El mejor lugar para ser madre
A trav¨¦s del cristal, entre las sombras de una luz tenue y hogare?a, se intuye una figura revolviendo en busca de algo pum, pum, pum de la cocina a la sala de estar, golpeando con las plantas desnudas el suelo. Son las 7.34 de un martes de junio en Jessheim, extrarradio de Oslo, cuando Anniken Huitfeldt, mujer, madre y ministra de 40 a?os, se asoma al porche y dice: "Ando apurada. Salimos en 10 minutos", mientras se calza unas deportivas, vuela hasta el garaje arrastrando los cordones, encuentra los papeles que busca en el coche familiar y regresa de un salto, sin que transcurran 30 segundos. La prisa, elemento com¨²n de la ma?ana occidental. Y de sus madres. Eficiencia y velocidad. Ni?os y trabajo. Todo en uno.
"La lactancia es una obsesi¨®n noruega. Casi cuesti¨®n de Estado"
?Y c¨®mo compagina trabajo y ni?os?, le sol¨ªan preguntar a la ministra
Desde 2009 est¨¢n garantizadas por ley las plazas en guarder¨ªas
Hay unas 2.000 matronas. Y asisten a solas el 70% de los alumbramientos
Se pica algo a mediod¨ªa y se sale del trabajo a las cuatro para recoger a los hijos
En 12 minutos, Huitfeldt se encuentra ya en el asiento trasero del veh¨ªculo oficial ajust¨¢ndole el cintur¨®n al menor de sus tres hijos, de cinco a?os y rubio como ella. Para entretenerlo, la madre toma un peri¨®dico e interpreta en alto la tira c¨®mica, cambiando de registro. El malet¨ªn de trabajo, cerrado, a sus pies. Esta pol¨ªtica de ojos claros y mand¨ªbula poderosa, con simp¨¢tico tartamudeo, ocupa la cartera de Cultura del Gobierno noruego, pero fue ministra de Infancia, Igualdad y Asuntos Sociales entre 2008 y 2009, periodo durante el cual ella ten¨ªa a sus tres hijos en el jard¨ªn de infancia, y los medios sol¨ªan preguntarle: "?Y usted c¨®mo compagina ni?os y trabajo?". A lo que ella replicaba: "?Por qu¨¦ no le van con la pregunta al ministro de Asuntos Exteriores?".
Cuesti¨®n de car¨¢cter y lengua afilada de esta "feminista" confesa. Pero si uno prueba a hacer la pregunta al azar en cualquier parque, cafeter¨ªa u hospital a una madre primeriza, la respuesta sonar¨¢ en Noruega casi como un eco: "Es muy f¨¢cil".
Este reino n¨®rdico ha sido declarado "el mejor pa¨ªs para ser madre" en 2010, seg¨²n el 11? informe sobre El estado de las mujeres en el mundo de la Fundaci¨®n Save The Children. Un estudio exhaustivo en el que los noruegos sacan nota en casi todas las variables: desde la duraci¨®n y cuant¨ªa del permiso de maternidad, de hasta 56 semanas, hasta la esperanza de vida femenina (83 a?os), pasando por el nivel educativo de la mujer, la escasa diferencia de ingresos con respecto al hombre (el 23%), la baja mortalidad infantil y la elevada tasa de fecundidad.
As¨ª lo resum¨ªa Marit Sartz, una en¨¦rgica fisioterapeuta de 31 a?os, a 15 d¨ªas de salir de cuentas, mientras mordisqueaba sand¨ªa en su terraza: "No tengo miedo. Aqu¨ª contamos con un buen sistema para cuidar del ni?o; y para la madre. Una buena sanidad. Y posibilidades de educaci¨®n".
