Catalu?a, una plaza olvidada
La Catalu?a taurina vive una encrucijada hist¨®rica: su ser o no ser como escenario presente y futuro o pasado de la tauromaquia. Razones variadas y complejas justifican que una tierra que anta?o vibr¨®, y de qu¨¦ manera, con las m¨¢s grandes gestas de toros y toreros y convirti¨® a Barcelona en el centro del mundo taurino se debata hoy entre la prohibici¨®n o no de la permanencia de los toros en su territorio.
La extraordinaria irrupci¨®n del turismo en la d¨¦cada de los sesenta y su indiscutible influencia sobre la calidad del espect¨¢culo; las nuevas opciones de ocio surgidas al hilo del progreso econ¨®mico; la desidia de los taurinos, que han permitido irresponsablemente la desaparici¨®n paulatina de la afici¨®n, y, por encima de todo, una ofensiva pol¨ªtica sin precedentes, dur¨ªsima y constante, contra las corridas de toros han desembocado en la situaci¨®n actual.
As¨ª las cosas, dos verdades parecen inamovibles: por un lado, que la fiesta de los toros ha ostentado un protagonismo capital en la reciente historia de esta comunidad; por otro, que el debate parlamentario sobre la desaparici¨®n o no de los toros en Catalu?a se produce entre la aton¨ªa generalizada de la sociedad catalana, que hace a?os dio mayoritariamente la espalda al espect¨¢culo taurino.
Sea cual sea el resultado de la votaci¨®n, parece que la sociedad ha dictado sentencia: los toros ya no forman parte de su estructura econ¨®mica, social y cultural.
A ra¨ªz de que se presentara en el Parlament la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) contra los espect¨¢culos taurinos y fuera admitida a tr¨¢mite, el taurinismo andante se llev¨® las manos a la cabeza e inici¨® una campa?a contra lo que acertadamente considera un atentado contra la libertad y una estocada en el hoyo de las agujas de una tradici¨®n catalana que no debe ser erradicada por los pol¨ªticos.
Llama la atenci¨®n, no obstante, que hasta el d¨ªa de hoy ning¨²n representante de los diversos sectores de la fiesta se haya atrevido a hacer un p¨²blico examen de conciencia sobre su responsabilidad en este asunto. Es verdad que el nacionalismo ha arremetido sin piedad contra la fiesta y ha utilizado todos los mecanismos legales a su alcance para su inmediata erradicaci¨®n, pero la embestida pol¨ªtica ha encontrado un adecuado caldo el cultivo en el seno de una sociedad para la que los toros son un reducto del pasado.
Casi con toda seguridad, la convulsi¨®n creada en el taurinismo llega tarde. Las proclamas a favor de la libertad, los manifiestos de gente de la cultura y la intelectualidad, y el fervor sincero y solitario de los pocos aficionados que todav¨ªa lo son en esta tierra alzan sus voces en un desierto sin eco taurino.
Sin duda alguna, la supervivencia o no de los toros en Catalu?a vuelve al primer plano por una iniciativa estrictamente pol¨ªtica. Pero que nadie se llame a enga?o: la fiesta estaba moribunda y con muy escasas posibilidades de recuperaci¨®n antes de que la ILP entrara en el registro del Parlament. Parece cierto que solo la reaparici¨®n de Jos¨¦ Tom¨¢s en la temporada 2007 impidi¨® que la familia Bala?¨¢ echara el cierre a la plaza Monumental ante la falta de raigambre popular. Parad¨®jicamente, el propietario del coso puede ser uno de los grandes beneficiados si se confirma la prohibici¨®n, porque la ILP encomienda al Gobierno que establezca la correspondiente compensaci¨®n econ¨®mica a los perjudicados.
?Qu¨¦ ocurrir¨¢ a partir de ahora? Sea cual sea el veredicto parlamentario, lo que parece claro es que el espect¨¢culo taurino est¨¢ seriamente herido en esta Comunidad: si triunfa la propuesta abolicionista, se dar¨¢ carta de naturaleza a una realidad, cual es que en Catalu?a no hay afici¨®n a los toros, y la Monumental de Barcelona -¨²nica plaza catalana que permanece abierta- dejar¨¢ de programar festejos taurinos a partir de enero de 2012, fecha aceptada en el tr¨¢mite de la ILP a propuesta de CIU; si, por el contrario, no sale adelante... ?se s¨ª que ser¨ªa un problema, porque pondr¨ªa a los taurinos ante el espejo de su propia incapacidad, una de las causas fundamentales de la crisis actual. Se habr¨ªa ganado la batalla de la libertad, pero nadie puede asegurar que esa victoria se tornara en un revulsivo para afrontar, con seriedad, los problemas de la fiesta de los toros en Catalu?a y fuera de ella.
He aqu¨ª la cuesti¨®n: ser o no ser. La discusi¨®n entre la permanencia o la desaparici¨®n de una fiesta que fue ayer protagonista y hoy no es m¨¢s que un reducto del pasado en una tierra que mira hacia otro lado.
La tauromaquia no desaparecer¨¢ nunca de Catalu?a, porque aqu¨ª escribieron p¨¢ginas gloriosas los m¨¢s grandes toreros de la historia; en el recuerdo de muchos catalanes permanece la emoci¨®n que desprendieron Manolete, Arruza, Bienvenida, Ord¨®?ez, Chamaco, Bernad¨®, y tantos otros que dejaron huella. La tauromaquia es un arte y no admite discusi¨®n parlamentaria.
Lo que est¨¢ en juego es el espect¨¢culo, obsoleto, aburrido, decadente y manipulado por obra y gracia de los toreros, ganaderos, empresarios, apoderados, periodistas... Ese espect¨¢culo que ha expulsado a tantos buenos aficionados es el que est¨¢ en entredicho. Por culpa de tanto olvido y tanto desapego, existe el riesgo cierto de que una ley convierta en normal lo que en la calle es, por desgracia, un sentimiento natural.
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