De monjas, disfraces y decoradores
La historia de una casa que fue convento, palacio y almac¨¦n de ropa
Cuando Lorenzo Castillo ley¨® que el arquitecto y dise?ador de interiores Renzo Mongiardino "trabajaba en pijama y zapatillas y viv¨ªa en un palacio" decidi¨® que ¨¦l quer¨ªa hacer lo mismo. La casa-estudio de este decorador madrile?o es ese sue?o hecho realidad. Un pisazo de 1.000 metros cuadrados en plena calle de la Magdalena (entre Ant¨®n Mart¨ªn y Tirso de Molina). Castillo se enamor¨® de su fachada neocl¨¢sica, "elegant¨ªsima", pero vi¨¦ndola tan discreta y descascarillada, uno no espera el lujo que hay dentro. Se entra por las antiguas caballerizas, reconvertidas en un vergel de helechos y chaises longues. Cuando el inquilino es decorador, su hogar se convierte en tarjeta de presentaci¨®n. "Aqu¨ª pruebo mis ideas", dice Castillo, que se gast¨® la mitad de lo que le cost¨® el piso en reformarlo. Para pagarlo subast¨® el mobiliario de su anterior casa. No le import¨®: "Estamos aqu¨ª de paso", dice refiri¨¦ndose a la vida, "no entiendo a la gente que acumula, el placer est¨¦tico es un juego". ?l juega a combinar arte contempor¨¢neo con retratos ecuestres y gasta un gusto exquisito: en el ba?o de servicio ("muy Bauhaus") quer¨ªa paredes de rayas blancas y negras, pero en vez de pintarlas combin¨® marmol griego y de Zimbabue.
Cuando Castillo decidi¨® "recuperar este patrimonio", su casa era el almac¨¦n de disfraces Hermanos Peris ("hab¨ªa una sala de las estrellas con trajes de Ava Gardner o Audrey Hepburn"). "Antes de eso fue palacio de los condes de Torrijos, que, seg¨²n cuentan, ten¨ªan goyas y grecos, y antes convento", explica Castillo, "pero si averiguas algo m¨¢s cu¨¦ntamelo".
La genealog¨ªa de una casa madrile?a empieza por mirar si hay fecha en su portal. La hay: 1858. Uno de los primeros lugares donde acudir es el Servicio Hist¨®rico del Colegio de Arquitectos, tristemente diezmado hace unas semanas de parte de su personal. Pero, crisis mediante, siguen ofreciendo datos: en la finca -reformada en el XIX y con un nivel de protecci¨®n 2 (estructural)- hubo desde mediados del XVIII casas del convento de la Magdalena. Para encontrar los legajos originales, la siguiente parada es el Archivo de Villa. Est¨¢ en el cuartel del Conde Duque y en obras, pero, andamios mediante, el expediente aparece. En papel amarillento y con caligraf¨ªa rimbombante acredita que la obra de 1858 fue una ampliaci¨®n de la due?a, do?a Patrocinio Borreguero de P¨¦rez Hern¨¢ndez. El engolado lenguaje decimon¨®nico no tiene desperdicio. De muestra, esta nota de disculpa para el t¨¦cnico municipal: "Me atrevo a manifestar a Vuestra Se?or¨ªa que estando se?alados otros dos actos de igual naturaleza el mismo d¨ªa y a la propia hora debiendo intervenir en todos el mismo arquitecto no puede personarse y es indispensable que Vuestra Se?or¨ªa tenga a bien designar otro d¨ªa o el mismo si as¨ª lo estimase, aunque a distinta hora". La informaci¨®n no sirve de mucho, sin embargo, es hermoso que se conserven cosas as¨ª. Tirando del hilo, las archiveras producen otro expediente, este microfilmado, de 1775. Es la licencia para constuir una casa anexa al convento. La firma el mism¨ªsimo Ventura Rodr¨ªguez (arquitecto de Cibeles o Neptuno), entonces maestro mayor del Ayuntamiento. Con caligraf¨ªa redondita y mucha sensatez, Rodr¨ªguez da luz verde al edificio, pero exige que los balcones est¨¦n calculados "para que al pasar un hombre a caballo no d¨¦ en ellos con la cabeza". Un detalle menor, de acuerdo, pero as¨ª tambi¨¦n se escribe la historia.
Internet es el otro gran archivo a consultar. Entre blogs, pornograf¨ªa y tonter¨ªas varias se encuentran cosas como un estudio sobre los negocios inmobiliarios de los conventos femeninos del XVIII, un listado de las actas del convento de la Magdalena desde su construcci¨®n en 1571 hasta su derribo en 1839 o el plano de Pedro Texeira (de 1656) en versi¨®n interactiva (divertid¨ªsima, en serio). Con todo ello se construye la biograf¨ªa de una casa que naci¨® como una rentable inversi¨®n de las monjas agustinas calzadas, quienes llegaron a alquilarla por 14.000 reales (la m¨¢s cara de su tipolog¨ªa). Y as¨ª fue pasando gente hasta que un d¨ªa del siglo XXI Lorenzo Castillo, camino del Rastro, se prend¨® de este "caser¨®n vetusto tan madrile?o" y entr¨® a formar parte de la historia m¨ªnima de una ciudad.
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