Presupuesto limitado
Recortes de gasto y alzas de impuestos buscan un solo objetivo: consolidar la confianza en Espa?a
No resulta evidente, a primer golpe de vista, c¨®mo unos Presupuestos Generales del Estado que reducen el conjunto del gasto p¨²blico el 7,9% (el 3% si se comparan con los gastos recortados de 2010) pueden ser las cuentas p¨²blicas que garanticen la recuperaci¨®n econ¨®mica; tampoco que ese Presupuesto tenga un car¨¢cter social cuando solo las pensiones m¨ªnimas se revalorizar¨¢n en 2011 (el 1%). As¨ª que no es de extra?ar que ni la vicepresidenta Fern¨¢ndez de la Vega ni la vicepresidenta Elena Salgado pudieran ayer cuadrar del todo la ecuaci¨®n de que unos Presupuestos austeros, que buscan l¨®gicamente la reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico hasta el 6% del PIB, desde el 9% con el que se cerrar¨¢ 2010, sean al mismo tiempo los m¨¢s adecuados para afianzar la recuperaci¨®n y el empleo y, adem¨¢s, atender satisfactoriamente los gastos sociales.
Ambas vicepresidentas, buenas profesionales del mensaje tranquilizador, desplegaron la dosis requerida de explicaciones. Pero sus propios datos son m¨¢s tozudos. El cuadro macroecon¨®mico para 2011 reconoce que la tasa de paro se mantendr¨¢ por encima del 19%. El nervio del gasto de este presupuesto es la congelaci¨®n salarial de los funcionarios y de las pensiones, la restricci¨®n de las inversiones (las de los ministerios caer¨¢n aproximadamente el 16%) y algunas medidas de ahorro, como la supresi¨®n de la deducci¨®n por vivienda a las rentas superiores a los 24.000 euros o la merma en el permiso por paternidad. La verdad desnuda es que el Presupuesto para 2011 busca prolongar la confianza en la solvencia de las finanzas espa?olas de los mercados de deuda. Eso es todo: y, desde luego, no es poco.
La contenci¨®n del gasto para 2011 requiere, no obstante, una discusi¨®n t¨¦cnica y pol¨ªtica sobre la racionalidad de los recortes que el Gobierno no ha hecho del todo y que, probablemente, los diputados de la oposici¨®n tampoco est¨¢n en condici¨®n ni ¨¢nimo de hacer durante el tr¨¢mite parlamentario. El meollo pol¨ªtico del Presupuesto hay que buscarlo en la decisi¨®n de a?adir dos tramos al impuesto sobre la renta de las personas f¨ªsicas (IRPF), de forma que a partir del a?o pr¨®ximo las rentas entre 120.000 y 175.000 euros anuales tributar¨¢n al tipo marginal del 44% (ahora es el 43%) y las superiores a 175.000 euros lo har¨¢n al 45%. Es de temer que esta decisi¨®n responda a la afirmaci¨®n, aceptada sin matices en algunos sectores, de que "hay que subir los impuestos a los ricos"; y hay varias razones para considerar que se trata de una medida irreflexiva e ineficaz.
El problema de la fiscalidad espa?ola no est¨¢ en que las rentas del trabajo m¨¢s elevadas paguen m¨¢s o menos impuestos (ese debate requiere conocer con exactitud los tipos efectivos que paga cada tramo), sino el lastre sobre las cuentas p¨²blicas de un fraude tributario, en forma de bases imponibles ocultas, pr¨®ximo a los 250.000 millones. Si se quiere elevar la fiscalidad de las grandes fortunas (no solo de las n¨®minas m¨¢s elevadas), la Agencia Tributaria deber¨ªa volcarse en aflorar todo o parte de ese dinero escondido y acceder as¨ª a ingresos adicionales que, en el peor de los casos, podr¨ªan sumar recaudaciones adicionales superiores a los 1.000 millones anuales. La prueba de que los dos nuevos tramos son una concesi¨®n a la galer¨ªa es que apenas se recaudar¨¢n unos cientos de millones m¨¢s con ellos.
A cambio de tan magro aumento de la recaudaci¨®n, el Gobierno introduce m¨¢s incertidumbre en el IRPF. Las ¨²ltimas reformas del impuesto optaron por simplificar el tributo, reduciendo el n¨²mero de tramos. Ahora se aumentan. Quiz¨¢ no sea el Presupuesto m¨¢s inspirado, pero confiemos en que al menos sirva a su objetivo central: devolver a este pa¨ªs la estabilidad que necesita para comenzar a crecer.
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