Mucho arte, por fuera y por dentro
Albergan exposiciones, pero tambi¨¦n son obras de arte en s¨ª mismos. Iconos urbanos y tur¨ªsticos. La arquitectura moderna m¨¢s atrevida revoluciona los museos
Son los museos las nuevas catedrales del siglo XXI?, reflexionaba en una reciente entrevista el arquitecto franc¨¦s Jean Nouvel. La denominaci¨®n se ha generalizado: estos centros, m¨¢s all¨¢ de su funci¨®n cl¨¢sica de expositores, se han convertido en lugares de encuentro donde la arquitectura reclama protagonismo. Lo anticipaba hace diez a?os Vicente Todol¨ª, ex director de la Tate Modern: "Museos como el Guggenheim parece que coleccionen edificios". Nombres de prestigio -de Norman Foster a Zaha Hadid, pasando por algunos j¨®venes talentos- se sueltan la melena con espacios innovadores. Aspiran al efecto Guggenheim: transformar una ciudad como lo hizo el proyecto de Frank Gehry con Bilbao.
"El espect¨¢culo est¨¢ fuera de la sala, en el contenedor", asegura Aurora Herrera, doctora en arquitectura y especialista en gesti¨®n de espacios expositivos. Dado que los requisitos t¨¦cnicos del interior (temperatura, iluminaci¨®n) limitan la creatividad, es en la fachada donde se llevan a cabo los experimentos m¨¢s audaces. El impresionante voladizo del Liaunig Museum (en la fotograf¨ªa grande. www.museumliaunig.at) se eleva sobre un desnivel de 40 metros, transformando el paisaje como una obra de land art. "Estos museos no tienen colecciones extraordinarias: atraen por su aspecto llamativo", explica Philip Jodidio, autor del libro Arquitectura hoy! Museos (Taschen), que recopila medio centenar de obras destacadas de la ¨²ltima d¨¦cada. Un periodo en el que, seg¨²n Herrera, se ha pasado "de los palacios del siglo XIX a edificios-anuncio". Y a?ade: "Estas construcciones escenogr¨¢ficas aportan a la ciudad un icono. De ah¨ª que los pol¨ªticos -y no solo los de las grandes ciudades- los demanden como foco de turismo".
Por algo la Administraci¨®n de Monterrey (M¨¦xico) se gast¨® 15 millones de euros en el Museo del Acero (www.horno3.org). Su torre met¨¢lica de 70 metros de altura se ha convertido en un s¨ªmbolo. Era un horno de fundici¨®n, y la intervenci¨®n del brit¨¢nico Nicholas Grimshaw respeta sus rotundas formas industriales. "Ten¨ªamos algunas ideas... hasta que llegamos all¨ª y vimos esa estructura majestuosa. No pod¨ªamos competir en espectacularidad, as¨ª que le sacamos el mayor partido posible", recuerda uno de los arquitectos que colaboraron en el proyecto, William Horgan. Su socio Vincent Chang apostilla: "La mayor dificultad era lograr un equilibrio entre el contenido [una exposici¨®n permanente sobre metal y tecnolog¨ªa] y el dise?o. Pocos meses despu¨¦s de su apertura, en 2007, ya sumaba m¨¢s de 150.000 visitantes.
El equipo del japon¨¦s Jun Aoki tambi¨¦n tuvo que adaptarse a un entorno exigente. La Prefectura de Aomori, al norte de Jap¨®n, acababa de hallar un importante yacimiento prehist¨®rico (Sannai Maruyama). Aoki lo plante¨® como punto de partida: "Cavamos trincheras horizontales y verticales, como si fueran las ruinas de una excavaci¨®n, y definimos el espacio del museo de acuerdo con esos perfiles de terreno", resume. El Museo Aomori (www.aomori-museum.jp/en) se desarrolla bajo tierra: "Aprovech¨¦ que est¨¢ debajo de una colina para mantener una temperatura constante en el interior", se?ala el arquitecto. "Aunque debido al clima, muy fr¨ªo, tuvimos que investigar sobre materiales aislantes para preservar las obras de la congelaci¨®n y la humedad".
Objetos imprevisibles
Las nuevas soluciones t¨¦cnicas permiten que estos museos -como apunta Herrera- est¨¦n "mejor preparados para los soportes del arte contempor¨¢neo: grandes formatos que requieren suelos que soporten mucho peso, ascensores enormes, salas amplias...".
