Elvira Lindo. Viviendo en serio
El antiguo caf¨¦ Lyon, uno de esos locales tan habituales entonces, de mesas de m¨¢rmol, ca?as bien tiradas y empanadillas caseras, solo queda el letrero dorado, en la fachada de la madrile?a calle de Alcal¨¢. El emblem¨¢tico local se convirti¨® tras su venta en uno de esos restaurantes de dise?o minimalista y sin cocina, donde los alimentos llegaban semipreparados de un almac¨¦n central, para transformarse posteriormente en un VIPS m¨¢s de los muchos que funcionan en la capital. Como el Lyon, la ciudad y las personas que la habitan tambi¨¦n han alterado su fisonom¨ªa. Esta ma?ana de verano, entre las obras interminables de la calle de Serrano y las tiendas que anuncian liquidaciones totales, la escritora Elvira Lindo sonr¨ªe. Est¨¢ sentada en una terraza del parque del Retiro, con un minifaldero vestido azul turquesa y pendientes a juego. Se trata de una de esas personas que siempre reciben con una sonrisa y con sus chispeantes ojos bien maquillados. Una mujer discretamente coqueta a la que le gusta seducir a su audiencia. Lo hac¨ªa en la radio, cuando era una veintea?era que interpretaba ella misma el papel de Manolito Gafotas pidiendo cari?o a gritos, y lo sigue haciendo ahora, que ha pasado la barrera de los 40 y se ha convertido en una autora de ¨¦xito a la que la gente reconoce por la calle.
"Me paralizaba ese terror que hay aqu¨ª a lo sentimental"
No se puede madurar demasiado r¨¢pido. Te quedan huecos
Ante los dem¨¢s he vivido prisionera de mi simpat¨ªa
La protagonista de Lo que me queda por vivir, la nueva novela de Elvira Lindo que edita Seix Barral el 7 de septiembre, se cita en el?caf¨¦ Lyon con una antigua amiga, en el hervidero que fue el Madrid de los ochenta, en el arranque del relato. No se trata de una novela m¨¢s sobre la ¨¦poca, aunque se mueva en esa l¨ªnea que separa a los que se acuestan temprano de los que trasnochan. La movida ni siquiera surge en el relato. La periodista que narra la historia se encuentra inmersa en un proceso de separaci¨®n de esos interminables, juega al billar de madrugada, va a bailar o acude a alg¨²n concierto cuando sale de la radio. "He le¨ªdo muchas cosas de los a?os ochenta de una forma tan idealizada que parece que todo el mundo estaba todo el tiempo de fiesta y que Madrid era un lugar fascinante, pero eso lo encuentro una patochada. La gente joven se divierte tanto como nosotros, les hemos hecho creer que esto fue el para¨ªso, pero, por lo que veo ahora, no tienen nada que envidiarnos. Y hay una cosa mejor, la hero¨ªna ya no est¨¢ por medio; se mueven otras drogas, pero la ignorancia que se viv¨ªa en los barrios sobre el consumo ha desaparecido", dice.
Un canario al lado de un conducto del gas, un despacho pintado de amarillo chill¨®n, un sof¨¢ donde leer tumbada en bragas, una Olivetti en la que escribe guiones para la radio y una madre y un ni?o de cuatro a?os completamente solos. En ese escenario ha construido Elvira Lindo (C¨¢diz, 1962) su novela m¨¢s personal y la m¨¢s potente de las escritas hasta ahora, una obra de casi 300 p¨¢ginas en las que ha puesto algo de su alma. "La voz que cuenta esta historia suena muy parecida a la m¨ªa. Como todas las novelas, muchas cosas son producto de mi imaginaci¨®n o las he cambiado seg¨²n me conven¨ªa, pero no se trata, en absoluto, de una confesi¨®n. Quer¨ªa que fuera mi voz, que el libro tuviera autenticidad y que el lector sintiera que se trataba de algo verdadero".
