Globos en verano
Desde 1875, nada menos, generaciones de la betanceira familia Pita repiten la costumbre iniciada por su insigne antepasado, don Claudino, y lanzan al cielo el legendario globo de papel que, ante la expectante mirada de miles de personas, se pierde entre las estrellas desde la plaza dedicada a los Hermanos Garc¨ªa. La leyenda cuenta que un a?o el artefacto lleg¨® hasta la mism¨ªsima Inglaterra, pa¨ªs en el que, justo dos a?os antes del primer lanzamiento del artesanal aerostato, fallec¨ªa el fil¨®sofo y economista John Stuart Mill, de quien justamente se puede decir que es el padre de una de esas ideas que transform¨® nuestra sociedad: la de que la distribuci¨®n de la riqueza generada por las impersonales y absolutas leyes del mercado no es una distribuci¨®n "natural", sino que depende "de las leyes y las costumbres que rigen la sociedad"; de forma que ¨¦sta no tiene por qu¨¦ resignarse a aceptar esos resultados "naturales" y puede corregirlos mediante el establecimiento de impuestos (como el de la renta), dando subsidios, e incluso expropi¨¢ndola y redistribuy¨¦ndola desde los que m¨¢s tienen hacia los que m¨¢s lo necesitan.
Los globos-sonda sobre los "impuestos para ricos" da?an la confianza de los operadores
La idea de Mill hizo que, a partir de ¨¦l, todos los debates sobre la fiscalidad no s¨®lo fuesen abordados desde la perspectiva de la eficiencia (es decir: c¨®mo y cu¨¢nto inciden los impuestos en las decisiones individuales que se adoptan en los mercados), sino tambi¨¦n desde la perspectiva de la equidad, esto es, situando el debate en el campo de los compromisos ¨¦ticos y morales. Desde entonces, obviamente, la teor¨ªa de los impuestos se ha enriquecido con numerosas aportaciones, y no solo en los terrenos de la eficiencia y la equidad, sino tambi¨¦n, desde Keynes, en el ¨¢mbito del desarrollo econ¨®mico (c¨®mo influye el sistema fiscal en el crecimiento de una econom¨ªa).
Cuando el hacendista norteamericano Richard Musgrave elabor¨® su famosa s¨ªntesis con todas las aportaciones mencionadas, se comprob¨® que los impuestos, esa exacci¨®n coactiva con la que se financian los gastos p¨²blicos, pueden desempe?ar tres funciones diferenciadas: contribuir a una eficiente asignaci¨®n de los recursos; corregir las desigualdades de renta y riqueza entre los individuos; y utilizarse como uno de los principales intrumentos a disposici¨®n del grupo pol¨ªtico para conseguir el objetivo del crecimiento econ¨®mico sostenido, es decir, para luchar contras las crisis econ¨®micas. El problema reside en que cada figura incide de forma diferente en cada uno de los ¨¢mbitos sociales se?alados, y que no siempre es posible compatibilizar los tres objetivos. Por ejemplo, el impuesto personal y progresivo sobre la renta o el impuesto progresivo sobre el patrimonio neto de las personas son tributos que contribuyen a la equidad, pero no tanto a la eficiencia (desincentivan el trabajo y el ahorro), y por tanto tampoco favorecen en exceso el crecimiento econ¨®mico, especialmente cuando la progresividad supera determinados niveles. En cambio, una tasa pagada por el uso de un bien p¨²blico, como una autopista, puede ser bien evaluada desde el punto de vista de la eficiencia (se paga en la medida en que su uso es rentable), pero no resulta excesivamente positivo si la perspectiva utilizada es la de la equidad (pagan lo mismo ricos y pobres) o la del desarrollo econ¨®mico (encarece los costes de los productores).
Sirvan las simplificadas generalizaciones anteriores para ilustrar la complejidad de las enrevesadas conexiones que se dan entre las figuras tributarias que configuran un sistema fiscal. Un "sistema" que refleja en cada momento hist¨®rico cu¨¢les son las prioridades pol¨ªticas del grupo social; cuya estructura tiene implicaciones en el orden econ¨®mico pero tambi¨¦n en el orden moral; y que, como su propio nombre indica ("sistema"), requiere para su mejor funcionamiento (en la eficiencia, en la equidad y en el desarrollo) de la suficiente estabilidad normativa y temporal para introducir certidumbre en los decisores econ¨®micos.
Por eso, jugar a pasar el verano en Galicia lanzando globos-sonda artesanales sobre la conveniencia de introducir "impuestos para los ricos" (mientras el IVA ya ha subido), o tasas para el uso por los transportistas de autov¨ªas hasta ahora gratuitas, da?a significativamente la confianza de los operadores econ¨®micos. Su recorrido, afortunadamente, no suele ser mucho m¨¢s largo que el del fabuloso globo brigantino, que dif¨ªcilmente sobrepasa Coir¨®s o, como este a?o, Abegondo; pero contribuye, al igual que el siempre ir¨®nicamente ilustrado artefacto de Betanzos, y aunque sea por diferentes motivos, a que el p¨²blico se tome a rechifla las declaraciones de algunos de sus gobernantes.
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