Y tanto. En Aomori, una galer¨ªa entera se destin¨® a tres decorados de 14 metros de altura del ballet Aleko del pintor Marc Chagall. Obras de tal envergadura "ponen en valor el espacio: uno ve que el edificio que ha creado puede albergar objetos imprevisibles". Lo dice ?ngel Alonso (que forma junto con Victoria Acebo el equipo Acebo X Alonso), y sabe de lo que habla: la primera pieza de la colecci¨®n del Museo Nacional de Ciencia y Tecnolog¨ªa, en A Coru?a (www.educacion.es/mnct), es un morro de avi¨®n (el Lope de Vega, de Iberia) de 16 metros.
A veces las circunstancias ponen a prueba los proyectos. La hoja de ruta dio un giro repentino tanto para Acebo X Alonso (tuvieron que convertir en museo de ciencia un volumen ideado para alojar un conservatorio de danza y una pinacoteca) como para ?lvaro Siza Vieira y su colaborador Rudolf Finsterwalder. En 1995 el premio Pritzker portugu¨¦s se hizo cargo de un instituto de biof¨ªsica en la isla de Hombroich (www.inselhombroich.de), cerca de la ciudad alemana de D¨¹sseldorf. Qui¨¦n le iba a decir que no se inaugurar¨ªa hasta 2008... y que lo har¨ªa en forma de museo de maquetas de arquitectura (unas 200, colecci¨®n del fundador). "Al cliente le gustaba el dise?o original, as¨ª que reagrupamos las habitaciones en salones m¨¢s amplios", cuenta por tel¨¦fono Finsterwalder. Quisieron proponer un juego al espectador: "Como las paredes son ciegas, hay que dar la vuelta completa al edificio para comprenderlo en su conjunto. No quer¨ªamos mostrarlo entero en un solo vistazo".
Si para Juan Navarro Baldeweg "el museo es la arquitectura por excelencia de la ciudad", no es de extra?ar que los arquitectos se esmeren. El alem¨¢n Matthias Sauerbruch profundiza: "Se espera que demos lo mejor de nosotros mismos, porque la audiencia potencial es muy sensible al fen¨®meno est¨¦tico". Su caso sirve de ejemplo: en el museo Brandhorst (www.museum-brandhorst.de), una gran escalera voladiza comunica los tres pisos: "Nos quisimos asegurar de que era un placer usar esa escalera. Los visitantes est¨¢n invitados a tocarla, algo poco habitual en un lugar donde el placer est¨¦tico se limita a la vista y a veces al sonido", explica. El interior, amplio y minimalista, se concibi¨® para cualquier muestra temporal. Lo mismo sucede en el vers¨¢til Towada Art Center, en Jap¨®n (www.city.towada.lg.jp/artstowada/eng/index.html). Hasta que no se complet¨® el contenedor, un proyecto de Ryue Nishizawa -junto con Kazuyo Sejima, fundadores de SANAA, premio Pritzker de 2010-, no se encarg¨® ni una sola de las obras que contendr¨ªa.
Contenido y continente
Algunos cr¨ªticos consideran muchos de estos ejemplos como estatuas gigantes, grandes escaparates que no cumplen su funci¨®n. "En demasiados casos la arquitectura est¨¢ embebida en s¨ª misma", afirma Finsterwalder. Si bien ?ngel Alonso matiza: "La arquitectura debe desaparecer cuando el contenido es interesante. Pero est¨¢ claro que un contenido espectacular es m¨¢s dif¨ªcil de lograr que un buen contenedor".
La crisis econ¨®mica ha paralizado proyectos en todo el mundo. Ya lo declaraba recientemente Manuel Borja-Villel, director del Reina Sof¨ªa: "Si el paradigma econ¨®mico del dinero f¨¢cil y la especulaci¨®n no se sustenta, tampoco la cultura basada en la primac¨ªa del edificio sobre el programa". Hay quien cree, como Finsterwalder, que "el tiempo de este tipo de museos-espect¨¢culo est¨¢ acab¨¢ndose". Aurora Herrera considera que pasar¨¢ "como cuando, despu¨¦s de los grandes logros del barroco y el rococ¨®, se volvi¨® al rigor, al neoclasicismo". Y se le ocurre un s¨ªmil: "Estos edificios con tanta carga formal tienen algo de las metamorfosis que sufren los insectos poco antes de morir, cuando adoptan las formas m¨¢s hermosas". Menos pesimista, Philip Jodidio aventura un futuro de centros m¨¢s reducidos y sostenibles, "que obligar¨ªan a ser igualmente ambiciosos para buscar nuevas soluciones".
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