Dos exilios ingleses
No es improbable que Arturo Barea y Manuel Chaves Nogales se cruzaran alguna vez en el Madrid de la Rep¨²blica y en el de los primeros meses de la guerra. Nacieron los dos en 1897 y tuvieron vidas hasta cierto punto paralelas que s¨®lo se encuentran en esta tard¨ªa posteridad en que los dos vuelven a ser le¨ªdos y en la que reciben una consideraci¨®n literaria y pol¨ªtica de la que no disfrutaron en Espa?a mientras viv¨ªan. Los dos son escritores en los m¨¢rgenes de lo aceptadamente literario: Chaves Nogales, un periodista activo, de reportaje y de cr¨®nica, no de aquellos plomizos art¨ªculos de fondo que publicaban en los peri¨®dicos los escritores reconocidos de su tiempo; Arturo Barea, un autodidacta que encontr¨® su vocaci¨®n despu¨¦s de los cuarenta a?os, en medio de las urgencias y las angustias de la guerra, y sobre todo un poco despu¨¦s, en el exilio, en Par¨ªs y en Inglaterra. De Chaves Nogales, durante muchos a?os, s¨®lo se conoci¨® el Juan Belmonte que Javier Pradera volvi¨® a editar en Alianza. A Barea muchos lo descubrimos cuando su trilog¨ªa de La forja de un rebelde se public¨® por primera vez en Espa?a en los primeros ochenta, una ¨¦poca poco propicia a ese tipo de literatura. El olvido p¨®stumo los hab¨ªa igualado a los dos. En los cat¨¢logos trabajosamente recobrados de la literatura del exilio no hab¨ªa mucho lugar para ellos. De Barea sab¨ªamos vagamente que durante un tiempo fue muy le¨ªdo fuera de Espa?a, pero no ten¨ªamos idea de la amplitud de su ¨¦xito. Y de cualquier modo, ni siquiera era seguro que La forja pudiera ser considerada literatura, en un pa¨ªs en el que existe el prejuicio de que literatura quiere decir ficci¨®n: ?no eran m¨¢s bien unas memorias algo descuidadas, un testimonio hist¨®rico?
En los cat¨¢logos trabajosamente recobrados de la literatura del exilio no hab¨ªa lugar ni para Chaves ni para Barea
Ninguno puso sus prejuicios ideol¨®gicos o sus lealtades pol¨ªticas por encima de la torturada decisi¨®n de contar lo que hab¨ªan visto con sus ojos
Hay otra explicaci¨®n m¨¢s para el olvido de Chaves y Barea, que tiene tambi¨¦n que ver con sus vidas paralelas. Si ninguno de los dos se ajustaba a las ortodoxias de lo literario tampoco respond¨ªan a las ortodoxias pol¨ªticas de la cultura antifranquista, que pod¨ªan ser tan excluyentes como cualquier ortodoxia. Tanto Chaves como Barea hab¨ªan sido intachablemente republicanos, pero tambi¨¦n muy libres en sus posiciones personales, y desde luego ninguno de los dos hab¨ªa pertenecido al Partido Comunista ni gravitado bajo su influencia. Los dos se marcharon al destierro, pero eligieron irse antes del final de la guerra. De nuevo el paralelismo del azar, la posibilidad de un encuentro del que no queda constancia: Chaves Nogales, que hab¨ªa dirigido en Madrid el diario Ahora hasta que el gobierno abandon¨® la ciudad el 6 de noviembre de 1936, se fue un poco despu¨¦s a Par¨ªs y all¨ª permaneci¨® sobreviviendo malamente en los caf¨¦s baratos y en los hoteluchos donde se alojaban los refugiados pol¨ªticos de media Europa; a uno de esos hoteles llegaron en febrero de 1938 Arturo Barea y su mujer Ilse, un hotel llamado Delambre o De l'Alhambre en cuyo nombre qued¨® inscrito para los dos el recuerdo del hambre que pasaron en ¨¦l.
