De P¨¦rgamo, el pergamino
Visita a dos de las grandes bibliotecas del pasado, focos de cultura mediterr¨¢nea
Los restos de dos de las bibliotecas m¨¢s antiguas del mundo occidental se encuentran en P¨¦rgamo y ?feso (Turqu¨ªa). De la de Alejandr¨ªa no queda nada, aunque ahora se alza una nueva edificaci¨®n majestuosa. De la de P¨¦rgamo solo se conservan basamentos y lienzos de muros. Donde antes crec¨ªan los papiros y pergaminos, ahora lo hacen las hierbas y las margaritas. Fue la segunda biblioteca m¨¢s importante de la antig¨¹edad despu¨¦s de la de Alejandr¨ªa. Se hallaba en la parte oriental de la ciudad, entre el templo de Trajano y el vest¨ªbulo norte del santuario de Atenea. Fue construida en tiempos de Eumenes II (197-159 antes de Cristo).
01 P¨¦rgamo
Estoy ahora delante de sus despojos y me imagino las diversas estancias, as¨ª como el amplio sal¨®n de lectura. Es la ¨²nica biblioteca helen¨ªstica descubierta. Han desaparecido las paredes de las caras sur y este, pero a¨²n se distingue el interior de las habitaciones. Los agujeros visibles en la superficie de las dos paredes del sal¨®n de lectura sujetaban, seguramente, los ganchos sobre los cuales se colgaban las estanter¨ªas de madera. Para proteger los escritos de la humedad, el sal¨®n ten¨ªa paredes dobles y las estanter¨ªas estaban igualmente separadas de la piedra. Los arque¨®logos confirman que su esp¨ªritu helen¨ªstico se mantuvo durante el imperio romano. Lo mismo sucedi¨® en ?feso.
La sala de lectura de la biblioteca de P¨¦rgamo estaba presidida por una gran estatua de la diosa Palas Atenea. Esta magn¨ªfica escultura la contempl¨¦ en Berl¨ªn. Excepto los brazos, el resto del cuerpo se mantiene muy bien. No conserva el oro ni el marfil que la cubr¨ªan, pero ya es bastante gratificante que sobreviviera durante m¨¢s de 2.000 a?os. Se model¨® a imagen y semejanza de la estatua de Atenea Partenos. El casco estaba compuesto por tres penachos.
El basamento a¨²n acoge, en perfecto estado, seis de las diez figuras esculpidas que no han podido identificarse. El discreto tama?o del inmueble me siembra dudas. ?Cab¨ªan aqu¨ª los 200.000 rollos de los que se hablan? Probablemente esta fue la sede central y se acondicionaron adem¨¢s otros edificios contiguos como dep¨®sitos para el resto de los fondos. La instituci¨®n no se libr¨® de saqueos e incendios. Parte de la gran biblioteca de Alejandr¨ªa se quem¨® (le pas¨® varias veces a lo largo de los m¨¢s de ocho siglos de existencia) a causa de las escaramuzas provocadas por el desembarco de Julio C¨¦sar. Marco Antonio, posteriormente, le prometi¨® a su amante Cleopatra reponer parte de los fondos desaparecidos tray¨¦ndoselos de P¨¦rgamo. ?El asesino de Cicer¨®n cumpli¨® la promesa? No lo sabemos. Pasados los siglos, ambas bibliotecas sucumbieron definitivamente a la barbarie.
El pergamino se difundi¨® en P¨¦rgamo debido a la prohibici¨®n egipcia de exportar papiros. Los ptolomeos pretendieron as¨ª mantener la superioridad bibliogr¨¢fica de su capital imperial. La biblioteca de P¨¦rgamo, el templo de Trajano, el santuario de Atenea (la maravillosa puerta monumental tambi¨¦n la contempl¨¦ en el cuidad¨ªsimo Museo de P¨¦rgamo en Berl¨ªn), el espectacular teatro colgado sobre una empinad¨ªsima ladera, los palacios, el altar de Zeus (igualmente en Berl¨ªn), el ¨¢gora, los caminos enlosados, el templo de Dionisio, el santuario de Dem¨¦ter, el gimnasio, las murallas, las puertas, el templo de Serapis y el santuario de Asclepio. Caracalla, que hab¨ªa restaurado el templo de Dionisio, acudi¨® al Asclepion para ser tratado por medio de sue?os. El dios de la salud lo despreci¨® no envi¨¢ndole ninguno. El templo se encontraba rodeado de manantiales. Tambi¨¦n se recordaba al dios de la convalecencia, Telesforo; y a Hygeia, de donde proviene la palabra higiene. Galeno era de P¨¦rgamo y ejerci¨® aqu¨ª la medicina. Hab¨ªa aprendido siendo m¨¦dico de una escuela de gladiadores. Filetarios, Eumenes I, Atalos I y Eumenes II fueron algunos de los gobernantes de P¨¦rgamo. Este ¨²ltimo permiti¨® la escolarizaci¨®n de las ni?as. La antigua ciudad de P¨¦rgamo es uno de los espacios arqueol¨®gicos m¨¢s majestuosos que he visto jam¨¢s.
