El origen de las crisis y su perpetuaci¨®n
Desde comienzos del siglo XVII, y coincidiendo con la Guerra de los Treinta A?os, el mundo fue consciente de que hab¨ªa entrado en una grave crisis econ¨®mica. Los excesos de los a?os anteriores, facilitados por la enorme liquidez en oro proveniente del Nuevo Mundo, empezaron a pasar factura por la v¨ªa de una ca¨ªda de los salarios reales y la sensaci¨®n de que todo estaba por derrumbarse. Esa sensaci¨®n no dejaba de amplificarla la guerra entre el norte protestante y el sur cat¨®lico que en el continente europeo libraban la batalla por la hegemon¨ªa pol¨ªtica, econ¨®mica y religiosa.
La descripci¨®n que hac¨ªa el historiador Fernand Braudel de esa etapa suena extra?amente familiar y podr¨ªa aplicarse casi punto por punto a los ¨²ltimos a?os de la econom¨ªa espa?ola y tambi¨¦n de la mundial (la comparaci¨®n podr¨ªa extremarse, simb¨®licamente, y aplicarse a la lucha entre sistemas financieros). Tambi¨¦n hay una convergencia del lenguaje empleado a la hora de transmitir el dramatismo de la crisis: "Hay un peligro real de que se derrumbe nuestra f¨¢brica social", se lamenta el portavoz de las empresas que contratan con los Ayuntamientos de California entre los que alguno (Maywood, en el sur del Estado) ha tenido que reducir sus gastos tan dr¨¢sticamente que ha despedido a todos sus funcionarios, polic¨ªas y bomberos incluidos. En fin, que tanto las crisis como las palabras utilizadas para describirlas tienen un parecido extremo, lo que no deber¨ªa sorprender cuando se aprecia lo similar que tambi¨¦n resultan en su origen. Y, sin embargo, el velo que lo recubre resulta ser tan tupido que lo que hay detr¨¢s de ¨¦l parece inescrutable.
No hay recesi¨®n si no hay una ca¨ªda previa de los beneficios empresariales
- Empresas menos rentables
Lo habitual es pensar que las empresas pierden rentabilidad cuando ha empezado una recesi¨®n econ¨®mica. Sin embargo, esa p¨¦rdida de rentabilidad resulta haber comenzado de manera previa a la crisis. Podr¨ªa decirse, estilizando al m¨¢ximo la argumentaci¨®n, que es la ca¨ªda en la rentabilidad de las empresas lo que provoca las crisis econ¨®micas, as¨ª como tambi¨¦n es la posterior recuperaci¨®n de esa rentabilidad lo que permite que las crisis se terminen.
Todo eso antes de que las empresas que han conseguido sobrevivir a la crisis empiecen a recuperar su rentabilidad, las expectativas generales mejoren y se reinicie el c¨ªrculo virtuoso de la recuperaci¨®n del consumo, la producci¨®n y el empleo.
Frente a una explicaci¨®n tan abstracta y concentrada, suelen circular las explicaciones variopintas y concretas, asignando la causa de las crisis unas veces a la subida de los precios del petr¨®leo (1973-1974); o a esa subida de precios junto con el incremento en los tipos de inter¨¦s (1980-1982); por no decir a la especulaci¨®n financiera e inmobiliaria (Jap¨®n en 1990) o ambas a la vez junto con la crediticia (que llev¨® a la situaci¨®n actual). Incluso los accidentes geopol¨ªticos a veces contribuyen a incrementar las dudas sobre las causas de las recesiones: un ejemplo de ellos fue la invasi¨®n de Kuwait por las tropas de Irak en agosto del a?o 1990, el atentado contra las Torres Gemelas o la propia Guerra del Yom Kipur.
Sin embargo, aunque todos esos elementos tienen importancia en el desarrollo y agudizaci¨®n de las recesiones, el origen de estas hay que buscarlo siempre en otra causa remota: la ca¨ªda de la rentabilidad media de las empresas que, a veces, puede haberse iniciado incluso tres a?os antes de que los efectos m¨¢s severos de la crisis empiecen a hacerse sentir.
Tal es el caso de la econom¨ªa estadounidense cuando se observa la evoluci¨®n de los beneficios unitarios del conjunto de las empresas no financieras, cuyo producto equivale aproximadamente a la mitad del PIB de Estados Unidos (no se incluyen aqu¨ª ni los bancos, ni otro tipo de empresas financieras, ni las compa?¨ªas de seguros, ni el sector p¨²blico).
