El retorno del dise?ador deseado
Tom Ford vuelve, tras seis a?os, a firmar una colecci¨®n para mujer - Beyonc¨¦, Julianne Moore y Emmanuelle Seigner desfilaron en su tienda de Nueva York
Cuando Tom Ford era el dise?ador m¨¢s poderoso del mundo ten¨ªa una pesadilla recurrente la noche antes de presentar sus colecciones de Gucci o Yves Saint Laurent. Por alg¨²n motivo, la ropa no llegaba -ard¨ªa un taller, la robaban- y ¨¦l ten¨ªa que salir a la pasarela y hablar para entretener al p¨²blico.
Lo cont¨® el domingo por la noche, en Nueva York, cuando se plant¨® ante sus invitados y les dirigi¨® un discurso nada improvisado. Tal como hab¨ªa temido en sus sue?os. Pero esta vez no tuvo que hacerlo porque algo terrible le hubiera ocurrido a su ropa, sino porque quiso. As¨ª hab¨ªa escrito el gui¨®n de un momento extraordinario de la historia de la moda contempor¨¢nea. Su retorno al dise?o de mujer, seis a?os despu¨¦s de su ¨²ltima colecci¨®n para Gucci.
El creador proh¨ªbe grabar sus desfiles y se niega a distribuir im¨¢genes
Julianne Moore llevaba un traje del color de su piel bordado en flecos
En este tiempo, el dise?ador estadounidense de 49 a?os ha creado una firma de suntuosos trajes para hombre y ha dirigido con notable ¨¦xito su primera pel¨ªcula (Un hombre soltero) con la que el actor Colin Firth consigui¨® la Copa Volpi en 2009. Pero un cabo quedaba suelto.
Si algo ha tenido Tom Ford -desde que en 1994 apareci¨® para revivir Gucci- es una innegociable visi¨®n de la mujer. Que ¨¦l disfruta creando y recreando. La extravagancia decadente de su abuela marc¨® su infancia en Tejas y, muy probablemente, gui¨® la extraordinaria presentaci¨®n que concibi¨® para su retorno al dise?o femenino.
El escenario era ¨ªntimo: apenas un centenar de invitados, repartidos en dos salones de su tienda en la avenida Madison. Un espacio y una audiencia tan reducida como para que Domenico de Sole, presidente de la compa?¨ªa, se quedara de pie. "Hoy tenemos ropa maravillosa y algunas de las mujeres que m¨¢s me inspiran para lucirla", anunci¨® Ford -siempre teatral- en su discurso. Se retir¨® a un lado del angosto pasillo y desde all¨ª present¨® y describi¨® cada uno de los modelos que desfilaron.
Farida Khelfa, modelo, actriz y eterna musa de la moda parisiense, fue la primera. Con ella, y su largo vestido blanco de asim¨¦tricas aperturas que descubr¨ªan un cors¨¦ cubierto de rejilla negra, se instal¨® en la sala un suspiro de emoci¨®n que no se perder¨ªa en las 26 salidas siguientes.
La mujer que el dise?ador Tom Ford defiende puede ser una fantas¨ªa, pero no es un clich¨¦, ya que pueden encarnarla caracteres individuales, fuertes y reales. Una de las cosas m¨¢s hermosas de su colecci¨®n de ayer, m¨¢s all¨¢ de la divertida y fabulosa apuesta por una elegancia de otro tiempo, fue el respeto que transmit¨ªa a cada una de las mujeres que la lucieron.
La actriz Julianne Moore llevaba un traje del color de su piel enteramente bordado con flecos de seda que suger¨ªa su desnudez, a pesar de cubrir desde las clav¨ªculas hasta los pies y las mu?ecas -en 2009 le dise?¨® uno en tono verde para el Festival de Venecia-.
Beyonc¨¦ herv¨ªa en una pieza de rejilla irregularmente cubierta de lentejuelas doradas y plateadas. Otra actriz, Emmanuelle Seigner, parec¨ªa poderosa y relajada con un traje negro, sombrero con pluma y camisa abierta hasta el ombligo.
Los c¨®digos habituales de Tom Ford estaban ah¨ª -los trajes masculinos, los gui?os a la transici¨®n de los setenta a los ochenta, la sexualidad expl¨ªcita-, pero no se impon¨ªan a las mujeres que lo llevaban, sino que se adaptaban a ellas. Y eso que las hab¨ªa de muy variada edad, forma y condici¨®n. Desde Rita Wilson, Rachel Feinstein, Marisa Berenson, Daphne Guinness, Lou Doillon o Lisa Eisner hasta top models de todas las ¨¦pocas como Lauren Hutton, Karen Elson, Natalia Vodianova, Stella Tennant, Liya Kebede, Amber Valletta o Daria Werbowy.
Subidas a fetichistas tacones atados al tobillo, con ajustadas faldas l¨¢piz, estampados felinos pintados a mano y generosos escotes, transmit¨ªan un sentido de la belleza atemporal, grandilocuente y memorable que hoy escasea en una industria entregada a la histeria de lo inmediato.
Una din¨¢mica contra la que Ford se rebela est¨¦tica y conceptualmente. No habr¨¢ m¨¢s desfiles. Ni como este, ni como ninguno. En la era de la pasarela retransmitida en directo, ¨¦l proh¨ªbe el uso de m¨¦todos de grabaci¨®n en su presentaci¨®n y se niega a distribuir im¨¢genes.
No hay duda de que acabaremos vi¨¦ndolas, ya que Terry Richardson fotografi¨® cuanto quiso. Pero Tom Ford elegir¨¢ d¨®nde y cu¨¢ndo. De momento, prefiere que su retorno deba narrarse e imaginarse.
Aun as¨ª, cuando la presentaci¨®n de Nueva York termin¨®, las 27 mujeres tomaron el pasillo y se hizo dif¨ªcil circular. Lauren Hutton se descalz¨®, se subi¨® a una silla y empez¨® a sacar fotos. Era un atasco que merec¨ªa la pena inmortalizar.
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