Inocencias manchadas
Una buena parte de los dirigentes de los grupos pol¨ªticos dedican su tiempo a advertir, cuando no a amenazar con denuncias ante los juzgados. Hasta el punto es as¨ª, que uno de estos dirigentes ha sido bautizado popularmente con el apodo de Querellator. Es el caso de Javier Arenas, candidato por cuarta vez a la presidencia de la Junta de Andaluc¨ªa, quien dedica parte de su tiempo a advertir de probables querellas y otra a interponerlas. Siempre con escaso ¨¦xito. Otros, como es el caso del PSOE, ante el fracaso y archivo de querellas y advertencias, pide a estos querellantes a granel que se disculpen. No existe la delincuencia que se denuncia, ni hay tramas ni se urden. Es m¨¢s -dicen-, cuando la Administraci¨®n de Justicia dirige alguna actuaci¨®n penal contra alg¨²n afiliado y es un cargo p¨²blico se le suspende de militancia o se le destituye en raz¨®n al estado del procedimiento y su posici¨®n procesal. Tratan de marcar estas diferencias e insisten ante archivos o sobreseimientos en que los que se querellaron se disculpen. Como no lo hacen, se les tacha de inmorales.
As¨ª, la pasada semana se dict¨® un auto en el llamado caso Unidad. A poco que se recuerde, el caso constituy¨® la base de la precampa?a a la alcald¨ªa de Sevilla por parte de Juan Ignacio Zoido. El PP denunciaba una "trama de facturas falsas e infladas" por el alcalde de Sevilla y "su banda". Ah¨ª es nada. Pues bien, en la resoluci¨®n judicial sobre este caso se rechaza cualquier trama y cualquier responsabilidad por parte de los cargos p¨²blicos contra los que se dirig¨ªa. Este pronunciamiento ha sido suficiente para volver a las andadas. El PSOE exige disculpas y el PP las niega. Dice que el fax existe y que la polic¨ªa, en este caso, no es tonta ni est¨¢ dirigida, que es lo contrario que afirma en los casos G¨¹rtel y Fabra, y tantos otros.
No s¨¦ si a estas alturas todos hemos entendido, o queda alguien por hacerlo, que la corrupci¨®n no es algo que pueda influir significativamente en el sentido del voto. Y si no influye en el sentido del voto, tal como reflejan los datos de las encuestas recientes, no es cuesti¨®n que le preocupe al PP en su objetivo dirigido a ganar las elecciones. A poco que se miren sus actuaciones, se puede sostener que su forma de hacer oposici¨®n es destacar la crisis econ¨®mica, por cuanto s¨ª influye en el voto de los ciudadanos. La corrupci¨®n, como tal, pasa a un segundo plano y siempre mirando al adversario. Nunca al interior de su partido.
Si el PP de verdad estuviera interesado en la limpieza y transparencia de la vida p¨²blica no permitir¨ªa a un elevado n¨²mero de cargos p¨²blicos -unos imputados y otros acusados- que se mantuvieran en sus cargos y se volvieran a presentar. Es lo que est¨¢ ocurriendo en la Comunidad Valenciana, en la que su tolerancia y permisividad ante este panorama de corrupci¨®n es tan grave como sus manifestaciones contra fiscales y fuerzas del orden, que all¨ª los considera dirigidos por el Gobierno. Unas afirmaciones que no hace en el caso Unidad, en el que, con su particular ley del embudo, el PP hace primar la labor policial frente a la decisi¨®n judicial. No, no le importa la corrupci¨®n en sus filas ni en otras. Lo que le interesa es que, al igual que la crisis econ¨®mica le sirve para su objetivo de victoria, tambi¨¦n ve incrementada esta posibilidad si desmotiva a los votantes de izquierdas. Unos votantes que pueden perder parte de sus ilusiones si no ven soluciones para la crisis y se les intenta hacer creer que algunos dirigentes est¨¢n contaminados por el poder y el dinero.
Tal vez ser¨ªa mejor que en lugar de exigir unas disculpas que nunca van a llegar, por cuanto no interesan las inocencias manchadas sino los perjuicios causados a un grupo pol¨ªtico, estos dirigentes socialistas dedicaran este tiempo en explicar a los ciudadanos las causas y soluciones frente a la crisis as¨ª como tambi¨¦n los avances sociales alcanzados, sin dedicar un solo minuto a las trampas de esta oposici¨®n para no seguir cayendo en ellas.
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