Pues bien -ver gr¨¢fico- desde mediados de los a?os cincuenta no ha habido recesi¨®n de la econom¨ªa estadounidense que no haya ido precedida de una ca¨ªda previa del beneficio unitario de las empresas no financieras. Lo que convierte la ca¨ªda de este indicador en condici¨®n necesaria para que se produzca una recesi¨®n (no es, en cambio, condici¨®n suficiente el que caiga para que una recesi¨®n se produzca, ya que, a veces, emite falsas alarmas que no terminan en recesi¨®n).
En una palabra: no hay recesi¨®n si no hay ca¨ªda previa de beneficios empresariales. Pero ?qu¨¦ es lo que provoca la ca¨ªda de los beneficios? Aunque podr¨ªan correr r¨ªos de tinta para contestar esta pregunta, la respuesta m¨¢s plausible es esta: en primer lugar la competencia empresarial que a lo largo del ciclo expansivo de la econom¨ªa va agudiz¨¢ndose; esa competencia se intensifica cuando aparecen nuevos actores en la escena internacional, tal es el caso de Alemania y Jap¨®n en los a?os sesenta o de China m¨¢s recientemente. A veces coincide tambi¨¦n con la subida del precio de las materias primas (as¨ª ocurri¨® en los a?os setenta: las materias primas empezaron a subir de precio en 1972, casi dos a?os antes de que lo hiciera con fuerza el precio del petr¨®leo) y con el incremento de los costes salariales.
La fase aguda de la crisis se produce por causa de la huida hacia delante que inician las empresas al comprobar que cae su beneficio unitario (intentando compensar con cantidades mayores producidas la ca¨ªda de la rentabilidad unitaria). Lo que con frecuencia lleva al exceso de capacidad instalada que termina por no utilizarse o a la sobreproducci¨®n sin m¨¢s. Para acometer las inversiones que terminar¨¢n siendo un exceso se recurre a incrementar el apalancamiento o endeudamiento, acentu¨¢ndose as¨ª las dificultades financieras de las empresas al estallar la crisis y transmitiendo el problema a sus acreedores bancarios.
La crisis actual se vio anunciada por la ca¨ªda del beneficio unitario de las empresas estadounidenses en el verano de 2006. Es decir, 15 meses antes de que la recesi¨®n comenzara y dos a?os antes de la ca¨ªda de Lehman Brothers.
- La obsesi¨®n por la W
El hecho de que la crisis econ¨®mica y financiera haya sido de proporciones enormes ha dado pie a dos oleadas distintas de malos augurios. En la primera, acad¨¦micos de gran prestigio se empe?aron en ver una gran depresi¨®n de la que se tardar¨ªa en salir. Cuando la recesi¨®n en Estados Unidos se revel¨® como grave a la par que est¨¢ndar, con una duraci¨®n de 18 meses, y tras el desconcierto inicial, los malos augurios se transformaron en profetizar la W (ca¨ªda de nuevo en la recesi¨®n o double dip). Sin embargo, la econom¨ªa de EE UU lleva ya 12 meses de crecimiento sin que haya signos de que otra recesi¨®n est¨¦ a menos de uno o dos a?os vista. Y es que, por una parte, las recesiones emparejadas son extremadamente infrecuentes y, por otra, no se dan por ahora ninguna de las condiciones necesarias que suelen provocar una recesi¨®n: subida de tipos de inter¨¦s; inversi¨®n de la curva de tipos (que los de corto sean m¨¢s elevados que los de largo plazo); incremento del precio de las materias primas y nueva ca¨ªda de la rentabilidad empresarial. Cuando los detalles de la contabilidad nacional en Estados Unidos para el segundo trimestre se den a conocer, ser¨¢ el momento de juzgar c¨®mo de s¨®lida est¨¢ siendo all¨ª esta recuperaci¨®n. Para entonces ya estar¨¢ descartada probablemente la W, aunque el exceso de capacidad instalada todav¨ªa sin utilizar y la necesidad de que los bancos se recapitalicen har¨¢ que quiz¨¢ no est¨¦ tan lejana la siguiente reca¨ªda. Eso s¨ª, fuera ya de la definici¨®n razonable que pueda hacerse de la W.
Juan Ignacio Crespo es director europeo de Thomson Reuters.
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