Arte a granel
Un bodeguero alterna el negocio licorero con la pintura y la escultura
La ma?ana en que tuvo lugar la entrevista muri¨® un cliente de Emilio Rojo. De Emilio hijo, pero sobre todo de Emilio padre, que tambi¨¦n dej¨® este mundo hace a?o y medio, a los 88 a?os, dedicados en su mayor¨ªa al negocio licorero que despeg¨® con el abuelo Eduardo en Sevilla hace 100 a?os. Los Rojo han tocado muchos palos: la venta a granel, la cata, la destilaci¨®n, la exportaci¨®n y la hosteler¨ªa. El vino, la ginebra y el an¨ªs. Y ahora, desde que el benjam¨ªn de la familia decidiera no cerrar indefinidamente la tasca, la pintura y la escultura.
Fundada en 1971, Bodegas Rojo pasa inadvertida en pleno casco de Carabanchel Alto (calle de Polvoranca, 13). Hasta que uno escudri?a el interior. Adentro, siempre una docena de fieles -asiduos, como el que acaba de fallecer-. La decoraci¨®n combina el costumbrismo paterno con la vocaci¨®n art¨ªstica del v¨¢stago. Eso s¨ª, los carteles de los cantaores flamencos y las obras de Emilio hijo, artista, amante del realismo pict¨®rico y de la geometr¨ªa pura, van desplazando poco a poco los elementos taurom¨¢quicos que antepuso el progenitor. "Yo es que soy menos de toros", se justifica el due?o. Aun as¨ª, el bar est¨¢ atestado de r¨®tulos que anuncian corridas.
Esta taberna de Carabanchel es de las pocas que vende morapio a granel
El ¨²ltimo de la familia de los Rojo cumple su horario estricto "a rajatabla"
Pero en la bodega lo que manda es el alcohol, esos vidrios coquetamente emplazados en los estantes. Aquella m¨ªtica a?ada de La Rioja de 1973 que todos recuerdan. Los bienes abolengos de los Rojo pueden ser esas botellas de ginebra cubiertas de polvo que la familia exportaba a Inglaterra en un tr¨¢iler en los a?os sesenta del siglo pasado.
De esos ejemplares, blanqueados con el prestigio que dan los a?os al licor, alguno queda por el local. Y no solo de ginebra. "Mi abuelo cre¨® una marca de an¨ªs llamada An¨ªs del Rey, nombre que tuvo que anular cuando se proclam¨® la Segunda Rep¨²blica. Hace poco se present¨® aqu¨ª un coleccionista para ver si cazaba algo curioso, y al final result¨® que conservaba una de esas botellas de an¨ªs etiquetada en 1920", cuenta Emilio. Tambi¨¦n hay vinos bien tasados. "No los abro, porque perder¨ªan su valor". Luego revela que ha vendido alguno por Ebay, la web de ventas online.
Emilio, nacido en 1960, no iba para bodeguero. O eso crey¨® antes de romper con la tradici¨®n de sus antepasados. Fue entre los setenta y los ochenta, cuando el viento que soplaba en Espa?a era de libertad. Hab¨ªa terminado la mili y quer¨ªa pintar y esculpir, no atender tras la barra y repartir morapio a granel entre los obreros de su barrio. Recorri¨® primero alg¨²n recodo hippy del Bierzo leon¨¦s, y despu¨¦s emigr¨® a Francia, y de ah¨ª a Alemania. "A todos se nos va la olla alguna vez", dice.
Desde mediados de los ochenta hasta comienzos de siglo, Bodegas Rojo vivi¨® su etapa de m¨¢ximo esplendor. "Lleg¨® a haber cinco empleados adem¨¢s de mi padre. Se repart¨ªa mucho licor por los lugares cercanos y la bodega cerraba a veces pasadas las doce de la noche". Lo corrobora medio en broma un hist¨®rico del lugar: "El padre aguantaba m¨¢s que el hijo". Carabanchel Alto era entonces un barrio fajado en la lucha vecinal por salvar del ladrillo el parque de Las Cruces, por conseguir el asfaltado, por que llegase el metro a los m¨¢s de 25.000 habitantes (ahora son 40.000, y subiendo). Durante esos a?os, muchos de los curritos frecuentaban el local de Emilio los d¨ªas de asueto.
Emilio hijo segu¨ªa en sus trece. Su padre le pidi¨® que volviese, y volvi¨®, pero resign¨¢ndose a pensar que aquella vida barrial era la suya. Ya en Madrid, fue uno de los artistas que contribuy¨® a la refundaci¨®n del descuidado C¨ªrculo de Bellas Artes, asegura. Tambi¨¦n retorn¨® a Francia con una beca, avalado por el pintor y escultor bonaerense afincado en Par¨ªs Julio Le Parc. Continu¨® su andadura en Madrid, en toda Espa?a, mostrando sus obras aqu¨ª y all¨¢.
"Al final, mi padre, cuyo sue?o era que yo acabase en el bar de su vida, acab¨® admir¨¢ndome. Yo no le hab¨ªa pedido nunca ni un duro, y mi relaci¨®n con ¨¦l siempre fue muy estrecha". De hecho, le acab¨® prestando el s¨®tano para sus labores art¨ªsticas. Uno sirviendo arriba, el otro pintando y esculpiendo abajo. Emilio padre se jubil¨® en 2002, con 80 primaveras.
"Le dije que lo m¨¢s seguro era que lo cerrase", se?ala Emilio. Pero algo, un destello similar al que inspira a los creadores, le convenci¨® para seguir. Quiz¨¢s fue el local, un sobrio y acogedor establecimiento de dos piezas. Quiz¨¢s la nostalgia hacia la herencia familiar, cuya partida data de 1912.
Aquel a?o, el abuelo Eduardo, pionero de los Rojo en el comercio et¨ªlico, fund¨® en Sevilla una empresa de licores y aceitunas (all¨ª se hac¨ªa el an¨ªs). Tras la Guerra Civil, Eduardo march¨® a la capital, donde abri¨® otras dos factor¨ªas: una por las Ventas, otra en Carabanchel. En 1971, ya con su hijo Emilio al frente del negocio, ambas cerraron por motivos de salubridad (l¨¦ase fuertes olores) y parte de sus dependencias se reconvirtieron en bodegas. Solo queda una: la de Emilio junior.
Con el tiempo, Emilio se ha quedado solo en la taberna, una de las pocas en Madrid que venden licor a granel. De su abuelo conserva, adem¨¢s de los recuerdos, algunas fotos. En ellas se aprecia un sorprendente parecido entre ambos: dos hombres enjutos, en¨¦rgicos, llenos de vida.
Emilio, el ¨²ltimo Rojo de la familia, no olvida que es artista. Pese a las protestas, solo abre de 10.00 a 14.00. Cumple el horario "a rajatabla" para poder trabajar de lo suyo el resto del d¨ªa. Pero la entrevista se alarga hasta las cuatro de la tarde con clientes dentro. Alguien le suelta:
-A ver si vuelve la prensa y nos dejas aqu¨ª m¨¢s tiempo.
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