El desnudo sin sexo
Agosto es un mes er¨®tico, es angostura, gusto, gesto, ganas, gula, goce. Y gran parte de ese festival de sensualidades, deseos y concupiscencia tiene lugar en las playas. Siempre ha sido as¨ª. La orilla de los mares a la que acude m¨¢s de medio Madrid durante estos d¨ªas es una pasarela sexual. Desde hace siglos, la moda de los ba?adores, la progresiva disminuci¨®n de su tela, ha convertido a la playa en un s¨ªmbolo del aperturismo sexual de los espa?oles. Y, desde luego, ha sido el reflejo de la gran desinhibici¨®n de otros pa¨ªses respecto a nuestro pudor.
Las playas, sin embargo, son mucho m¨¢s que una excitante alfombra de agua y arena. Porque el cuerpo desnudo de repente se desacraliza, la org¨ªa de carne exhibida no representa en todo momento una escena er¨®tica, sino que se trata de un escaparate con toda la casquer¨ªa del ser humano, un men¨² de muslos fl¨¢cidos, de barrigas peludas, de tobillos hinchados, de tatuajes vah¨ªdos, de ingles mal depiladas. El cuerpo es todo eso, es repulsi¨®n y es atracci¨®n, es la versi¨®n c¨¢rnica del alma.
Algunos naturistas creen que la igualdad entre sexos pasa por la p¨¦rdida del pudor y del libido
Pero es cierto que entre las se?oras mayores abriendo tuppers, los maridos gordos leyendo el Marca y los ni?os metiendo olas en un agujero, siempre hay un fogonazo de sexualidad. El erotismo del desnudo es intachable. Sin embargo, ¨²ltimamente se quiere utilizar su potencial para otros fines. Las manifestaciones contra los toros, las protestas en las calles contra los abrigos de piel o contra la tala de ¨¢rboles se han basado en el desnudo, en personas sin ropa ensangrentadas o cautivas en jaulas imitando a los miuras, a las nutrias o a las acacias. Incluso el arte, como las fotograf¨ªas de Spenser Tunick, tratan la desnudez despoj¨¢ndola de erotismo.
El innegable reclamo de la piel se pone al servicio de una causa supuestamente noble, seria y superior ante la que ser¨ªa una aberraci¨®n tener un pensamiento impuro y, mucho menos, una erecci¨®n. Parad¨®jicamente, la gran naturalidad del desnudo, su exposici¨®n abierta y sana, su liberaci¨®n total, acaba creando una censura sexual, una mala conciencia para quienes, irremediablemente, se excitan frente a un pecho, un muslo o un sexo tumbado sobre la acera de Preciados o Las Ventas.
La fiebre del nudismo, su creciente reivindicaci¨®n, como la que tuvo lugar antes de ayer en la piscina de la Complutense de Madrid, donde se permiti¨® tomar el sol sin ba?ador, aboga por despojar al cuerpo de sus vibraciones m¨¢s primarias. Los naturistas, que cuentan ya con 18 asociaciones en toda Espa?a, reclaman la asexualidad de los cuerpos. Defienden que su exhibici¨®n total reduce la diferencia entre los g¨¦neros. Parece que en su planeta ideal no existir¨ªa la excitaci¨®n visual, los cuerpos de los hombres y las mujeres se asemejar¨ªan como el de los androides o los clicks de Fam¨®bil; la chispa sexual, imagino, tendr¨ªa lugar ¨²nicamente a trav¨¦s del contacto f¨ªsico o, qui¨¦n sabe, quiz¨¢ en el momento en que dos personas se mirasen a los ojos experimentando una nueva dimensi¨®n de lujuria extra sensorial.
Progresa una corriente naturista que da a entender que el grado m¨¢ximo de la igualdad entre los hombres y las mujeres debe de ser este: una sociedad sin pudor y, a la vez, sin tanta libido o, al menos, sin tanto morbo. Tambi¨¦n sin prejuicios f¨ªsicos porque se trata de convertir la piel en transparencia. Para algunos naturistas y pol¨ªticos parece que el sexo nos marca negativamente, que nos segrega, que las diferencias entre los hombres y las mujeres habr¨ªan de ser erradicadas hasta el punto de lograr vernos desnudos y no sentir nada. Es obvio que todav¨ªa hay abismos legales y sociales inadmisibles entre ambos sexos, que es intolerable cualquier clase de discriminaci¨®n sexual. Pero en ocasiones, el equilibrio entre los hombres y las mujeres ha de establecerse atendiendo precisamente a las diferencias entre los g¨¦neros, oyendo sus diferentes reclamos y necesidades, y no queriendo establecer una tabla rasa de igualdad (y menos f¨ªsica).
Antes de ayer algunos nudistas se quejaron por ser observados lascivamente en la piscina de la Complutense por vestidistas, como ellos los denominan. Y todav¨ªa hay chicas que miran mal a los hombres que las miran cuando hacen top less. Es posible que alg¨²n d¨ªa esto no pase, que las relaciones entre los seres humanos se purifiquen y los cuerpos desnudos ya no nos exciten. Y a ustedes, este porvenir ?les pone?
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