En Par¨ªs, mientras se buscaban desesperadamente la vida, Barea y Chaves sintieron una urgencia semejante por encontrar las palabras que dieran forma a la experiencia ¨ªntima y colectiva del cataclismo espa?ol del que con tanto remordimiento hab¨ªan escapado. Ninguno de los dos puso sus prejuicios ideol¨®gicos o sus lealtades pol¨ªticas por encima de la torturada decisi¨®n de contar la verdad, lo que hab¨ªan visto con sus ojos. El precio de esa actitud fue tan alto que los dej¨® en una intemperie dolorosa mientras viv¨ªan y siguieron pag¨¢ndolo mucho despu¨¦s de la muerte: proscritos en el interior del pa¨ªs durante la dictadura por haber sido fieles a la legalidad republicana; inc¨®modos o directamente inaceptables para la cultura pol¨ªtica del exilio y la resistencia, porque la forzaban a mirarse en un espejo en el que se ve¨ªan -se siguen viendo- con la misma claridad el hero¨ªsmo y el crimen. En una ¨¦poca en que la democracia parec¨ªa una antigualla por comparaci¨®n con la modernidad de las dictaduras fascistas o comunistas, Chaves Nogales se defin¨ªa a s¨ª mismo como "un peque?o burgu¨¦s liberal". Barea, que en Espa?a perteneci¨® al Partido Socialista y a la UGT, en Inglaterra se afili¨® al Laborismo.
Desde la atalaya de Par¨ªs Barea y Chaves vieron con id¨¦ntica lucidez y amargura c¨®mo los enjuagues de la pol¨ªtica europea iban volviendo inevitable la derrota de la Rep¨²blica espa?ola. Extranjeros en un pa¨ªs cada vez m¨¢s xen¨®fobo, refugiados pol¨ªticos que se enfrentaban a diario al acoso de la polic¨ªa, a la inseguridad sobre sus documentos, a la hostilidad sorda o descarada de la gente, Chaves y Barea experimentan en carne propia la descomposici¨®n gradual de una democracia que de antemano se ha rendido al nazismo. Ven¨ªan de una ciudad hambrienta y sitiada que en noviembre de 1936 resisti¨® sin m¨¢s armas que la furia de la bravura popular el asalto de todo un ej¨¦rcito: en Par¨ªs les asombraba por igual la abundancia de comida y de luces en las calles nocturnas no oscurecidas por ninguna guerra y la inconsciencia fr¨ªvola de quienes prefer¨ªan no enterarse que la guerra tambi¨¦n les alcanzar¨ªa a ellos.
Barea se march¨® a Inglaterra en febrero de 1939. Chaves Nogales, periodista siempre, se qued¨® en Francia hasta el ¨²ltimo momento, asistiendo al derrumbe, a la inaudita rendici¨®n sin lucha de un ej¨¦rcito poderoso y de una clase pol¨ªtica podrida, escribiendo cr¨®nicas que se olvidaron muy pronto y que setenta a?os despu¨¦s, revelan una clarividencia luminosa, y tambi¨¦n una esperanza insensata en lo que entonces, el verano negro de 1940, no cre¨ªa casi nadie, la superioridad de la democracia sobre el totalitarismo. Leer hoy La agon¨ªa de Francia es encontrarse con una inteligencia pol¨ªtica y una escritura de peri¨®dico que cortan el aliento, y tambi¨¦n indignarse de que un libro as¨ª pudiera caer en el olvido.
En Inglaterra Barea tuvo una vida laboriosa y feliz, en gran parte gracias a la presencia de Ilse, que le dio el aliento que necesitaba para convertirse en escritor. Traducida por ella al ingl¨¦s, La forja de un rebelde fue un ¨¦xito internacional. Despu¨¦s de tanto destierro, Barea se hizo ciudadano brit¨¢nico y llev¨® una apacible vida inglesa, en una casita de campo cerca del T¨¢mesis. Escrib¨ªa, cuidaba el jard¨ªn, daba charlas en la BBC, cocinaba para sus amigos excelentes comidas espa?olas, guisos populares que le devolv¨ªan la memoria de los sabores de la infancia. Cuando muri¨® en 1957 era un escritor internacionalmente conocido y respetado. Mis amigos Sonia y William Chislett encontraron su tumba en el cementerio de Faringdon y la modesta l¨¢pida dedicada a su memoria, seg¨²n me cuentan muy descuidada ahora, sin que la embajada espa?ola haya mostrado mucho inter¨¦s en restaurarla.
Da tristeza el destino m¨¢s infortunado de Chaves Nogales, que al huir a Inglaterra tuvo que dejar atr¨¢s a su familia, y que a diferencia de Barea no encontr¨® all¨ª asideros s¨®lidos para su vida ni para su escritura. Trabajo mucho y con poco fruto, como mal, duermo poco y me abandono, escribi¨® en una carta. Muri¨® en un hospital de Londres, en mayo de 1944. C¨®mo ser¨ªa estar solo y sentirse morir despu¨¦s de una operaci¨®n en un hospital de una ciudad en guerra.
antoniomu?ozmolina.es
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