Malditos hasta en su pa¨ªs
Rumania, el segundo Estado m¨¢s pobre de la UE, no ofrece grandes oportunidades a sus ciudadanos. Y menos a la marginada etnia gitana
Pocos en Rumania dudan de que muchos de los centenares de compatriotas gitanos expulsados por Francia regresar¨¢n pronto a este pa¨ªs. "En cuanto se les acabe el dinero de Sarkozy para estas vacaciones pagadas", a?ade con un punto de malicia una profesora de historia. Aventuran que ir¨¢n a Francia, o a Italia, o a Espa?a. Adri¨¢n Paraipan, que viaj¨® en el primer grupo de deportados, lo dej¨® bien claro nada m¨¢s pisar el aeropuerto en Rumania: "Le pregunt¨¦: ?ahora qu¨¦?", recuerda Andrei Udisteanu, del diario Evenimentul Zilei, y me respondi¨®: "No podemos vivir aqu¨ª porque la vida es dura. En un par de semanas como mucho volver¨¦ a Francia". All¨ª viv¨ªan mendigando y les dieron 300 euros por volver a casa. Los que ten¨ªan hijos recibieron 100 euros m¨¢s por cada ni?o.
Quiz¨¢ Adri¨¢n y su novia, tambi¨¦n expulsada, est¨¦n ya en ruta. Una opci¨®n que no sorprender¨ªa para nada a activistas que trabajan para integrarles en Rumania ni al director de la Agencia Nacional para los Gitanos (aqu¨ª llamados oficialmente roma), Ilie Dinca. Recuerdan que como ciudadanos de la UE que son desde 2007 son libres de viajar, tienen libertad de movimiento. "De ninguna manera vamos a violar sus derechos ciudadanos, ellos decidir¨¢n si regresan a Francia o se quedan a aprovechar las oportunidades", proclama Dinca. Precisa que sus compatriotas "estuvieron de acuerdo en volver" a su pa¨ªs. Lo que le inquieta es que "firmaron un contrato" con las autoridades francesas del que no les dieron copia. Funcionarios de la agencia rumana les pidieron el documento a pie de avi¨®n a la llegada a Bucarest, pero no lo ten¨ªan. El director de este organismo querr¨ªa verlo para asegurarse de que el papel no implica la prohibici¨®n de volver a Francia en un plazo determinado.
El segundo pa¨ªs m¨¢s pobre de la UE no ofrece grandes oportunidades a sus ciudadanos en general. Y menos a los de etnia gitana. "Algunas rumanas sacar¨ªan 800 euros trabajando de ni?eras en Espa?a. Aqu¨ª no sacar¨ªan m¨¢s de 300 euros. Por eso se van los gitanos... y el resto. Es el mismo proceso, pero m¨¢s severo. El gitano no llegar¨ªa a ser babysitter en Espa?a, ni aqu¨ª lograr¨ªa 300 euros", explica Marian Mandache, de la Fundaci¨®n Romani Criss. Daniela, larga melena azabache, 20 a?os, dependienta de una tienda de ropa en Bucarest, es gitana, y cobra 200 euros mensuales en su trabajo. Un 60% de los hogares gitanos viven con menos del salario m¨ªnimo, 657 lei (150 euros), seg¨²n una encuesta de Kurs de julio pasado, citada por el director de la ONG Alianza C¨ªvica Roma, David Marc. ?Y cu¨¢nto cobra un payo? Tambi¨¦n 200 euros, cuenta la ascensorista (s¨ª, esa se?ora que pulsa el bot¨®n del piso que uno pide) del edificio gubernamental donde trabajaba la esposa del dictador Nicolae Ceausescu. Una bioqu¨ªmica empleada en un hospital recibe unos 350 euros. Y los precios no difieren tanto de los espa?oles.
El ¨²ltimo censo (de 2002) cifra a los rumanos de etnia gitana en 535.250 personas, pero las autoridades y las ONG aseguran que superan los 2 millones de los 22 millones de habitantes. El desfase obedece, seg¨²n Mandache (gitano hijo de un taxista y de la due?a de un ultramarinos), a que "muchos no quieren admitir que son gitanos por el estigma social". "Un sector muy importante de gitanos rumanos vive en una situaci¨®n de exclusi¨®n m¨¢s severa que sus compatriotas en Espa?a o que los gitanos espa?oles. Claro, el rumano medio tampoco vive como un espa?ol. Y la discriminaci¨®n es tambi¨¦n m¨¢s severa. En Espa?a ya no es pol¨ªticamente correcto hablar contra los gitanos", precisa Humberto Garc¨ªa, representante de la espa?ola Fundaci¨®n Secretariado Gitano en la agencia rumana para esta minor¨ªa.
La gitana Daniela marca distancias con los expulsados. "Los que van a mendigar al extranjero son de zonas rurales". Ella vive en Bucarest. La deportaci¨®n voluntaria le parece "por un lado bien, porque all¨ª deber¨ªan controlar su actitud y encontrar un trabajo. Aunque no es f¨¢cil". Lo sabe bien. Su marido, Florin, asegura que le despidieron -era guarda de un hotel- al saber que era gitano "porque perjudicaba la imagen del hotel".