La ministra Huitfeldt ha tenido mucho que ver con esto. Mientras ocupaba el cargo de Infancia e Igualdad, su Gobierno, una coalici¨®n progresista, increment¨® la baja por maternidad y paternidad hasta cotas desconocidas. Una noruega puede elegir tomarse 46 semanas de baja con el 100% del sueldo o 56 con el 80%; el hombre puede disfrutar de otras 10 con el salario ¨ªntegro (en Espa?a se conceden 16 semanas a la madre y 15 d¨ªas al padre, ambos con sueldo). En 2008, el pa¨ªs bati¨® r¨¦cords de construcci¨®n de guarder¨ªas, y desde 2009 se garantiza por ley una plaza. Cerca del 90% de ni?os de uno a cinco a?os asiste a un jard¨ªn de infancia. P¨²blico o privado. Precio m¨¢ximo: unos 280 euros. "Todas las medidas las tomamos a pesar de la recesi¨®n", dice Huitfeldt. "Le vimos muchas ventajas econ¨®micas". El coche oficial avanza bajo una ma?ana plomiza. Chispea sobre la autopista congestionada hacia Oslo. La ministra emplea 10 segundos para maquillarse. Acaba de dejar a su hijo en la guarder¨ªa. Lo ha besado tras asegurarse de que llevaba todo con ¨¦l; aun as¨ª, se olvid¨® el chubasquero en el coche y ella sali¨® corriendo bajo la lluvia para d¨¢rselo. Rutina diaria. Contabilizada al minuto. Con tiempo para recogerle a las cuatro un par de veces por semana. Ir al teatro con todos. Preparar la tarta para el cumplea?os del mayor. La ministra muestra al final del d¨ªa una mara?a de papeles con cuadr¨ªculas horarias: su agenda. Cada d¨ªa tiene hueco reservado a la familia. Cuesti¨®n de prioridades.
Otra maternidad es posible. Pero hay que ir a buscarla. "No es un proceso natural", dice Huitfeldt. "Lo que tenemos es el resultado de decisiones pol¨ªticas". Y por qu¨¦ no decirlo: de un peque?o empuj¨®n del oro negro. En 1969, el a?o en que naci¨® ella, el pa¨ªs grit¨® "?petr¨®leo!" en el mar del Norte. Un b¨¢lsamo oleaginoso para una naci¨®n pobre y rural. Pero igualitaria. Sin feudalismo ni tradici¨®n aristocr¨¢tica. Poco poblada. El sector supone un cuarto del PIB. Un fondo soberano derivado de sus beneficios garantiza las pensiones futuras. La crisis financiera apenas les ha despeinado. Pero el desarrollo industrial de los setenta inocul¨® tambi¨¦n el veneno de las sociedades modernas. Tras a?os de baby boom, se pinch¨® la burbuja de la fertilidad. "La mujer comenz¨® a trabajar, y los hijos, yo misma, ¨ªbamos al colegio con una llave al cuello", dice Huitfeldt. "Nuestros padres no pod¨ªan venir a buscarnos". Los hogares requer¨ªan dos sueldos, el empleo era incompatible con la crianza. Apenas hab¨ªa guarder¨ªas. Tocaba elegir: trabajo o familia. Los dem¨®grafos dicen que un pa¨ªs necesita dos hijos de media por mujer para mantenerse en equilibrio y no envejecer. Rozaron el 1,5 a mitad de esa d¨¦cada. Hoy, con casi dos de media, renace a un ritmo solo superado por Francia, Islandia e Irlanda (la tasa espa?ola es 1,4).
El punto de inflexi¨®n arranc¨® en 1977, tras un intenso pulso del tejido local, femenino y asociativo, cuyo ideario cal¨® a nivel pol¨ªtico. "Feminismo de Estado", lo llaman. Se increment¨® el permiso por maternidad de 12 a 18 semanas. Se le permiti¨® al padre compartir parte de la baja. Se aprob¨® una Ley de Igualdad de G¨¦nero, y se cre¨® la figura del Defensor. A principios de los ochenta, la curva de fertilidad traz¨® su valle, coincidiendo con la ascensi¨®n a primera ministra de Gro Harlem Brundtland, s¨ªmbolo del cambio. Madre y mujer al frente del pa¨ªs por primera vez. Cuando fue reelegida en 1986, nombr¨® un Gobierno con un 44% de mujeres. Desde entonces, nadie ha bajado esa cuota del 40%, otro punto que valor¨® Save The Children. La revoluci¨®n es permanente. Aqu¨ª, g¨¦nero y maternidad se cuelan en cualquier charla o primera p¨¢gina del peri¨®dico. El papel del hombre, el rol de la mujer. Los horarios de trabajo, las deducciones, la cuota de guarder¨ªa. Huitfeldt repite: "Las pol¨ªticas de igualdad son m¨¢s importantes que el petr¨®leo para la econom¨ªa...". Ocho y media, hora punta al borde de la ciudad, y de pronto se interrumpe. "?Mira esto!", grita se?alando por la ventanilla: un tipo de origen paquistan¨ª empuja un coche de beb¨¦. "Estas pol¨ªticas funcionan como un pegamento social: si los padres comparten tareas en casa, baja la tasa de divorcios y se tienen m¨¢s hijos".
