Cielo l¨ªquido sobre Shanghai
Un viaje en el tiempo: de la mansi¨®n Huxinting a los rascacielos junto al r¨ªo Huangpu. La ciudad china hipnotiza al viajero, que hasta finales de octubre a¨²n puede visitar la Expo
Basta con haber pasado por algunas ciudades chinas para empezar a ver Nueva York profundamente disminuida. Nueva York pudo ser la ciudad del siglo XX, pero todo indica que las ciudades del XXI van a estar en Asia: China ya tiene dos que representan, m¨¢s que Nueva York, el eterno retorno de Babilonia y sus jardines colgantes y sus torres acerc¨¢ndose al cielo. Una es naturalmente Pek¨ªn; la otra es Shanghai, que ahora ronda los veinte millones de habitantes, y que tan majestuosa resulta desde el piso 32? del hotel Meli¨¢, que alza su mole junto al r¨ªo Huangpu. Pero el viajero no se debe alarmar, pues en realidad el casco urbano que ¨¦l va a frecuentar no es demasiado extenso y puede aprenderse con cierta facilidad en su esquema m¨¢s general, tomando como referencia el r¨ªo y algunos de sus rascacielos m¨¢s emblem¨¢ticos.
El Bund
Una buena manera de iniciar el recorrido por Shanghai es acercarse al Bund y atravesar sus callejas, donde todav¨ªa se despliega una forma de vivir genuinamente china, hacinada y vecinal: restaurantes que desprenden un mareante olor a fritangas, mercados callejeros con toda clase de animales vivos: serpientes, ranas, peces, crust¨¢ceos. Con habilidad asombrosa, las chinas decapitan culebras vivas y con una cuchilla las despojan de la espina dorsal. En el Bund, el viajero se puede dar un buen ba?o de multitud, sobre todo si decide atravesar la Nanking Lu, donde la nueva clase media china muestra su fisonom¨ªa m¨¢s voraz. En la Nanking Lu se observa siempre un frenes¨ª que recuerda el de la Europa consumista de finales de los sesenta.
Ciudad antigua
Torciendo hacia la izquierda por la Hennan Lu se alcanza enseguida la antigua ciudad china, amurallada, tradicional y recientemente reinterpretada hasta alcanzar a veces el paroxismo kitsch en su versi¨®n m¨¢s t¨ªpicamente china. Un nuevo mercado se despliega en sus calles rojas, doradas, relucientes y llenas de tiendas y restaurantes que ofrecen todas las especialidades de la cocina de Shanghai. Merece de verdad la pena porque en el coraz¨®n de la ciudad china se halla la mansi¨®n Huxinting, en el centro de un peque?o lago. All¨ª se ubica desde hace tiempo una de las mejores casas de t¨¦ de Shanghai. Por no m¨¢s de cinco euros uno puede presenciar el ritual del t¨¦. Suele hacer de maestra de ceremonias una muchacha peque?a y sinuosa, de una simpat¨ªa dulce y directa. Puede envolverte completamente con sus palabras y los movimientos de sus manos, dignos de un prestidigitador. Uno sale de la ceremonia realmente entonado, como solo ocurre en China cuando te ofrecen t¨¦ bien preparado y escanciado. Un estado del cuerpo y la mente ideal para adentrarse en el jard¨ªn Yuyuan: toda una sorpresa, pues el jard¨ªn no est¨¢ reconstruido y da una idea bastante aproximada de lo que era cierta arquitectura aristocr¨¢tica china. El jard¨ªn, de no m¨¢s de una hect¨¢rea, es de una densidad real, y mientras lo recorres contemplas monta?as, cascadas, cuevas, refugios, miradores, glorietas. Sorprende que en la ciudad m¨¢s occidentalizada de China uno pueda trasladarse hasta el siglo XVI, cuando el arquitecto Zhang Nayang concibi¨® aquel jard¨ªn guiado por una idea: convertir un espacio limitado y enclaustrado en una representaci¨®n del mundo llena de sutileza y al amparo de las piedras, los pinos retorcidos y el agua, tan presente en todo el jard¨ªn, a veces quieta y otras veces en movimiento.
