Molocho Aponte".
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