02 ?feso
Las ruinas de la antigua ciudad de ?feso se encuentran a la misma altura en importancia que su vecina P¨¦rgamo. All¨ª a¨²n se encuentra en pie la bell¨ªsima fachada de la biblioteca de Celso. Tiberio Julio Aquila mand¨® construirla, en el a?o 135 despu¨¦s de Cristo, en honor de su padre, Tiberio Julio Celso, gobernador general de la provincia de Asia. El paramento exterior del edificio permanece casi intacto. Es como un gran decorado. Enga?a a la vista haci¨¦ndonos suponer que, tras ella, hay algo m¨¢s. Desgraciadamente, a sus espaldas se alza el impresionante vac¨ªo. Ascendemos al interior a trav¨¦s de nueve escalones. En el frontispicio hay cuatro nichos que alojan, todav¨ªa, a las cuatro estatuas que simbolizan la sabidur¨ªa, la virtud, la ciencia y la fortuna.
La tumba de Celso se encuentra en la parte posterior de la biblioteca. Llego al hipogeo descendiendo por unos escalones que surgen a mano derecha. Luego atravieso un angosto y tortuoso corredor de casi veinte metros de largo. De repente, el m¨¢rmol blanco del sarc¨®fago me deslumbra. Est¨¢ cuidadosamente decorado con serpientes y otras varias representaciones de Eros, Nik¨¦ y Medusa.
Pocas emociones tan profundas e indescriptibles como las que sent¨ª frente a la fachada de la biblioteca de Celso. Sentado en las gradas de acceso, me imagino ser uno de aquellos asiduos usuarios. Ahora entablo una amena charla con un grupo de muchachos y muchachas que han sido abandonados, temporalmente, por los padres. Son quincea?eros. Han encontrado acomodo en las escaleras de la biblioteca y mientras los progenitores reanudan la visita, ellos se divierten jugando con los ordenadores port¨¢tiles. "?No os interesa esta visita?", les digo yo. "?No!", responden todos al un¨ªsono. Y a?ade una chica que contempla c¨®mo juegan los dem¨¢s: "Demasiadas piedras. Todo es igual. Estamos cansados". "?No os emociona pisar las mismas losas que otros caminaron hace tantos siglos", insisto. "?En absoluto!", vuelve a replicarme la muchacha, que, como sus compa?eros, ni siquiera ha tenido la delicadeza de mirarme a la cara. En el mismo lugar donde se le¨ªan los rollos y los pergaminos, ahora campan estas m¨¢quinas infernales que les roban el alma a estos muchachos. Yo me doy por vencido y contin¨²o mi andadura. ?Somos los ¨²ltimos que a¨²n nos sentimos vinculados con el pasado?
Por los ventanales abiertos del primer piso de la biblioteca de Celso se colaba el azul, a?il, radiante del d¨ªa. Luego volv¨ª a subir y bajar lentamente por la V¨ªa de los Curetos. La Virgen Mar¨ªa y san Pablo la recorrieron muchas veces. El de Tarso fue un extraordinario escritor, pero tambi¨¦n, curiosamente, uno de los m¨¢s grandes pir¨®manos de libros. Hab¨ªa que destruir la literatura pagana para introducir el cristianismo. El pueblo de ?feso se sublev¨® contra ¨¦l y lo expuls¨® de la ciudad. San Pablo llevaba viviendo all¨ª desde hacia varios a?os. El enfrentamiento con el paganismo cost¨® numerosas v¨ªctimas. San Pablo tuvo un gran conflicto con el joyero Demetrio. El artesano fabricaba im¨¢genes de la omnipotente diosa Artemisa. El cristiano las destru¨ªa y clamaba contra ellas. Esa actitud le provoc¨® una gran animadversi¨®n.