En este pa¨ªs, maternidad e igualdad se funden y retroalimentan. Y cuentan con un estudio para casi todo; analizan sus carencias, corroboran sus hip¨®tesis. Para que nada les coja fuera de juego. "Es muy dif¨ªcil establecer qu¨¦ pol¨ªticas tienen qu¨¦ consecuencias", explica la dem¨®grafa Marit R?nsen, del Instituto de Estad¨ªstica. "Pero, en general, se admite que las medidas que fomentan la incorporaci¨®n de la mujer al trabajo, el permiso para el padre y la igualdad de g¨¦nero, facilitan la maternidad". Y menciona los resultados de uno de esos estudios: en familias en las que el padre disfrut¨® del permiso con el primog¨¦nito, la probabilidad de tener un segundo hijo fue mayor. En 2009, tres de cada cinco padres (varones) tomaron seis o m¨¢s semanas de baja. Ese a?o nacieron 61.000 ni?os, la cifra m¨¢s alta desde 1972.
Martine Aurdal, una embarazad¨ªsima comentarista pol¨ªtica y editora del diario Dagbladet, se encontraba camino del primero cuando nos recibi¨®. Hab¨ªa salido de cuentas hac¨ªa tres d¨ªas, pero segu¨ªa sin contracciones. Llevaba tres semanas en casa (el permiso comienza 21 d¨ªas antes de la fecha), y hab¨ªa decidido tomar la baja corta. Noruega, dijo, se hab¨ªa convertido en uno de los pa¨ªses m¨¢s igualitarios del mundo, seg¨²n la ONU. Un lugar donde las mujeres suponen casi la mitad de los trabajadores (47%), tienen menos paro y hay m¨¢s universitarias que universitarios desde 1993. Pero no se conforman. "Queda una ¨²ltima milla por recorrer", dijo. Un terreno pantanoso entre lo biol¨®gico y lo ambiental en el que una sociedad intenta descifrar por qu¨¦ elige lo que elige. "Existe una igualdad casi total hasta el momento en que hay ni?os. Es el punto de no retorno en el que las mujeres comienzan a trabajar menos, a cobrar menos y a hacer m¨¢s en la casa".
Si las primeras medidas de g¨¦nero (y maternidad) se centraron en mejorar las condiciones de la trabajadora, el nuevo estadio ha colocado el foco sobre el hombre. Para que ellas no pierdan tras parir, el var¨®n ha de dedicarse por igual al hogar. Limpieza e hijos, cocina y mantenimiento. Doble salario. Bien. Pero tambi¨¦n doble dedicaci¨®n familiar. El ¨²ltimo estudio del Defensor de la Igualdad se?ala que Noruega sufre una de las mayores segregaciones por g¨¦nero del continente. El empleo femenino se aglutina en el sector p¨²blico (suman el 69%); y, por ejemplo, en el grupo ocupacional "ingenieros" hay un 12% de mujeres, frente al 97% en el ep¨ªgrafe "profesores de guarder¨ªas y colegios". Adem¨¢s, el 43% tiene empleo a tiempo parcial, mientras en el caso masculino es del 13%. "Es sobre todo la mujer con m¨¢s de un hijo la que trabaja a tiempo parcial", subraya el informe. El hombre con hijos, al contrario, es el que m¨¢s horas dedica al trabajo.
Aurdal mostr¨® sus dientes afilados. "Esta segregaci¨®n no es biol¨®gica. Hay estructuras sociales que nos determinan", replic¨®. "Pero tampoco estaremos seguros hasta que exista una posibilidad de elecci¨®n totalmente libre. Nuestro deber es construir una sociedad en la que esto sea posible. Los pa¨ªses escandinavos hemos demostrado que las pol¨ªticas sociales pueden cambiar la opini¨®n p¨²blica". En Noruega, donde sus 4,8 millones de habitantes rozan el pleno empleo y conf¨ªan en general en la competencia de sus dirigentes, no cuesta conversar sobre la utop¨ªa. Los ciudadanos dictan, el Estado dispone. Por eso, quiz¨¢, los impuestos se pagan a gusto. La presi¨®n fiscal es una de las m¨¢s altas (ronda el 47%). A cambio, cada familia recibe unos 120 euros mensuales por hijo. Hasta los 18.
