El Tea Party toma el poder en la derecha
El movimiento extremista domina las primarias del Partido Republicano de EE UU - La marginaci¨®n de los moderados har¨¢ muy dif¨ªcil legislar al presidente Obama
La resonante victoria del movimiento popular conocido como Tea Party en las elecciones primarias del martes, la m¨¢s sorprendente y trascendental de las muchas obtenidas por esa marca en los ¨²ltimos meses, pone definitivamente a la extrema derecha al tim¨®n del conservadurismo norteamericano y abre un dif¨ªcil periodo de incertidumbre sobre el destino del hist¨®rico Partido Republicano y de la pol¨ªtica norteamericana en su totalidad.
Tal ha sido el impacto de la victoria de Christine O'Donnell en las primarias republicanas del Estado de Delaware que los tradicionales pesos pesados de la derecha han emitido una se?al de alarma. "Este no es el camino", ha advertido Karl Rove, el famoso analista pol¨ªtico, resumiendo el estado de ¨¢nimo de la direcci¨®n del partido, que teme que la designaci¨®n de candidatos tan radicales dificultar¨¢ extraordinariamente su victoria en las elecciones legislativas parciales del pr¨®ximo noviembre.
"Este no es el camino", ha avisado Karl Rove, el famoso asesor de Bush
El radicalismo de los candidatos pone en peligro la victoria de los conservadores
Christine O'Donnell es, en efecto, orgullosamente extremista. Ha abogado por las armas, la abstinencia sexual, el fin de los impuestos y la liquidaci¨®n de todo el aparato estatal. Con el apoyo y el dinero del Tea Party y la bendici¨®n de Sarah Palin, la hero¨ªna de esta peculiar revoluci¨®n, le ha bastado para derrotar a Mike Castle, un miembro de la C¨¢mara de Representantes, una respetada figura de Delaware y el candidato respaldado con todas sus energ¨ªas por el Partido Republicano.
Con su victoria en Delaware, el Tea Party consigue ya colocar a su gente en seis candidaturas al Senado desde que gan¨® el esca?o de Ted Kennedy en Massachusetts. El martes se anot¨® tambi¨¦n la victoria del candidato a gobernador de Nueva York, Carl Paladino -aunque este sin seria oposici¨®n del establishment republicano- y a punto estuvo de hacerse con la candidatura al senado en New Hampshire -el aspirante oficial est¨¢ por delante por 1.000 votos-.
Pero el caso de Delaware, un Estado rico y progresista de la costa Este, es especialmente ilustrativo sobre el estado del mapa electoral del pa¨ªs. El esca?o del Senado parec¨ªa desde un principio destinado a los dem¨®cratas, que contaban con un candidato imbatible: Beau Biden, el hijo del vicepresidente. La retirada de este, por motivos personales, y la ca¨ªda de la popularidad del Gobierno de Barack Obama abrieron de repente una clara posibilidad para que los republicanos se hicieran con el puesto. Castle, perteneciente a un linaje de conservadores centristas e ilustrados que siempre han dominado en esa regi¨®n del pa¨ªs, parec¨ªa el candidato ideal. En cambio, la ganadora de las primarias, O'Donnell, puede haber seducido a los m¨¢s apasionados, pero representa valores absolutamente contrarios a esa tradici¨®n. Su victoria en noviembre, m¨¢s que una sorpresa, ser¨ªa un milagro.
Todos los dem¨¢s candidatos del Tea Party fueron elegidos antes en Estados del oeste y del sur, con mayor¨ªas conservadoras, en los que su triunfo final es m¨¢s viable. Pero incluso en esos casos, su designaci¨®n ha estado sucedida de luchas intestinas en el republicanismo y las encuestas han detectado el ascenso de los aspirantes del Partido Dem¨®crata.
"El Partido Republicano vive una aut¨¦ntica guerra civil", ha asegurado el presidente del Comit¨¦ Nacional Dem¨®crata, Tim Kaine, quien pronostica que las esperanzas de su partido han crecido significativamente ante el ascenso de un segmento pol¨ªtico que, como ha dicho Bill Clinton, "hace parecer a George Bush un peligroso liberal".
Al margen del efecto que el auge del Tea Party tenga en la lucha partidista, lo m¨¢s grave del momento pol¨ªtico por el que atraviesa la principal potencia mundial es la repercusi¨®n que pueda tener en la gobernabilidad del pa¨ªs.
Si con una mayor¨ªa holgada en ambas C¨¢maras del Congreso -con un periodo de mayor¨ªa absoluta en el Senado- Obama sac¨® adelante algunas de sus reformas dolorosamente y en una versi¨®n descafeinada, no es descabellado pensar que ser¨¢ incapaz de aprobar una sola ley en la segunda mitad de su mandato. Eso no solo es grave para el progreso de EE UU sino tambi¨¦n para la estabilidad internacional. Baste recordar que el tratado de desarme con Rusia y numerosos acuerdos comerciales penden de la ratificaci¨®n parlamentaria.
No ser¨ªa ins¨®lita la divisi¨®n de los poderes presidenciales y legislativos entre los dos partidos dominantes. De hecho ha ocurrido con frecuencia. Pero nunca antes la oposici¨®n hab¨ªa estado dominada por el arrogante fanatismo que exhibe el Tea Party. Algunas de las caras nuevas que llegar¨¢n al Capitolio despu¨¦s de noviembre son verdaderos militantes de un ej¨¦rcito irregular que vienen a Washington con la misi¨®n de dinamitar las estructuras de esta ciudad. El Estado puede ver sus manos atadas durante a?os.
Es justo destacar que son militantes de un movimiento carism¨¢tico y, en cierta medida, na?ve. Aunque a su cabeza est¨¢n pol¨ªticos de siempre con el af¨¢n de siempre -obtener el poder-, la base de este movimiento ha crecido, en parte, por la espont¨¢nea y leg¨ªtima ansia de libertad individual que cada ciudadano norteamericano porta en sus genes. El totalitarismo resulta a veces de las mejores intenciones y el fanatismo se cr¨ªa en los entornos m¨¢s populares. Estados Unidos vive uno de esos momentos, no excepcionales, en el que sus valores entran en conflicto entre s¨ª.
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