Lo que me queda por vivir muerde la realidad para transformarla en ficci¨®n. Vivir?en Nueva York, donde la escritora pasa varios meses al a?o, le ha ayudado a distanciarse. "Le perd¨ª el miedo a lo personal leyendo literatura anglosajona, donde los autores se utilizan a s¨ª mismos como materia prima. Los americanos llevan media vida hablando de sus conflictos familiares, pero aqu¨ª lo sentimental se ha considerado un defecto de una obra de ficci¨®n. Los relatos de Alice Munro surgen plagados de cosas ¨ªntimas, pero eso en Canad¨¢ se respeta de una manera diferente a lo que sucede aqu¨ª. Alg¨²n problema tenemos cuando el g¨¦nero de memorias ha sido tan complicado en Espa?a y cuando inmediatamente se considera un esc¨¢ndalo lo que se escribe". Como ejemplo de lo que dice cita el documental que se estren¨® sobre Fern¨¢n- G¨®mez, La silla de Fernando, que es estupendo "porque se escucha la maravillosa voz del actor, pero habla de las putas de la ¨¦poca y no cuenta nada de las mujeres tan estupendas con las?que comparti¨® su vida". "Personalmente me encuentro muy arropada por mi familia, pero quiero escribir libremente, no para que me den la bendici¨®n".
Es verdad que cualquier novela de Philip Roth o de Saul Bellow cuenta algo muy cercano a ellos, tan cierto como el peque?o de cuatro a?os que se mueve por su relato, un personaje que seguramente no podr¨ªa haber construido sin la experiencia de haber convivido con un ni?o, madre e hijo, los dos solos, de una manera tan ¨ªntima y especial. "En el padre hay cosas de mi padre, pero no es ¨¦l; cuando te has criado con personas de tanto car¨¢cter acaban dejando su impronta, y mis padres no fueron anodinos. Es evidente que se te cuelan muchas cosas, no quer¨ªa ocultar lo que era cercano a m¨ª, pero no me gustar¨ªa que nadie leyera la novela de forma morbosa. Esa era la vida de las chicas de los a?os ochenta y probablemente viv¨ªamos en un pa¨ªs menos puritano de lo que es ahora Espa?a. La izquierda se ha detenido en la correcci¨®n pol¨ªtica, y la derecha se ha derechizado; vivimos en un pa¨ªs donde ha mermado la libertad de expresi¨®n, pese a que los j¨®venes ahora son perfectamente libres".
En la ¨¦poca en que transcurre la novela, Elvira Lindo contaba casi con la misma edad que su hijo ahora. No se sent¨ªa segura como madre. ?Son las madres las que cuidan a los hijos o los hijos a los padres? La escritora pas¨® su infancia al lado de una madre enferma de coraz¨®n a la que la ni?a tiene que cuidar, un comportamiento que se vuelve err¨¢tico e irresponsable cuando ha de enfrentarse a su propia maternidad. "Mi hijo fue mi ¨¢ngel de la guarda, pero hubo muchos momentos en que sent¨ªa cierta frustraci¨®n encerrada en casa, mientras todo el mundo se divert¨ªa en la calle. No se puede ser maduro demasiado r¨¢pido; cuando, por alguna circunstancia, en la vida tienes que afrontar cosas que no son adecuadas para tu edad, se te quedan unos a?os colgados. Llegas a la veintena con un hueco, eres un poco un adolescente aunque est¨¦s ocupando cargos de responsabilidad muy joven, como era mi caso, que a los 27 a?os dirig¨ªa un programa en Radio 3. Me expuse al mundo muy pronto. Disfrutaba mucho con lo que hac¨ªa y me sent¨ªa feliz, pero era inconsciente en muchos aspectos".
Elvira Lindo sabe que la memoria es selectiva y que los recuerdos de los padres no coinciden casi nunca con los de los hijos. "?l no me sent¨ªa inconsciente, sino fuerte y capaz de protegerle". El muchacho, que, por cierto, es autor de la portada del libro, ha cumplido ya 25 a?os y ha dado la aprobaci¨®n a todo lo escrito: "No s¨¦ lo que piensa el personaje de la novela, pero no ha habido una madre que me quisiera m¨¢s que t¨²", le respondi¨® cuando ella le pas¨® los primeros folios de un cap¨ªtulo titulado El huevo Kinder. Las primeras cuatro p¨¢ginas las redact¨®?de un tir¨®n hace cuatro a?os. Imagin¨® a una madre muy joven yendo al cine con su ni?o un d¨ªa de diario por la noche, una hora inapropiada para llevar a un chico por la Gran V¨ªa y una escena sacada de su propia vida. "Se los di a leer a Antonio [su marido, el escritor Antonio Mu?oz Molina] y tambi¨¦n se los mand¨¦ a mi hijo. Me contest¨® que se sent¨ªa muy emocionado y que estaba feliz de haber inspirado ese relato. Y eso me dio mucha seguridad. Sab¨ªa que esas l¨ªneas constitu¨ªan el germen de algo, pero zascandile¨¦ mucho antes de ponerme a escribirlo y pon¨ªa muchas excusas porque no encontraba la manera de hacerlo sin miedo", a?ade. "Me paralizaba ese terror que se tiene en Espa?a a lo sentimental. Me daba verg¨¹enza, apuro, pudor. Mi marido me anim¨®:?'Esta es tu voz y lo tienes que aprovechar'. Luego me puse de un tir¨®n y cre¨¦ esta estructura como retazos de la vida de una persona que le est¨¢ contando algo a otra".
