Son ellos: los 'mods'
El soul, los Who, Quadrophenia, las parkas, Fred Perry, Lambretta, Vespa, el pop art, Paul Weller y los Jam y las anfetaminas, bastantes anfetaminas. Estos son los s¨ªmbolos m¨¢s t¨®picos de los mods, adoradores de lo kitsch, adictos a la iconogr¨¢fica d¨¦cada de los sesenta. Pero esta minoritaria tribu urbana juvenil, como salida de Cu¨¦ntame, todav¨ªa permanece en la brecha. Orgullosa, eso s¨ª, de su intencionado ostracismo. Porque ser mod es ser distinto. Nada de masas, sino de sociedad casi secreta a la que se accede por inquietud no solo musical. Tambi¨¦n vital: dandismo en el porte, culto al ego y actitud gamberra.
2010. En el coraz¨®n de Madrid o de cualquier ciudad del primer mundo. Es s¨¢bado en la noche y suena en la sala m¨²sica decididamente negra. Es northern soul, algo as¨ª como las caras B del soul. Y en la pista danzan los mods. Como un Dry Martini, agitados pero no revueltos, chicos con traje de muar¨¦, hecho a medida o directamente del arc¨®n del abuelo, y flequillos de peluquer¨ªa a lo Austin Powers, bailan fren¨¦ticamente junto a chicas con el pelo a lo gar?on. Lo hacen hasta alcanzar el fin ¨²ltimo de toda farra: ver amanecer. Los brazos pegados al cuerpo y como levitando. Cazadores blancos, corazones negros.
Se trata de una actitud vital: dandismo en el prote, culto al ego y actitud gamberra
Se cuentan por decenas. No m¨¢s. Pero disfrutan de su allnighter (toda la noche) como si fuera el ¨²ltimo. Y van al ba?o a cada poco, entre otras cosas publicables, para acicalarse ante su exigente muy mejor amigo, el espejo. Incluso se pintan la raya del ojo. Y, s¨ª, son ellos. Porque ellas esperan bolso corto en jarras, modositas con sus faldas A-Line, solo unos cent¨ªmetros por encima de la rodilla. Horas antes, han llegado a la caverna en motos Lambretta y Vespa restauradas, abrigados todos, y todas, con parkas de color verde olivo del Ej¨¦rcito de Estados Unidos, ahora abultando en el ropero del club. No hay evoluci¨®n, su modernidad es un permanente retorno al pasado bajo el lema de vivir deprisa: "Espero morir antes de llegar a viejo" (canci¨®n My generation, The Who, 1965).
Todo, claro est¨¢, parece sacado del ba¨²l de los recuerdos de Karina. Porque ?qu¨¦ hacen sobre una Vespa de hojalata un tipo parecido al Paul McCartney del She loves you y una chica clon de Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma? Vivir sin aliento su condici¨®n de mods, siempre retro alimentada por el fil¨®n de los sesenta: los Beatles, Brigitte Bardot, James Bond, el mayo del 68, el Soho londinense, los beatniks, el Mini, JFK y pel¨ªculas como Blow Up o ? bout de souffle.
Son antiguos, son modernos. Son ye-y¨¦s, son elegantes. Son como Raphael y Concha Velasco, mejor a¨²n cuando era Conchita. Viven su desarrollismo para volver siempre al origen: "Vivimos anclados en los sesenta, extra?o dilema el que se nos presenta, gozar de una ¨¦poca que nunca fue nuestra" (tema Ni un paso atr¨¢s de Chicos del S¨¢bado, Barcelona, 2007). Y ans¨ªan ser diferentes: "Con patillas largas, estrecho pantal¨®n, un jersey a rayas aunque llame la atenci¨®n" (tema Soy as¨ª de Los Salvajes, Barcelona 1966).
La aventura mod, a¨²n vigente, parti¨® de un nuevo concepto en la Europa de posguerra del siglo XX: el tiempo libre. La juventud obrera inglesa de finales de los cincuenta tiene pasta en los bolsillos y se la gasta en m¨²sica y juergas. Y se empieza a escuchar modern jazz (de ah¨ª vendr¨ªa el t¨¦rmino mod), reggae, rhythm and blues pre soul, ska, beat y garage. Y abren nuevos clubes nocturnos. Y, as¨ª, siempre r¨¢pido, quedan seducidos por las noches de speed -las drogas entran en su recetario- al cobijo de una grey igual de orgullosa: su m¨²sica, su ropa, su pelo, su moto, su enemistad patibularia con los rockers, fan¨¢ticos de los a?os cincuenta.
Ah¨ª siguen los mods hasta hoy, en su gueto feliz, asomando la cabeza cardada en concentraciones como el Euroyey¨¦ gijon¨¦s, la convenci¨®n Small Faces de Londres o el Purple Weekend leon¨¦s. Todo sea por seguir viviendo en la era pop (tema de Los Flechazos, Le¨®n, 1988).
Iv¨¢n Castell¨® es periodista
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.