El lic¨¢ntropo feliz
"Menudo tipo raro", le murmura con repel¨²s una muchacha a su novio, que brinca y eleva la mirada como si se encontrara al borde del ¨¦xtasis. As¨ª son las cosas con Eels, una banda ante la que no cabe el t¨¦rmino medio: o exaspera o te vuela la tapa de los sesos. Incluso ambas cosas a la vez. Pero Mark Oliver, el se?or E., se ha convertido en el presidente oficial del Club de los Estrafalarios y resulta imprescindible seguir sus movimientos de cerca. Llenazo en una Riviera que, adem¨¢s -milagros septembrinos- no son¨® tan mal como acostumbra.
Everett ejerce de extravagante hasta casi la autoparodia. Exige que le teloneen friquis locales (anoche le correspondi¨® a un ventr¨ªlocuo igual que otras veces recurre a mimos o prestidigitadores) y hace sonar una versi¨®n orquestal de When you wish upon a star cuando se apagan las luces. El personaje que finalmente irrumpe en escena no tiene desperdicio: traje blanco de arriba abajo, pa?uelo pirata, gafas oscuras (para combatir el sol de la noche) y una barbucia que ha vuelto a alcanzar la espesura y dimensiones que esperar¨ªamos de un genuino ermita?o. Por un momento nos sentimos comprensivos con los agentes del orden que le detienen para cotejar su identidad: cualquiera que no se haya comprado sus discos le podr¨ªa tomar por un peligroso yihadista.
EELS
Mark Oliver Everett (voz, guitarra). Sala La Riviera. Precio de la entrada 28 euros. Madrid, 18 de septiembre. Lleno completo en la sala (2.000 personas).
La noche arranca con E. en solitario, mascullando dos viejas piezas (Grace Kelly blues, 3 speed) para poner a prueba la memoria sonora de los m¨¢s fieles. Luego llegar¨¢ End times, el t¨ªtulo de su pen¨²ltimo y depresivo ¨¢lbum de ruptura, un trabajo espl¨¦ndido al que alg¨²n amigo de la hip¨¦rbole ha comparado con el Blood on the tracks dylaniano. Pero el ¨¢nimo actual de Everett no parece lindar con la aflicci¨®n de ese trabajo ni los coqueteos electr¨®nicos del muy reciente Tomorrow morning, sino con la furia y vehemencia de Hombre lobo, el disco que abri¨® su acelerada trilog¨ªa actual: tres entregas (deseo/p¨¦rdida/redenci¨®n) en poco m¨¢s de un a?o.
Con las guitarras el¨¦ctricas ya rugiendo a toda mecha, nuestro hirsuto protagonista de 47 a?os explota su faceta de blues-rock rudo y ¨¢spero como papel de lija, intercala una excelente lectura de Summer in the city (Lovin' Spoonful) y rompe a cantar como un lobo con carraspera. Tan metido anda en su papel, de hecho, que no se comunica con el p¨²blico de forma articulada: solo a¨²lla de vez en cuando. Pero se le nota extra?amente feliz. Cosa rara en ¨¦l, pero, como ya queda dicho, del autor de Cosas que los nietos deber¨ªan saber podemos esperar casi todo.
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