Pero ?c¨®mo se cuenta una ¨¦poca confusa en la vida de una persona? En su caso, el de una mujer tremendamente apasionada, desde el amor. "Sin estabilidad no se puede ver el desequilibro pasado. He escrito esta novela cuando me he sentido madura y m¨¢s segura de m¨ª misma".
Pero llegar hasta aqu¨ª y convertirse en la escritora que siempre ha querido ser no result¨® sencillo. Profesionalmente ha sido lo que se conoce como un culo inquieto. Periodismo, literatura y guiones han marcado un curr¨ªculo cuyas primeras l¨ªneas la sit¨²an a los 19 a?os trabajando en Radio Nacional de Espa?a, cuando no hab¨ªa hecho m¨¢s que empezar la carrera de periodismo. En ese tiempo, los m¨¢steres apenas se conoc¨ªan, y los periodistas se curt¨ªan con contratos de pr¨¢cticas en los medios de comunicaci¨®n. En su formaci¨®n fue fundamental la escritura de historias, los cuentos c¨®micos para la radio, a veces representados por ella misma. En esta l¨ªnea, cre¨® un personaje magistral que poco a poco se fue haciendo muy popular en las ondas: Manolito Gafotas, un ni?o de un barrio obrero de Madrid, que sonaba a diario en la radio con guiones y la voz de su creadora; luego form¨® parte como guionista de la plantilla de una de las primeras televisiones privadas. Como la protagonista de su novela, siempre trabaja mejor bajo presi¨®n, forzada por el encargo.?"Escribir di¨¢logos era mi consuelo. De pronto, unos seres fantasmales, a¨²n inexistentes, sin nombre y casi sin personalidad, hablaban en mi cabeza, como si mis o¨ªdos hubiesen sido capaces de almacenar conversaciones escuchadas aqu¨ª y all¨¢, en la calle, y ahora volvieran a m¨ª, en el mismo momento en que pulsaba las teclas de mi peque?a Olivetti. Siempre suced¨ªa igual. Primero era el des¨¢nimo y luego la euforia. La risa incluso. El consuelo del trabajo". Son palabras de Antonia, la protagonista de su nueva novela, a la que ha bautizado con el nombre de su madre.
En 1993, Lindo decide retirarse por un tiempo de su trabajo en la tele para dedicarse a escribir. Comienza con un libro sobre su personaje Manolito. A ese libro, llamado Manolito Gafotas, le seguir¨¢n otros cinco m¨¢s: Pobre Manolito, C¨®mo molo, Los trapos sucios, Manolito on the road y Yo y el Imb¨¦cil. Libros traducidos a m¨¢s de 20 idiomas y con los que ha vendido millones de ejemplares. En 1998 publica su primera novela para adultos, El otro barrio, que se lleva a la gran pantalla dirigida por Salvador Garc¨ªa Ruiz. Ese mismo a?o comienza a publicar art¨ªculos de opini¨®n en EL PA?S para la secci¨®n de Madrid, y dos a?os despu¨¦s, en el verano de 2000, irrumpe con una columna diaria durante todo agosto, en la que mezclaba con comicidad la realidad y la ficci¨®n de la propia escritora. Estos art¨ªculos, recopilados en el volumen Tinto de verano, fueron el germen de un estilo literario tan personal como exitoso. Hasta que decidi¨® que ten¨ªa que separarse de todo lo que hab¨ªa conseguido...
