El jard¨ªn de la se?ora Van der Harst
Todo es seg¨²n el color del cristal con que se mira. O con el que te obligan a mirar.
Aquella arquitectura industrial de los a?os cincuenta que surg¨ªa en los suburbios barceloneses no pod¨ªa ser vista con otra lente que la del desarrollismo. La ciudad de ferias y congresos del No-Do era gris, plomiza, burocr¨¢tica, oficialista, con la ret¨®rica del congreso eucar¨ªstico emponzo?ando el aire. Eran edificios funcionales, dise?ados para producir m¨¢s y mejor, que el Caudillo inauguraba siempre con el mismo rictus. Fuera de ese d¨ªa, raramente volv¨ªan a aparecer en las pantallas. Por lo dem¨¢s, se pasaba ante ellos acelerando el paso, sin detenerse.
Pero el tiempo cambia no s¨®lo el color del cristal, sino el ojo que mira a trav¨¦s. La historiadora Isabel Segura Soriano acaba de publicar La modernitat a la Barcelona dels Cinquanta. Arquitectura industrial (Ajuntament de Barcelona), un libro profusamente ilustrado con construcciones de la ¨¦poca todav¨ªa en pie, como los comedores de la Seat en la Zona Franca, la Hispano-Olivetti de la Gran Via y la antigua factor¨ªa Mercedes en Sant Andreu, y tambi¨¦n con otras cuya existencia ya s¨®lo est¨¢ documentada por el archivo, pues sucumbieron a la piqueta.
"La modernidad de esa d¨¦cada pasa por la industria de los suburbios. De ah¨ª el mal trato"
Isabel Segura cita al cronista en la antigua f¨¢brica de L¨¢mparas Z, hoy conocida como Illa Philips, en el paseo de la Zona Franca, el mejor ejemplo de reconversi¨®n de espacios fabriles a nuevos usos, con la ventaja a?adida de que se halla a escasos metros del peor ejemplo posible: los anodinos bloques de viviendas de la plaza de Cerd¨¤, donde antes surg¨ªa el concesionario de la Seat, espl¨¦ndidamente retratado en el libro por Catal¨¤-Roca.
"Intento colocar esta arquitectura en el mapa", explica Segura. "La modernidad de esa d¨¦cada pasa por la industria de los suburbios. De ah¨ª su poca vistosidad y el mal trato que ha recibido. No lo merece". Ciertamente, pero no siempre intereses privados y p¨²blicos coinciden tanto como en esta Illa Philips por la que paseamos. Parte de las sobrias naves con grandes ventanas para dar circulaci¨®n al aire y la luz, debidas al arquitecto Josep Soteras e inauguradas en 1958, han sido transformadas en oficinas, mientras que en un solar cercano se han construido viviendas, libres y protegidas. Pero otra parte del recinto est¨¢ ocupada por la biblioteca Francesc Candel, un centro c¨ªvico y otro de asistencia primaria. Adem¨¢s, se est¨¢ construyendo un espacio para la danza que dirigir¨¢ la core¨®grafa ?ngels Margarit.
Ahora bien, lo que m¨¢s sorprende del conjunto es el jard¨ªn p¨²blico, dedicado a los derechos humanos, que se encuentra en medio de los edificios, con una inusitada variedad vegetal: desde un cactus gigante hasta un omb¨² australiano, pasando por una frondosa jacarand¨¢ y tilos y palmeras monumentales. Lo mand¨® construir en 1960 la se?ora Van der Harst, esposa del director de la f¨¢brica, que se tra¨ªa especies ex¨®ticas de sus viajes y las hac¨ªa plantar en la Zona Franca para solaz de los trabajadores. No es que uno est¨¦ en contra de los derechos humanos, muy al contrario, pero ?no habr¨ªa sido m¨¢s generoso dedicar los nuevos jardines a la memoria de la dama? Este para¨ªso oculto permaneci¨® cerrado durante a?os y esa fue su suerte, pues nuevas plantas silvestres surgieron junto a las plantadas en su d¨ªa.
Menos suerte tuvo el monumento de hierro y bloques de hormig¨®n dedicado a Cerd¨¤ que a?os atr¨¢s surg¨ªa en la cercana plaza. "?D¨®nde habr¨¢ ido a parar?", se pregunta Segura. "Era el ¨²nico que la ciudad le hab¨ªa dedicado...". No habr¨ªa estado mal recuperarlo, si es que a¨²n existe, en el a?o dedicado al urbanista, que ahora concluye.
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