La carrera hacia ninguna parte
?Corre, Emil, corre! Y el checo Emil Z¨¢topek, el m¨ªtico plusmarquista mundial, corre como alma que se lleva el diablo. A su lado corre tambi¨¦n el narrador de Echenoz, que sigue muy de cerca a Emil porque le est¨¢ escribiendo una afectuosa hagiograf¨ªa. Casi siempre escribe despacio sobre correr deprisa, pero a veces se detiene a c¨¢mara lenta y en ocasiones acelera, manejando en el relato un tiempo el¨¢stico como la musculatura del corredor. Nos cuenta su vida como si fuese una carrera, como si fuera un cronista deportivo radiando las haza?as de su h¨¦roe, desde una entra?able proximidad al atleta. Lo alienta, lo comprende, lo acaricia y nos lo acerca con su discurso en presente de indicativo y en tiempo real, como hace el comentarista frente al micr¨®fono viendo correr al atleta all¨¢ abajo en el tart¨¢n, para que contemplemos al hombre y dejemos de ver al mito, y dirigi¨¦ndose a nosotros, al p¨²blico, con ap¨®strofes que hacen que parezca que nos est¨¢ contando un cuento, "no s¨¦ qu¨¦ opinar¨¦is vosotros", entreteni¨¦ndonos con an¨¦cdotas impagables y buen humor, a costa por ejemplo de las curvas de la Taylor y del resentimiento de unos monos, mientras Emil sigue corriendo sin parar. ?Ah, el tono y el punto de vista!, primordiales en el relato, y c¨®mo sabe Echenoz situarse cerca del personaje, hablarnos en su nombre. Tal vez aprendi¨® focalizaci¨®n de las obsesiones espaciales de su adorado Robbe-Grillet, del que debi¨® de aprender adem¨¢s t¨¦cnicas descriptivas y narraci¨®n secuencial.
Correr
Jean Echenoz
Traducci¨®n de Javier Albi?ana
Anagrama. Barcelona, 2010
140 p¨¢ginas. 14,50 euros
Correr comienza con los nazis entrando en Checoslovaquia, el disparo de salida de la Segunda Guerra Mundial, y concluye con la entrada de los sovi¨¦ticos para aniquilar la Primavera de Praga. Al bueno de Z¨¢topek le asignaron una etapa ominosa del siglo XX en la que vivir, sufri¨® las penurias de la guerra y el escarnio de Cristo, fue proscrito y degradado, conoci¨® la guerra fr¨ªa, el peligro nuclear y el cinismo en estado puro, padeciendo la tergiversaci¨®n y la represi¨®n que el r¨¦gimen comunista aplic¨® sistem¨¢ticamente en ¨¦l, manipulando a placer su condici¨®n de leyenda viva y advirti¨¦ndonos, como hizo Kafka, que la larga sombra del Estado siempre tratar¨¢ de que el sol no ilumine al individuo. Preciosa f¨¢bula hist¨®rico-metaf¨ªsica disfrazada de reportaje o de documental ¨ªntimo, una verdadera joya narrativa, ir¨®nica y naive al mismo tiempo, Correr es la novela de Echenoz que debiera definitivamente convertirlo en un narrador de enorme difusi¨®n, pues el prestigio ya lo tiene desde antes de ganar el Goncourt en 1999 con Me voy. Muestra la grandeza y la fragilidad contrapuestas del mismo modo en que se contraponen las armas, ir¨®nicamente detalladas por el narrador como si las copiara de un cat¨¢logo militar, y los sentimientos, de la misma forma en que se confrontan la soledad del corredor de fondo y las masas enfervorecidas que lo aclaman en el estadio. Para la cr¨®nica de la vida real, la mejor foto es la que muestra el contraste. Emil, el h¨¦roe nacional, el hombre bueno de Rousseau, el asombroso Fil¨ªpides redivivo, corri¨® a lo largo de toda su vida, pero result¨® ser una carrera hacia ninguna parte, y en la meta no le esperaba el laurel porque la gloria no es sino un trampantojo: sepan que Emil parti¨® de la nada para alcanzar las m¨¢s altas cotas de miseria.
?Corre, Emil, corre! Pero Emil no sabe ya hacia d¨®nde ni para qu¨¦. El autor de Me voy, siempre camale¨®nico -parodiando g¨¦neros e imaginarios, teleseries, c¨®mics o serie B en Nosotros tres (1992) o Rubias peligrosas (1995)-, nos ha escrito esta vez una hermosa biograf¨ªa, como lo fue Ravel (2006), envuelta en papel de absurdo y adornada con un lazo de terciopelo negro que nos recuerda que la pol¨ªtica, que nada sabe de esp¨ªritus ol¨ªmpicos y que ser¨¢ siempre la rubia m¨¢s peligrosa, corre m¨¢s: cuando t¨² oyes el disparo, ella ya cruza la cinta.
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