La ruina de la modernidad
Hay muchas maneras de volver a Madrid, cada uno tiene la suya, pero para muchos, sobre todo tras un agosto de viajar incansablemente por Espa?a, la entrada por avenida de Am¨¦rica marca el regreso m¨¢s melanc¨®lico y resignado del verano. Mientras la carretera de A Coru?a, con su espl¨¦ndida llegada arbolada a la ciudad, es m¨¢s la de los domingos oto?ales, la entrada en la que desemboca la carretera de Barcelona siempre fue la del aeropuerto, la de los viajes largos en los que uno pod¨ªa creerse que por un tiempo pertenec¨ªa a otro lugar. La avenida de Am¨¦rica permanec¨ªa ah¨ª, dando la bienvenida con sus edificios, para recordarnos que quiz¨¢ no era tan malo volver.
La personalidad de esta entrada al centro urbano era incuestionable (ah¨ª sobrevive el gran icono, Torres Blancas) y quiz¨¢ por eso su impacto siempre fue mayor al de otros accesos a la capital. Pero la extra?a emoci¨®n que provocaba ha sufrido tal cantidad de golpes que hoy es dif¨ªcil explicar qu¨¦ se siente al pasar por ah¨ª. O quiz¨¢ s¨ª: simple y pura rabia.
vuelta a madrid y a la realidad A trav¨¦s del recuerdo de un edificio demolido
El rev¨¦s m¨¢s duro a aquel paisaje de bienvenida ocurri¨® en 1999 con la destrucci¨®n de La Pagoda, el edificio de Miguel Fisac para los laboratorios Jorba que estaba situado en la calle de Josefa Valc¨¢rcel, 30, que se ve¨ªa desde la carretera y que inexplicablemente se demoli¨®, atentando impunemente contra el patrimonio arquitect¨®nico de la ciudad, en una operaci¨®n inmobiliaria que las administraciones p¨²blicas no frenaron. Un documental del periodista de EL PA?S Andr¨¦s Fern¨¢ndez Rubio -que se estrenar¨¢ en noviembre y que incluye una entrevista in¨¦dita con Fisac que realizo Iv¨¢n Acebo poco antes de fallecer el arquitecto en 2006- recoge la historia de La Pagoda y reivindica un edificio que en su momento (se construy¨® en 1965) se consider¨® una mera exhibici¨®n formal de arquitecto pero que, sin embargo, hoy las j¨®venes generaciones reclaman y evocan por la enorme energ¨ªa que desprend¨ªa con su simple contemplaci¨®n desde un veh¨ªculo en marcha.
"La conexi¨®n con avenida de Am¨¦rica era la puerta de entrada a una supuesta modernidad, pero hoy lo que queda es solo la ruina de una ilusi¨®n", se?ala el joven arquitecto Andr¨¦s Jaque desde la Bienal de Venecia, donde estos d¨ªas exhibe una instalaci¨®n en el pabell¨®n de Italia seleccionada por Kazuyo Sejima. "La Pagoda representaba una arquitectura ilusionante, una imagen de futuro en la que las grandes corporaciones entend¨ªan el potencial de la arquitectura. Entrar a Madrid por la avenida de Am¨¦rica era una carga de optimismo, pero aquello acab¨®, y han ganado la partida expectativas sociales mucho m¨¢s pesimistas". La Pagoda se sustituy¨® por un vulgar edificio de oficinas que se suma a ese horizonte despojado de referencias culturales que es hoy Madrid.
Torres Blancas, el m¨ªtico edificio de Francisco Javier Sa¨¦nz de Oiza que es -o deber¨ªa ser- el gran s¨ªmbolo de la capital, es hoy vecino del hotel Puerta de Am¨¦rica, un hotel que se abri¨® a bombo y platillo en 2005 con cada una de sus plantas dise?adas por conocidos arquitectos-estrella (Zaha Hadid, Arata Isozaki, Jean Nouvel...). El contraste entre ambas obras no puede ser mayor. El viejo edificio de Oiza, con su sombr¨ªo y majestuoso esplendor, junto a esos balcones pintados con letras de colorines. "Un confeti absurdo", se?ala el arquitecto V¨ªctor L¨®pez Cotelo, ahora embarcado en las obras del Centro de Conservaci¨®n y Restauraci¨®n de la Filmoteca Espa?ola. Cotelo distingue entre arquitectura (que trata de unir "utilidad, belleza y territorio para hacer estructuras inteligentes") frente a la edificaci¨®n. "En el espacio previo que hay de Barajas al t¨²nel de Arturo Soria todav¨ªa queda algo de lo que fue aquella llegada a Madrid. Pero pasado el t¨²nel todo es ya brutal, una violaci¨®n al paisaje urbano que antes, con el edificio que hay frente a Torres Blancas y la propia obra de Oiza -que es estricta, rigurosa y neutra con su entorno-, marcaba una verdadera puerta de entrada a la ciudad. Pero ahora no se sabe ni cu¨¢ndo se entra ni ad¨®nde, y encima a Torres Blancas le pusieron el hotel Puerta de Am¨¦rica al lado y no es que Torres Blancas haya perdido su sentido, es que lo ha perdido todo".
Todo agosto en la carretera
Dos periodistas de EL PA?S han recorrido Espa?a durante agosto para contar c¨®mo se vive el verano en lugares singulares. El resultado han sido 22 reportajes que han descubierto el mundo herm¨¦tico del monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos), la atm¨®sfera divertida y disparatada del cabar¨¦ ambientado por Bigas Luna en Zaragoza, la vida de los presos de El Dueso, el ¨²nico centro penitenciario que tiene vistas al mar o la cruda faena pesquera de los percebeiros de Lira, en la Costa da Morte.
Algunos viajes segu¨ªan la pista de vidas excepcionales o peculiares. Fue el caso de la escapada a Santiponce, en Sevilla, para contar la historia del librero Abelardo Linares, que se trajo un mill¨®n de libros de la tienda que gestion¨® en vida el exiliado Eliseo Torres en Nueva York. Y tambi¨¦n el viaje a Formentera para relatar la doble vida de Josep-Llu¨ªs Ribas Castell¨®, un farmac¨¦utico que triunfa de noche como DJ Pharma y que ya se ha convertido en toda una instituci¨®n en la isla.
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