El estigma est¨¢ a la orden del d¨ªa. Basta preguntar por este colectivo en las calles de Bucarest. Los rumanos no gitanos echan pestes. Mucho m¨¢s cient¨ªfica es, obviamente, una encuesta realizada por Insomar en agosto de 2009. Preguntaban ?qu¨¦ palabra le viene a la cabeza si le digo gitano? Delito, robo, limosna, encabezan una lista que incluye inmundo, miedo, desprecio..., a un 16% le vinieron dos palabras a la mente, "persona normal"; a un 2,7%, discriminaci¨®n o pobreza. Y sorpresa la que se debi¨® llevar la cantante Madonna el verano pasado cuando durante su concierto en Bucarest habl¨® en defensa de los gitanos. Una parte del p¨²blico la abuche¨®. En Rumania se habla contra ellos sin demasiado pudor, incluidos pol¨ªticos. El presidente, Traian Basescu, llam¨® "gitana asquerosa" a una periodista. Pidi¨® disculpas; cre¨ªa que era una conversaci¨®n privada con su esposa. Otro caso m¨¢s reciente. El ministro de Exteriores, Teodor Baconschi, declar¨® en febrero tras reunirse con un alto cargo del Gobierno franc¨¦s: "Algunas comunidades rumanas tienen problemas psicol¨®gicos, relacionados con la delincuencia, especialmente las comunidades gitanas". Ninguno de los 700 de la deportaci¨®n voluntaria de este verano ten¨ªa antecedentes, seg¨²n el Gobierno rumano.
El presidente, Traian Basescu, apuesta porque la UE adopte un programa com¨²n para integrar a los gitanos y tambi¨¦n para permitir la colaboraci¨®n de la polic¨ªa rumana en los distintos pa¨ªses donde haya compatriotas de etnia gitana. "Hemos tenido problemas similares con Italia tambi¨¦n. Y hemos logrado solucionarlos eficazmente enviando un n¨²mero importante de polic¨ªas nuestros a ese pa¨ªs. Lo mismo deber¨ªamos hacer con Francia, ya que hemos recibido la solicitud del Gobierno franc¨¦s", ha declarado a la prensa local.
Sobre el papel ha habido mejoras encaminadas a superar la marginaci¨®n hist¨®rica que padecen los gitanos en Rumania, como la legislaci¨®n antidiscriminaci¨®n, la prohibici¨®n de segregar a parturientas o alumnos (que, no obstante, a¨²n existe, seg¨²n denuncian las ONG), las cuotas educativas (7.600 plazas de secundaria, 500 de universidad reservadas para este curso 2010-2011), pero el impacto en la pr¨¢ctica ha sido nulo, o escaso, seg¨²n Mandache, de Romani Criss.
El director de la agencia que coordina las pol¨ªticas gubernamentales hacia los rumanos de etnia gitana no lo desmiente. Confiesa con pasmosa naturalidad que desde 2008 ha habido planes, pero sin que nadie asumiera las responsabilidades, los plazos ni la financiaci¨®n. Dinca, llegado al cargo en noviembre pasado, asegura que la agencia gestiona ahora seis programas por unos 22 millones de euros (19 millones que aporta la UE, otros 2,8 del Gobierno y un mill¨®n de la agencia). Rumania insiste en que es un problema europeo (entre 10 y 12 millones de los ciudadanos de los 27 son gitanos, incluidos una cifra de entre 600.000 y 800.000 espa?oles) que requiere una respuesta com¨²n junto a las nacionales. Dinca ve imprescindible mejorar la sanidad, la educaci¨®n, las perspectivas laborales y la vivienda porque "de poco sirve que le demos casa si no tiene trabajo". "El Gobierno rumano parece que intenta lavarse las manos", seg¨²n el representante de la Alianza C¨ªvica Roma. "Est¨¢n jugando al ping-pong con el pueblo gitano".
Roma es la denominaci¨®n pol¨ªticamente correcta, la oficial en Rumania, la que usa la UE. Antes, en rumano, dec¨ªan tiganii. En esa lengua, y en ingl¨¦s y en otras, rumano y roma son palabras que suenan muy parecidas, algo que a los payos locales les indigna. No quieren que les confundan con los gitanos, a los que acusan de crear mala fama al pa¨ªs. La mitad cree que son una verg¨¹enza nacional, seg¨²n el sondeo de Insomar antes citado.
"A ver c¨®mo lo explico", empieza Cristina, de 19 a?os, cuando se le pregunta por la pol¨¦mica que ha enrarecido las relaciones franco-rumanas. "Creo que intentamos librarnos de ellos, que les animamos a irse, que no les damos la educaci¨®n que necesitan para encontrar trabajo... porque somos racistas. Pero creo que a ellos tampoco les gustamos. Son violentos. Tuve un compa?ero de clase gitano. Ya ten¨ªa problemas con la polic¨ªa ?a los 14!". Cristina y sus amigos apuran sus cigarrillos y los ¨²ltimos d¨ªas antes de volver a la universidad, en una de las muchas terrazas del centro hist¨®rico de Bucarest. Una zona coqueta con caf¨¦s antiqu¨ªsimos, bares a la ¨²ltima, anticuarios, sushi y tiendas de bicis retro, inmersa en una rehabilitaci¨®n a gran escala que llama la atenci¨®n en un pa¨ªs donde el Gobierno acaba de bajar el sueldo a los funcionarios un 25% y ha subido el IVA al 24% para poder recibir ayuda financiera del Fondo Monetario Internacional.
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