Las reglas
Regla equivale a instrucci¨®n de batidora, a clase de tecnolog¨ªa seg¨²n los planes de estudios m¨¢s recientes, a mandamiento que advierte por aqu¨ª s¨ª, por aqu¨ª no, que ya ver¨¢s. Si usted decide pasear no por la acera, sino por la calzada, escoja una calle con poco tr¨¢nsito para aligerar su inconsciencia: festeje el centenario de la Gran V¨ªa con un pastel de metros lisos entre claxon y claxon, y ver¨¢. Y si se cuela en el transporte p¨²blico, usted que lo disfrute, aunque por si las moscas prepare el cruce con alg¨²n inspector: haberlos haylos, igual que la chica de la curva o los esp¨ªritus que sustituyen al despertador si les rezas por las noches.
Tambi¨¦n el humor obedece unas reglas, consulta de reojo una plantilla que agiliza la labor de los hacedores de chistes, y sopla fr¨ªo a unos repertorios entre la guarrerida espa?ola y un Jaimito siempre ni?o. Por ejemplo: enumere nacionalidades. Esto es muy gracioso, ya que la simple pronunciaci¨®n materializa t¨®picos y trajes regionales. Consulte el anexo del manual del chiste, que lo incluye todo, hasta un glosario que identifica portugu¨¦s o mexicano con el rol que debe acatar. Un franc¨¦s, un italiano y un espa?ol equivaldr¨ªa al refinamiento, la pasi¨®n y el desorden, y ya no digamos un ingl¨¦s, un alem¨¢n y un espa?ol, otra vez, que se mantiene en sus trece peyorativas, y compite con la eficacia brit¨¢nica y la exactitud germana. Elija en la TDT alguno de esos zombis televisivos en forma de contenedor de chistes, con sus v¨ªsceras colgando de puro olvido en las hemerotecas, su ojo a la altura de la barbilla, sus colaboradores criogenizados hasta nuevo y sandunguero aviso.
Juan Soler ha pecado de desconocimiento: para ¨¦l, medio padr¨®n es in¨²til en las reglas del juego
Con esas reglas escribir¨¦ mis propios chistes. Por no trascender fronteras, comencemos: una valenciana y dos cordobesas. O un vasco, un zaragozano, una canaria y una cordobesa. M¨¢s a¨²n: una pieza que siempre se repite -y que se identifica con quien esto firma, de residencia madrile?a y padres, lo adivinaron, en C¨®rdoba-, y otras que var¨ªan en su origen. Una cacere?a. Un bilba¨ªno. He recordado en mis ¨²ltimas charlas con los amigos que viven en Madrid, a qu¨¦ ciudades se desplazan cada Navidad, y muy pocos se quedan aqu¨ª, en Madrid, como las se?oras que llaman a la tele. Toca trocar a D¨¢maso Alonso, y es que Madrid es una comunidad de no s¨¦ cu¨¢ntos millones de no madrile?os. Su panadero no naci¨® en Madrid. La vendedora de peri¨®dicos. El camarero que le sirve el verm¨², la profesora de sus hijos, usted mismo, tampoco. Sin embargo, todos cumplen con sus impuestos, hasta con la tasa de basuras, y desean "buenos d¨ªas" en el ascensor o "salud" al estornudo.
Juan Soler no opina as¨ª. En su blog, que es una cosa loca en plan escritura autom¨¢tica y desprecio de la tilde, critica a Trinidad Jim¨¦nez por su acento andaluz, tan suave que se queda en deje: seg¨²n Soler, Jim¨¦nez no sirve para Madrid porque habla distinto, "suena extra?a", luego debiera retirar su candidatura y practicar frente al espejo hasta que suene a chulapa, y -pese a que reside en Madrid desde hace d¨¦cadas- la env¨ªa a Dos Hermanas o V¨¦lez-M¨¢laga, en plan gulag de la logopedia. Leyendo el blog de Soler, repasando los comentarios y las repercusiones, no me parece que arremeta contra Jim¨¦nez por su origen andaluz, sino porque en su DNI no aparece Madrid como punto de partida; quiero pensar que habr¨ªa mantenido el reproche a una asturiana o manchega. As¨ª, Soler no insulta a los andaluces, como s¨ª hicieran otros compa?eros suyos de partido que mantienen el cargo, pero comete dos errores: considerar que en las reglas del buen gobierno prima la limpieza de sangre frente a la capacidad de trabajo, y olvidar que Madrid crece y se reproduce, nunca muere, porque cada d¨ªa recibe a nuevos ciudadanos.
T¨®cala otra vez, Soler: el "acento malague?o" de Jim¨¦nez "la distancia del elector medio de Madrid". Me s¨¦ de unos cuantos electores que votan con las mismas papeletas que los madrile?os de origen y rancia estirpe, y se comunican con acento catal¨¢n o murciano -es algo que remover¨¢ en su est¨®mago el salmorejo y el brandy andaluces que tanto le deleitan-, y saben que a un buen gobernante no lo define una ese omitida, sino el conocimiento del medio. Juan Soler ha pecado de desconocimiento: para ¨¦l, medio padr¨®n es in¨²til en las reglas del juego de la Comunidad.
Regla equivale a l¨®gica, a dos m¨¢s dos no es cinco por mucho que te empe?es. Trinidad Jim¨¦nez no sirve porque habla con acento andaluz, algo que le impide dominar la realidad madrile?a. A Juan Soler le sobran "fondo y cuajo madrile?o", lo cual no impide que desde su muy madrile?a torre de marfil difunda que no sabe ni qu¨¦ sucede en la regi¨®n que le vot¨®. Establezcamos una regla de tres. ?Comprenden algo?
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