"Nosotras tenemos que dar el pecho", dijo Aurdal volviendo a la naturaleza, "pero no creo que estemos en mejores condiciones de cuidar a un ni?o". Aun as¨ª, se confes¨® "asustada". No del parto o del nacimiento. Sino de que la maternidad la convirtiera en algo no deseado: "No quiero abandonar mi vida". Le aterraba perder el control. "Algunas madres brillantes me cuentan que no han le¨ªdo un libro en a?os. No quiero que la maternidad sea cuesti¨®n de elecci¨®n. Las jefas que he tenido eran solteras o sin hijos, y no creo que sea casualidad. Supongo que resulta un poco m¨¢s duro siendo madre, pero no imposible. Con el tiempo, cambiar¨¦ las horas de trabajo. Recoger¨¦ al ni?o, ir¨¦ a casa y trabajar¨¦ tras acostarlo". Educaci¨®n, biolog¨ªa, estructuras sociales.
Katrine y H?kon Mentzoni han encontrado su camino. Esta pareja de juristas empleada en el sector p¨²blico representa el nuevo concepto de familia. Equitativa, sana, dialogante. Su hija naci¨® en noviembre, cuando la madre ten¨ªa 28 a?os (edad media del primer parto). Desde entonces, anda 10 kil¨®metros al d¨ªa con el cochecito. Est¨¢ en forma. Cuando salieron los tres a dar el rutinario "paseo largo" una ma?ana de s¨¢bado, ella llevaba ocho meses inmersa en la burbuja de la maternidad. Sin dudas: "Me siento afortunada de poder quedarme en casa y no perder mi carrera profesional. De conocer a mi hija. Mi trabajo ahora es cuidar de ella". La madre estar¨ªa de baja hasta agosto. Luego, el padre pasar¨ªa cinco meses con la ni?a uniendo permiso, vacaciones y parte de la baja de su mujer. Junto a un lago, Katrine se sent¨® a dar el pecho y dijo que sol¨ªa verse como una feminista, "sin bodas ni hijos". Pero hab¨ªa cambiado su visi¨®n por otra m¨¢s igualitarista. Ceder al marido una parte de la baja es poco com¨²n. "Mis amigas no lo hacen", dijo. H?kon protagoniza el cambio. "Mi madre fue quien se dedic¨® a los hijos. Pero a m¨ª me apetece esta baja", explic¨®. "Estoy orgulloso. Es lo m¨¢s importante de mi vida. Y pienso unirme al grupo de maternidad". Cuando naci¨® Elvine, el centro de salud convoc¨® a Katrine a una reuni¨®n con otras madres. Desde entonces, quedan los mi¨¦rcoles para contarse "lo que el resto de personas no quiere o¨ªr". Comparten dudas, resumen la semana y comprueban que eso que tiene su ni?o es normal. Se ayudan, porque ninguna cuenta con ni?era y los abuelos a¨²n trabajan. Aqu¨ª se jubilan a los 67.
"Padre, madre e hijos. Esa es la f¨®rmula noruega", coment¨® Jeanett Wilberg, profesora de 32 a?os, cuando nos unimos al grupo. Las madres hab¨ªan cubierto el suelo de la cafeter¨ªa con mantas y ah¨ª correteaban sus hijos. La novedad era Fredrik Johansson, 31 a?os, el primer padre en sumarse. Acababa de aparcar su trabajo en un almac¨¦n para disfrutar del permiso. "Si mi pareja quiere, seguir¨¦ viniendo. Es bueno para mi hijo", apunt¨®. Con H?kon se equilibrar¨ªa a¨²n m¨¢s la balanza, convirti¨¦ndose poco a poco en un grupo de padres, mientras ellas retoman su carrera profesional. La conversaci¨®n gir¨® en torno a la comida, los dientes... Dos de ellas segu¨ªan dando el pecho. La lactancia es una obsesi¨®n noruega. Algo que las madres han de hacer. Casi cuesti¨®n de Estado.
Una escultura de una mujer desnuda dando de mamar preside el ala posparto del Rikshospitalet, uno de los mejores hospitales de Oslo. Por el pasillo se ven numerosos carteles de pechos hinchados, pezones inmensos y morritos de beb¨¦ succionando. "Bryst er best" (el pecho es mejor), se lee. En las habitaciones, la tele pasa una y otra vez una pel¨ªcula sobre c¨®mo, por qu¨¦ y hasta cu¨¢ndo amamantar. Lise Johansen, una azafata de 33 a?os, llevaba dos d¨ªas en este templo lactante. Despu¨¦s de parir gemelos, las enfermeras le mostraban c¨®mo alimentar a los dos a la vez. Uno con cada pecho. "Es sencillo, bonito y m¨¢s barato".