Xuhui
Basta con dejar atr¨¢s la ciudad china por la Fuxing Lu para adentrarse en lo que fue la Concesi¨®n Francesa o distrito de Xuhui. Es como pasar de China a Europa sin salir de la misma ciudad y en un abrir y cerrar de ojos. Se trata de una parte de Shanghai que perteneci¨® a Francia hasta 1946 y donde se practic¨® como en pocos sitios el arte de vivir. Es aconsejable perderse por sus calles coloniales, cuando ya est¨¢ a punto de caer la noche, bajo esa luz siempre l¨ªquida de Shanghai. Todos los estilos de entreguerras est¨¢n representados, y a veces uno puede encontrarse con villas tan asombrosas como la de Taiyuan, construida en los a?os veinte por dos g¨¢nsteres arist¨®cratas, o dos arist¨®cratas g¨¢nsteres. Parece la casa del gran Gatsby. Mientras me la mostraba, el escritor Pedro Molina Temboury me cont¨® que hab¨ªa sido el albergue de las fiestas de Mao y de su mujer. Circunstancia que la convert¨ªa en espacio doblemente evocador del asombroso pasado de Shanghai en su vertiente comercial, disoluta y mafiosa, y en su vertiente comunista y no menos oscura y vil.
Templos viejos y modernos
Al sur del Xuhui es posible regresar de nuevo a la china tradicional visitando el templo de Longhua, en la calle del mismo nombre. Es el m¨¢s antiguo y grande de Shanghai. A primeras horas de la ma?ana, el templo se percibe como un espacio de oraci¨®n y meditaci¨®n. Posee una hermosa pagoda del siglo X y grandes estatuas de Buda en sus diferentes avatares, uno de ellos femenino. Su sala de los arhats, con 500 estatuas doradas, nos introduce en la pesadilla de la repetici¨®n, tan cultivada por el budismo. No es dif¨ªcil ver en el templo de Longhua fieles rezando con un fervor desconocido en Europa, si bien rara vez son numerosos.
Merece tambi¨¦n la pena visitar el templo del Buda de Jade, el museo dedicado a la memoria del genial escritor Lu Xun, la plaza del Pueblo y, frente a ella, el Museo de Shanghai, con excelentes colecciones de pintura cl¨¢sica china. Tambi¨¦n es aconsejable dar largos paseos por la orilla del r¨ªo, ya en la zona del Pudong, donde se est¨¢ desplegando el nuevo Shanghai, con sus rascacielos babil¨®nicos, tot¨¦micos, cristalinos y fantasmales bajo un cielo m¨¢s l¨ªquido que las aguas del Huangpu. Y tambi¨¦n merece la pena visitar la Expo, donde Shanghai vuelve a convertirse, por primera vez desde el a?o 1948, en el concilio de todas las etnias, juntas, pero no revueltas, como en los viejos tiempos, pero de forma a¨²n m¨¢s enloquecida y fosforescente.
Para disfrutar de la noche abundan los lugares delirantes, y hasta es posible encontrar discotecas con largas peceras por las que discurren tiburones, pero para los s¨¢bados por la noche el mejor lugar es el Barco del Drag¨®n, que suele detenerse junto a una zona de marcha de la ribera derecha. Se trata de un bar-discoteca-restaurante en un barco que parece surgido de una pel¨ªcula de Fu Manch¨², y lo lleva una corporaci¨®n de espa?oles, italianos y chinos. En el barco el ambiente es mestizo y alegre, y es todo un placer poder tomar una copa en su terraza m¨¢s elevada, contemplando el r¨ªo y los rascacielos de las dos orillas mientras se van acercando las luces del alba.
? Jes¨²s Ferrero est¨¢ a punto de sacar su nuevo libro, Balada de las noches bravas (Siruela, 2010).
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Air China (www.airchina.es), Lufthansa (www.lufthansa.es), Alitalia (www.alitalia.es) o Airfrance (www.airfrance.es) son algunas de las compa?¨ªas que conectan Espa?a con Shanghai. Las tarifas suelen rondar los 1.000 euros, aunque se encuentran ofertas puntuales (como la que se pod¨ªa comprar en Lufthansa hasta ayer) desde algo m¨¢s de 600 euros.
Informaci¨®n
? Turismo chino (www.cnto.org).
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