Por eso se siente tan identificada con una frase que dijo Ch¨¦jov cuando sobreviv¨ªa de escribir art¨ªculos de humor para los peri¨®dicos, que eran muy populares. "Lleg¨® un momento en que le pidi¨® al director que le dejara hablar en serio. Hay momentos de tu vida en que te quedas petrificado con el personaje que los dem¨¢s han construido de ti. Mucha gente se mantiene fiel a su personaje hasta el final. A m¨ª los art¨ªculos me han servido tambi¨¦n como un ensayo de lo que estaba viviendo, not¨¦ que mis art¨ªculos cambiaban de tono y no quise modificarlo. Unos lectores me dec¨ªan "ahora s¨ª que vales"; otros me rogaban que volviera a ser la de antes, pero he tratado de que nada de eso me perturbara. El hecho de llevar una vida muy privada y que mis amigos sean personas que no son especialmente conocidas ni pertenecen a ninguna capilla literaria me ayuda a que no me perturbe el criterio de los dem¨¢s. Mis amigos y mi entorno familiar me han alentado a escribir lo que siento".
El humor se encuentra en uno mismo, y Elvira Lindo no puede evitar tener un toque c¨®mico. Podr¨ªa haberse dedicado a eso, pero sent¨ªa que no pod¨ªa estar haci¨¦ndolo toda la vida porque se trataba de un disfraz. Su anterior novela, Una palabra tuya, iba cargada de tragicomedia, era muy teatral, y como tal lleg¨® al coraz¨®n de la gente, pero en esta novela ha dado un paso m¨¢s. Le quit¨® 60 p¨¢ginas al libro porque quer¨ªa que estuviera lo m¨¢s desnudo posible.
Su nuevo trabajo cuenta an¨¦cdotas desde que la protagonista es una ni?a. Su madre muri¨® casi en sus brazos cuando la escritora contaba 16 a?os. "La gran frustraci¨®n de mi vida es no haberle podido decir a?mi madre que he llegado a lo que soy, de manera azarosa y complicada; pero cuando falleci¨® ni siquiera sab¨ªa lo importante que era una madre; ni en eso estaba formada". Desde bien peque?a supo que la infelicidad ha de llevarse con discreci¨®n. Educada para re¨ªr en la adversidad, Lindo fue la peque?a de la familia y, como tal, fue estigmatizada como la alegr¨ªa de la casa. "Dec¨ªa un psic¨®logo amigo m¨ªo que los ni?os son muy obedientes, y mi papel en la vida era ser alegre; delante de los dem¨¢s, siempre he vivido prisionera de mi simpat¨ªa. De ah¨ª nace mi pudor para transmitir el dolor, esa tendencia a recurrir a la tragicomedia y que la melancol¨ªa de pronto se rompa con un punto de humor. En el fondo te da mucha verg¨¹enza cuando lo pasas mal".
Por edad no pertenece a la generaci¨®n de mujeres que abrieron camino en Espa?a, pero s¨ª a un grupo de chicas progres que quisieron ser due?as de su vida y que fueron independientes muy j¨®venes, incluso?del afecto de los hombres, gracias a su trabajo, aunque en las reuniones en las que era la ¨²nica voz de mujer se le ninguneara un poco."Te ani?aban, ¨¦ramos ciudadanas de primera categor¨ªa, pero hab¨ªa cierta mirada condescendiente con nosotras".
Hay obras que se imponen a sus autores, y escribirlas ayuda a superar viejas heridas. Lo que me queda por vivir est¨¢ narrada por alguien que se ha distanciado de lo que cuenta sin rencor ni resentimiento. "Hay personas que el pasado lo viven en presente, como la memoria hist¨®rica, y lo juzgan como si estuviese sucediendo ahora. Lo que les pasa a los viejos cuando hablan de su ni?ez, que la memoria les acerca a lo que fueron como si sucediera en ese momento, pero yo no lo vivo as¨ª. No tengo deudas ni acreedores con mi pasado. Las cosas en mi vida han transcurrido as¨ª y me han servido para convertirme en lo que soy ahora. No me gusta quejarme, me gusta aprovechar esos momentos para poder escribir sin lamentarme. Si lo he podido escribir es porque estaba en un momento satisfactorio, y, para lo nerviosa que soy, con tendencia a la felicidad y a la melancol¨ªa, vivo una ¨¦poca serena".
Pero hay algo que resulta inevitable en ella. Como le repite con frecuencia su marido, el escritor Antonio Mu?oz Molina: "Das la impresi¨®n de pas¨¢rtelo de puta madre en la vida y eso no lo vas a cambiar".
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