Por qu¨¦ queremos a Ch¨¦jov
El ¨²ltimo adi¨®s a Ch¨¦jov estuvo marcado por un quiebro c¨®mico. Su cuerpo inerte, procedente de un balneario alem¨¢n, entraba en la estaci¨®n de Mosc¨² en un vag¨®n de ostras. Aquellos que le esperaban se equivocaron de muerto y se unieron a la comitiva que honraba a un general, con orquesta incluida. Su amigo, el escritor M¨¢ximo Gorki, lament¨® que aquella an¨¦cdota tragic¨®mica rubricara la vida de quien tanto hab¨ªa huido de la vulgaridad. Cierto, pero tambi¨¦n lo es que la melancol¨ªa chejoviana est¨¢ impregnada de ese humor con el que empez¨® a ganarse la vida, escribiendo historietas c¨®micas bajo el seud¨®nimo de Antosha Chejonte. ?l reivindic¨® la iron¨ªa tanto en los cuentos posteriores como en su teatro, luchando porque los actores interpretaran sin ¨¦nfasis y sin olvidar que un aliento de comicidad vibra, como en la vida, por debajo de la tragedia. Ch¨¦jov no quiso verse nunca a s¨ª mismo en el papel del muerto, sino en el del hombre que observa la comitiva f¨²nebre y reflexiona: "Mientras a ti te llevan al cementerio, yo me ir¨¦ a desayunar". Un tozudo apego a la vida en quien estuvo esquivando el destino fatal de los tuberculosos durante un tercio de la suya.
La muerte de Ch¨¦jov en el balneario de Badenweiler ha sido una de las m¨¢s contadas de la historia de la literatura. Los testigos, Olga Knipper, la actriz que consigui¨® acabar con su empecinada solter¨ªa, el m¨¦dico del balneario y un estudiante ruso al que Olga pidi¨® ayuda. El doctor, sabiendo que la muerte era inevitable, pidi¨® una botella de champ¨¢n. Ch¨¦jov apur¨® su copa y dijo, "hac¨ªa tanto que no beb¨ªa champ¨¢n". Se recost¨® en la cama y cerr¨® los ojos. La ligereza de la escena encajan bien con este hombre dulce, algo distante, "delicado como una muchacha", como lo defini¨® Tolst¨®i. El escritor Raymond Carver, que tanto deb¨ªa al cuentista ruso, escribi¨® un cuento, Tres rosas amarillas, en el que se narra esta escena de la muerte. El relato tiene tales visos de realidad que, otra iron¨ªa chejoviana, las biograf¨ªas publicadas con posterioridad al cuento incluyen detalles inventados por el americano.
No es extra?a la veneraci¨®n de Carver hacia el ruso. Se podr¨ªa afirmar que el pa¨ªs en el que de manera m¨¢s profunda cal¨® la prosa directa y pura de Ch¨¦jov fue Estados Unidos, donde lo prolijo y lo pomposo no gozan de prestigio. La falta de artificio y la nula idealizaci¨®n de los personajes son los pilares de esa plantilla que Ch¨¦jov dej¨® escrita para que sobre ella se escribiera el relato americano. Pero la admiraci¨®n de los chejovianos hacia Ch¨¦jov no se detiene s¨®lo en lo literario. Si Carver escribi¨® sobre la muerte del escritor fue, probablemente, porque llevaba tiempo sumergido en las peripecias de una vida que estuvo marcada, desde su origen, por la rebeld¨ªa hacia lo que parece estar escrito sobre un ser humano desde el nacimiento. Ch¨¦jov, nieto de un siervo que compr¨® su libertad, tuvo siempre una clara conciencia de que el escritor de clase alta da la libertad por garantizada, mientras que aquel que nace en la miseria ha de gan¨¢rsela a pulso. Aquel hijo de tendero, tercero de seis hermanos, se convirti¨® en el cabeza de familia, estudi¨® medicina para acabar practic¨¢ndola de manera casi gratuita y empez¨® a ganarse la vida escribiendo de encargo y sin sentirse del todo parte del universo literario.
El h¨¦roe chejoviano est¨¢ lleno de buenas intenciones que se ven lastradas por la torpeza, la inactividad o el destino. Es posible que esa falta de arrojo tuviera una fuente de inspiraci¨®n en sus hermanos mayores, que malgastaron su talento en el alcohol, y que esa pereza que condena a sus personajes a un destino no deseado fuera la manera en que ¨¦l, que tanto hizo por transformar su vida, ve¨ªa a la burgues¨ªa rusa: cultos pero ensimismados en una autocr¨ªtica est¨¦ril. Ch¨¦jov no tiene voluntad de explicar el mundo, sin embargo, cuando el lector se entrega a su literatura acaba teniendo la sensaci¨®n de entender cu¨¢l era el estado de ¨¢nimo colectivo que precedi¨® a la Rusia sovi¨¦tica. El escritor Vasili Grossman hablaba de la democracia de Ch¨¦jov. Se refer¨ªa a la aspiraci¨®n de aquel nieto de esclavo por vivir en un pa¨ªs libre, m¨¢s justo y laborioso. Frente a las ideas absolutas de Tolst¨®i, Ch¨¦jov defend¨ªa los efectos ben¨¦ficos de la ciencia y el progreso. ?Por qu¨¦ queremos tanto a Ch¨¦jov? Porque es el paradigma del escritor moderno, no juzga a los personajes, les deja hablar en su propio lenguaje, concede voz a los d¨¦biles, a los ni?os, a los presos, a las mujeres, o defiende la naturaleza y los animales con una actitud hasta el momento desconocida.
"Lo m¨¢s sagrado es, para m¨ª, el ser humano, la salud, la inteligencia, el talento, la inspiraci¨®n, el amor y la m¨¢s absoluta libertad, libertad de la violencia y la mentira en cualquiera de sus formas. Este es el programa que me gustar¨ªa seguir si fuera un gran artista".
Sin ninguna duda, lo fue.
Elvira Lindo publicar¨¢ su pr¨®xima novela, Lo que me queda por vivir (Seix Barral), el 7 de septiembre.
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