Tambi¨¦n en la antigua ?feso residi¨® san Juan. Cuid¨® de la Virgen y muri¨® all¨ª despu¨¦s de redactar parte del Nuevo Testamento. Desde el mar, los marineros que alcanzaban la costa de esta parte occidental de la pen¨ªnsula de Anatolia contemplaban las columnas del templo de Artemisa y las empinadas gradas del teatro. El r¨ªo K¨¹c¨¹k Menderes, el antiguo Caistro, desemboca en el mar Egeo. ?feso estaba situada en el cruce entre Mileto y Jonia. Era el punto de encuentro entre Oriente y Occidente. De aqu¨ª surgieron Her¨¢clito y Tales. La ciudad fue, a lo largo de su riqu¨ªsima historia, ateniense, espartana, alejandrina, persa, helen¨ªstica, bizantina, egipcia, siria, turca...
Una de las siete maravillas del mundo antiguo, el templo de Artemisa, fue destruido numerosas veces. Una de ellas lo incendi¨® Herostratus. No ten¨ªa m¨¢s motivo que recrearse en sus llamas y obtener fama por este desatino. ?Por qu¨¦ permanentemente repetimos su nombre y no lo borramos para siempre de la historia? Que se conserve el nombre de un destructor y tengamos en el olvido a los de otros grandes hombres y sus obras me parece de una injusticia manifiesta. Plinio, en su tiempo, asegur¨® que el templo hab¨ªa sido saqueado hasta siete veces.
Mientras estoy tomando notas, me encuentro justo frente a lo que queda de ¨¦l: tan solo una zanja llena de agua, rodeada por cientos de esquirlas de cascotes. Una adelgazada columna alzada como un esquel¨¦tico moj¨®n apenas mantiene un imposible equilibrio. Una gran charca de ranas es hoy el templo de Artemisa. Cuando las oigo croar, escucho los lamentos de la diosa destronada. Mis ojos al contemplar estas tierras movedizas tambi¨¦n se encharcan. "Tememos a todas las cosas como mortales y deseamos todas las cosas como si fu¨¦ramos inmortales", escribe La Rochefoucauld en las M¨¢ximas p¨®stumas.
San Juan cumpli¨® estrictamente con el mandato de Jes¨²s: cuidar a su madre. Antes de habitar en ?feso estuvo desterrado en Patmos. All¨ª escribi¨® el Apocalipsis. La iglesia y la cripta est¨¢n dentro de un recinto amurallado. Entre el templo de Artemisa y la tumba de san Juan se levant¨® la mezquita de Isa Bey (siglo XIV). La casa de la Virgen Mar¨ªa se encuentra cercana al monte Panayakapulu, pr¨®xima a la colina de Solmissos, la actual Aladag, por donde transcurr¨ªa la procesi¨®n de Artemisa. Tambi¨¦n existe una iglesia, en honor de la madre de Dios, al norte del gimnasio del puerto. ?D¨®nde se qued¨® dormida para la eternidad? ?D¨®nde ascendi¨® a los cielos? ?Fue en ?feso o en Jerusal¨¦n? En esta ¨²ltima ciudad hay una iglesia dedicada a conmemorar este suceso. La memoria de la antigua ?feso est¨¢ tirada a su suerte por los suelos: pilares, arquitrabes, esculturas... Una escultura de la diosa de la Victoria (Nike): alada, volando, con una corona de laurel en la mano izquierda y un tallo de trigo en la derecha, de ¨¦poca romana, est¨¢ irremisiblemente a la intemperie.
Bibliotecas, bibliotecas. He visto cientos de ellas. Antiguas y modernas. P¨²blicas y privadas. Un pueblo sin obra escrita apenas podr¨¢ sostener su lengua y su cultura. Los egipcios se dieron cuenta muy pronto. En el papiro egipcio Chester Beatty se dice que el libro es el medio m¨¢s seguro para alcanzar la inmortalidad. La literatura pervive m¨¢s que la piedra, "m¨¢s valioso es un libro que una estela con su inscripci¨®n, / que la c¨¢mara funeraria bien puesta. / Esos libros son como tumba y pir¨¢mide / en la conservaci¨®n de sus nombres...". De este modo hicieron herederos a sus libros.
? C¨¦sar Antonio Molina, ex ministro de Cultura, es autor de Lugares donde se calma el dolor (Destino).
![La biblioteca romana de ?feso, en Turqu¨ªa, la m¨¢s famosa de la antig¨¹edad despu¨¦s de la de Alejandr¨ªa.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/NWZLYHKO5GPT5XLJV3XGYN72GU.jpg?auth=e8e7516b5165ea26d84bfe4967061c1e3b453533485c771be2c3bce5c510a814&width=414)
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Lufthansa vuela de Madrid a Estambul, con una escala, por 215 euros ida y vuelta. All¨ª, la agencia Insight Travel (www.tour-turkey.com) ofrece una ruta de cinco d¨ªas desde 370 euros: incluye vuelos (de Estambul a Izmir, cerca de ?feso) y alojamientos a media pensi¨®n.
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