"El capell¨¢n me dijo que mi padre me har¨ªa lo mismo si lo contaba"

Las declaraciones del casi medio millar de adultos que sufrieron en su infancia abusos por parte del clero belga componen una lectura atroz. Todas sus historias, resumidas en unas pocas l¨ªneas al principio del informe, muestran un mismo patr¨®n: un sacerdote, muchas veces profesor de lat¨ªn, abusaba de ellos de forma continuada para conminarles luego a que no le delataran. Los hombres y mujeres que han reunido por fin el valor de contarlo, han pasado por depresiones, divorcios e incluso roces con la justicia. Dos de los pensamientos de las v¨ªctimas, una mujer y un var¨®n, pueden resumir el legado de lo ocurrido. "Un ni?o tiene derecho a que su infancia no sea destruida por los abusos sexuales de los sacerdotes", advierte ¨¦l. "A¨²n hoy lucho con las secuelas del abuso, es una pelea sin fin", lamenta ella. Esto son sus testimonios:

El var¨®n en cuesti¨®n tiene ahora 54 a?os y est¨¢ divorciado. "Quiero agradecerle a mi m¨¦dico de cabecera que me escuchara y me mostrara que no hab¨ªa sido el ¨²nico. Los ni?os no inventan historias as¨ª. Por culpa de los abusos y de las violaciones, que no cont¨¦ ni a mis padres ni a mi ex esposa, ha sufrido mi propia sexualidad. Los asaltos ocurrieron cuando ten¨ªa 12 a?os y recuerdo al padre, su mesa, su lecho y todo lo dem¨¢s".

De la mujer abusaron entre los 13 y los 16 a?os. "Yo ten¨ªa problemas en casa y ¨¦l se convirti¨® en mi confidente. Se presentaba a s¨ª mismo como 'el salvador'. La relaci¨®n fue derivando en el tri¨¢ngulo de la pederastia, con la ecuaci¨®n ni?o-adulto-poder. Me hizo dependiente de ¨¦l y le idealizaba. Me buscaba en el patio del recreo, y entre las pausas, pase¨¢bamos de la mano y bes¨¢ndonos. Tambi¨¦n me llevaba a su casa. All¨ª... el recuerdo de su olor, de sus manos en mi cuello y sobre mi cuerpo. De mis manos en su pene. He tenido muchos problemas de relaci¨®n por todo lo ocurrido".

Otro testigo, hoy de 66 a?os, recuerda un episodio a solas con un cura. "Cuando ten¨ªa 10 a?os, uno de los padres me pidi¨® que le ayudara a trasladar un arc¨®n que estaba en el cobertizo. Una vez all¨ª, cerr¨® la puerta, se baj¨® los pantalones y se masturb¨®. Yo a¨²n no sab¨ªa lo que era eso. Luego me conmin¨® a que no lo contara a nadie, nunca. He perdido la confianza en la Iglesia".

Si bien la lista de abusos es larga, en dos de las declaraciones se aprecia claramente el silencio de la curia ante las denuncias, y la violencia ejercida contra ni?os de corta edad. Un facultativo que hac¨ªa revisiones m¨¦dicas en los colegios, alert¨® sin ¨¦xito a la direcci¨®n de una escuela "del extra?o equipamiento del botiqu¨ªn de un centro". Lo llevaba un cura que recib¨ªa a los ni?os como si fuera el m¨¦dico. "Hab¨ªa una silla de reconocimientos ginecol¨®gicos y hasta p¨ªldoras anticonceptivas. Espero que el da?o infligido a los ni?os no sea muy grande", admite el verdadero m¨¦dico.

El otro relato es sobrecogedor. La v¨ªctima ten¨ªa entre cuatro y cinco a?os en el momento del asalto, que incluy¨® penetraci¨®n. "Luego no pod¨ªa ni andar y no me cre¨ªa cuando dec¨ªa que me dol¨ªa la regi¨®n lumbar. A un ni?o no le duele esa parte del cuerpo. El capell¨¢n me dijo que mi padre me har¨ªa lo mismo si lo contaba". Un var¨®n que asist¨ªa al mismo colegio que su hermano gemelo refleja el tormento sufrido. "Te ba?abas con el calzoncillo. El cura se acercaba y me dec¨ªa que lo llevaba demasiado arriba y as¨ª no pod¨ªa lavarme bien. Tiraba de la prenda hacia abajo hasta una altura alarmante, y me entraban ganas de pegarle. Pero no se pega a un sacerdote. Solo rezaba para que no me lo bajara del todo".