La pasi¨®n naturista tiene mucho que ver con el poder de las matronas. Se las llama jordmor, palabra que une los conceptos madre y tierra. Son unas 2.000, cerca de 3 por cada 100 partos (1,3 en Espa?a), y asisten a solas el 70% de los alumbramientos. Una matrona noruega intentar¨¢ convencer de que la opci¨®n natural es la conveniente. Procurar¨¢ calmar el dolor de las contracciones en una ba?era de agua caliente (los hospitales nuevos las incorporan de serie) o con acupuntura, en lugar de epidural. Abrir la tripa para sacar al ni?o no es una opci¨®n, salvo en casos de riesgo, y la ratio de ces¨¢reas ronda el 17%, dos puntos por encima de la recomendaci¨®n de la OMS (en Espa?a es del 22,2% en hospitales p¨²blicos y 36,6% en privados). La tasa de mortalidad infantil es de las m¨¢s bajas de los pa¨ªses desarrollados.
"En un alumbramiento sin anomal¨ªas, las comadronas ni nos preguntan", dice Mar¨ªa Serrano, una espa?ola de 37 a?os, ginec¨®loga en el hospital de la regi¨®n de Akershus. Sus pasillos amplios y luminosos le confieren el aire de un aeropuerto. No muestra el presente del pa¨ªs, sino el futuro; "la sanidad que nos gustar¨ªa tener", seg¨²n el presidente de la Sociedad de Obstetricia y Ginecolog¨ªa. Un manual de acupuntura descansa en la sala de caf¨¦ de las matronas. Emplean estetoscopios de madera. Pero las estad¨ªsticas hablan. El centro asisti¨® 4.700 partos en 2009, unos 13 al d¨ªa; la epidural se administr¨® al 24% de pacientes; la episiotom¨ªa, ese molesto corte vaginal, a 9 de cada 100, y la tasa de ces¨¢reas cumpli¨® con el criterio de la OMS. Serrano, madre de dos hijos y casada con un noruego, pertenece a un lobby en el que se explican las bondades del parto natural. A las cuatro, se excusa: ha de recoger a su hijo. Su plan: ir en bici a casa, barbacoa familiar y aprovechar la luz del verano. "La gran diferencia de Noruega es que puedes pasar m¨¢s tiempo con los chiquillos".
Un martes laborable, pongamos, se celebra un cumplea?os en casa de los Stray-Pedersen. A las cinco, fiesta de disfraces animada por esta pareja de treinta?eros con tres hijos. Unos 20 chavales revolotean. Hay m¨¢s padres que madres. Acaban de salir de la oficina, y mientras sorben limonada y enrollan perritos calientes, uno se interesa por el par¨®n de dos horas de comida en Espa?a. Una rareza. Aqu¨ª pican algo a media ma?ana y salen del trabajo hacia las cuatro. "En el sector privado", apostilla otro, "cenamos con la familia y luego abrimos otra vez los port¨¢tiles". En general, los empresarios aceptan que los padres deben salir a su hora, explica Anne Lise Ellingsaeter, soci¨®loga de la Universidad de Oslo. La semana est¨¢ndar es de 37,5 horas. Las vacaciones, cinco semanas al a?o. Tienen 20 d¨ªas de baja sin justificar por enfermedad de los hijos. La renta per c¨¢pita es la quinta m¨¢s alta del mundo y una de las mejor distribuidas. Su ratio de productividad pulveriza las estad¨ªsticas. "No tener largas horas de comida es fundamental", dice. "Si la ambici¨®n es que ambos padres compartan trabajo y tareas de casa, es necesaria la regulaci¨®n de la jornada laboral".
