Sinceridad
Este fin de curso pol¨ªtico ha estado dominado por dos acontecimientos casi coincidentes y por tanto forzosamente vinculados entre s¨ª: la toma de postura ante la sentencia del Constitucional sobre el Estatut y el debate en el Congreso sobre el estado de la naci¨®n que le ha servido de caja de resonancia. Comencemos por este ¨²ltimo, en el que se examinaban ante las c¨¢maras tanto el jefe de la oposici¨®n como el presidente del Gobierno. Y aunque casi todas las encuestas post debate han arrojado resultados dispares que rozan el empate a los puntos, en un juego de suma negativa que perjudica a ambos por igual, quiz¨¢s estuviera m¨¢s acertada la del CIS, que proclam¨® vencedor a Zapatero. Es verdad que su veredicto no es del todo fiable, pues habr¨ªa que descontar su sesgo oficialista progubernamental. Pero lo cierto es que en su primera r¨¦plica, aunque no en su exposici¨®n inicial, Zapatero pareci¨® exhibir mayor poder de convicci¨®n que su rival.
?Est¨¢ de verdad dispuesto Zapatero a sacrificarse pol¨ªticamente?
Al presidente le han aconsejado decir la verdad en sus mensajes
?Convincente Zapatero? ?C¨®mo es posible, dada su probada volubilidad de fun¨¢mbulo profesional? Hay una posible explicaci¨®n. En la ¨²ltima ocasi¨®n en que fue llamado por La Moncloa, su primer asesor en discurso pol¨ªtico (framing), el c¨¦lebre ling¨¹ista californiano George Lakoff (ya se sabe: el de "no pienses en un elefante"), le recomend¨® para salir del atolladero un nuevo encuadre o marco interpretativo (frame) de seguro ¨¦xito infalible: la sinceridad. Cuando no sabes c¨®mo justificar lo inexplicable, la mejor disculpa es decir la verdad. Y es lo que ha venido haciendo Zapatero desde aquel aciago fin de semana, a primeros de mayo, en el que el euro estuvo a punto de hundirse por la crisis de la deuda soberana, y la UE decidi¨® como ¨²ltimo recurso proceder a un draconiano ajuste fiscal obligatorio para todos los pa¨ªses por igual, empezando por Espa?a. Y a su vuelta de Bruselas, Zapatero nos tuvo que decir la verdad: me veo obligado por las circunstancias econ¨®micas a traicionar mis convicciones sociales.
Y es lo mismo que ahora ha vuelto a hacer en su discurso del estado de la naci¨®n: decir la verdad con toda sinceridad como ¨²nica forma de justificarse. Esta es la m¨¢s eficaz l¨ªnea narrativa que ahora preside todo su discurso. Pero para componer un relato pol¨ªtico no basta con una l¨ªnea argumental, aunque est¨¦ basada en la sinceridad. Adem¨¢s, hace falta otra cosa, y es encontrarle alg¨²n sentido ¨²ltimo a su narraci¨®n. Pues bien, Zapatero tambi¨¦n fue capaz de encontrarle un mensaje finalista al relato de su discurso en el debate de la naci¨®n: y ese sentido ¨²ltimo fue su sacrificio, su auto-inmolaci¨®n: me sacrificar¨¦ por Espa?a "me cueste lo que me cueste". Un mensaje final de tipo redentor o mesi¨¢nico, plenamente acorde con la tradici¨®n cristiana, que resulta de seguro ¨¦xito ret¨®rico si se pronuncia con la suficiente convicci¨®n. Pero dado el historial de Zapatero, para que semejante mensaje de sacrificio redentor resulte convincente, o al menos cre¨ªble, hacen falta algo m¨¢s que buenas palabras proferidas en p¨²blico. Y lo que hace falta es que ese sacrificio sea real: ?est¨¢ de verdad dispuesto Zapatero a sacrificarse pol¨ªticamente en bien del inter¨¦s general? ?Renunciar¨¢ para ello a encabezar la candidatura socialista en 2012?
Pero dejemos el sacrificio y volvamos a la sinceridad. No s¨¦ si Zapatero fue sincero en su discurso sobre el estado de la naci¨®n. Pero desde luego sus interlocutores, a excepci¨®n de IU, no lo fueron en absoluto. Ni lo fue Rajoy, al silenciar su programa oculto, ni lo fueron los nacionalistas, que continuaron escandaliz¨¢ndose por la sentencia del Estatut. Y en lugar de ser sinceros, admitiendo que el Constitucional hab¨ªa resuelto el problema planteado por la ambig¨¹edad confederal del Estatut, lo que hicieron fue redefinir el sentido de la sentencia para fabricar as¨ª un nuevo problema artificial en la agenda p¨²blica espa?ola. Seg¨²n ellos, hay que volver a empezar como S¨ªsifo su eterna lucha irredenta, subiendo de nuevo por la pendiente cuesta arriba la roca del raca-raca soberanista. Por eso dicen ?y ahora qu¨¦? Despu¨¦s de la sentencia, ?c¨®mo se replantea el encaje de Catalu?a en Espa?a?
Pero tambi¨¦n aqu¨ª hay que exigir sinceridad. O al menos, 'claridad' (otro sin¨®nimo de la sinceridad), seg¨²n decret¨® el Supremo canadiense para admitir la posible secesi¨®n de Quebec. Que todos proclamen con sincera claridad qu¨¦ tipo de v¨ªnculo plantean entre Catalu?a y Espa?a. ?La secesi¨®n, como pide ERC? ?Un v¨ªnculo unitario, como parece pedir el PP, traicionando el modelo auton¨®mico? ?Un v¨ªnculo federal, como sol¨ªa pedir el PSC y hace posible la sentencia del Constitucional? ?O un v¨ªnculo confederal como parece pedir CiU, lo que exige cambiar por consenso la Constituci¨®n espa?ola?
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