Kristin Skogen Lund consulta su agenda en el iPhone: "De lunes a las ocho a viernes a las cinco, mi vida est¨¢ muy organizada". Se muestra inquieta. Ha pasado la ¨²ltima semana viajando. Sin ver a sus hijos. Est¨¢n al caer. Skogen Lund tiene 43 a?os, cuatro ni?os y una carrera mete¨®rica. Es vicepresidenta ejecutiva de Telenor, la mayor empresa de telecomunicaciones del pa¨ªs, y preside la Confederaci¨®n de Empresarios. Cuando tuvo a los primeros (gemelos), apenas se pudo ocupar de ellos. Cay¨® enferma y le pas¨® el testigo al marido. As¨ª se form¨® en su familia un "patr¨®n de comportamiento" m¨¢s equitativo de lo com¨²n. "Es importante hacer una divisi¨®n m¨¢s igualitaria. El momento en el que se tienen los ni?os es cuando se elige ese patr¨®n", explica. La baja reserva las seis primeras semanas para la madre. El resto, la parte liberal, la puede coger el marido. Pero los hombres suelen tomar lo m¨ªnimo. Por eso el modelo island¨¦s, que divide el permiso de paternidad en tercios (uno para el padre, otro para la madre y el tercero de libre disposici¨®n), toma fuerza. "El primer ministro se ha mostrado favorable. Y estamos de acuerdo los empresarios", dice ella, una de las encargadas de encarrilar el di¨¢logo social. "La igualdad en la vida laboral es importante social y econ¨®micamente. Necesitamos la fuerza de esas mujeres".
Porque a¨²n faltan pasos: ellas suman un tercio de los puestos directivos y no llegan al 20% en los consejos de administraci¨®n de empresas privadas (el 40% en las p¨²blicas es exigido por ley). Por eso, Skogen Lund se reserva un discurso duro. Otra vez, la ¨²ltima milla. Una distancia que han de recorrer las madres por s¨ª mismas: "Entre hombres y mujeres, en el trabajo, persisten algunas diferencias. Ellas prefieren lo seguro, lo confortable, lo que dominan. No me gusta generalizar, pero no tienen ese impulso de tomar decisiones expuestas y sacar pecho. Les faltan agallas para correr riesgos y hacer cosas nuevas aunque no las conozcan del todo; esa seguridad en ti misma de probar cosas diferentes es buena y tiene que ver con la confianza. Mi experiencia como gerente de muchas mujeres es que gastan demasiada energ¨ªa en controlar su inseguridad". Al poco se oye el motor de un coche en el garaje. Ruido de ni?os. El peque?o corre a abrazarla, se besan. "Tiene esa edad en que est¨¢ enamorado de su mam¨¢", dice ella.
En otra esquina de Oslo, Eva S?rhaug hace girar el tap¨®n del jarabe mientras su hijo la mira, en pijama, descalzo. Comenz¨® a moquear al final de la tarde. En el parque. Mam¨¢ lo hab¨ªa recogido a ¨¦l y a su hermano en la guarder¨ªa. Los condujo hasta el supermercado. Cada uno en una mano y el oso de peluche bajo el brazo. Unas salchichas, algo de pan, cervezas. A las cinco estaban con los t¨ªos y la abuela, sentados sobre el c¨¦sped. El humo de la barbacoa, una banda de m¨²sica, alg¨²n perro... Luego, la moquera y los lagrimones, y ella lo abraza, lo besa y le suena la nariz. Pero hay que levantar el campamento. Vuelta a casa. Y es en casa donde la madre vierte el jarabe en la cuchara y el hijo abre la boca como si esperara el man¨¢. Todo el amor cabe en un gesto. S?rhaug tiene 38 a?os y dos hijos de tres y cinco. Una mujer guerrera que suelta frases tipo: "?Me van a pagar menos por tener tetas?". M¨¢s de la mitad de los ni?os noruegos nace ya fuera del matrimonio. Ella es soltera. Directora y guionista de cine. Su dormitorio lo preside un ¨®leo de un grupo de mujeres armadas y con poca ropa. Disparando. Su pr¨®xima pel¨ªcula abordar¨¢ el crimen machista. El sentimiento de posesi¨®n hacia la mujer. "Hemos perdido el rol del hombre en la sociedad", dice. Quiz¨¢ sea el pr¨®ximo reto noruego. Ella lo resuelve a su aire: tras el jarabe, concedi¨® a los hijos un momento m¨¢gico en su cama n¨®rdica, suave y mullida como un nido. Ley¨® las aventuras de Charlie en la f¨¢brica de chocolate hasta que los p¨¢rpados pesaron como yunques. "God n?tter", se dijeron, y ahora ellos duermen y ella toma una copa de vino en el sal¨®n con su madre. Hablan de c¨®mo han cambiado las cosas. Del ideal de felicidad en el fiordo junto a una hoguera. La abuela pasar¨¢ la noche con los nietos. La hija saldr¨¢ a celebrar la financiaci¨®n para su proyecto. Consulta el m¨®vil. Es la hora. Eva se calza los tacones, recorre el apartamento hasta la puerta pum, pum, pum, baja a la calle, sube a un taxi y se sumerge en una de esas noches plateadas del solsticio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.