La violencia amenaza con socavar en las urnas el poder de Ch¨¢vez
La oposici¨®n venezolana participa en las legislativas de hoy tras el boicot de 2005
Oneida y Mariela, sentadas en un escal¨®n de la morgue central de Caracas, no esperan justicia, solamente lloran. A su hermano Harrison lo mataron el viernes a las ocho y media, bajo el puntual aguacero de todas las tardes, a dos cuadras de su casa, no se sabe por orden de qui¨¦n ni para qu¨¦, porque ni siquiera le quitaron lo que llevaba encima.
Harrison, que el lunes hubiese cumplido 24 a?os y era padre de un cr¨ªo de tres, ya es parte de una estad¨ªstica que dice que en la capital de Venezuela murieron asesinadas en 2009 m¨¢s de 19.000 personas, la mayor¨ªa hombres j¨®venes, lo que arroja una tasa de 75 homicidios por cada 100.000 habitantes. Una tasa que triplica la media de Latinoam¨¦rica, dobla la de Colombia y multiplica por nueve la de M¨¦xico. Pero todas esas cifras poco importan ya a Oneida y a Mariela, que no esperan ni consuelo ni justicia, solo un ata¨²d de los que regala el Gobierno de Hugo Ch¨¢vez a los j¨®venes que no puede mantener con vida.
La tasa de homicidios triplica la del conjunto de Am¨¦rica Latina
Es sin duda la violencia el principal problema de Venezuela. Pero el presidente Ch¨¢vez, entre cuyas virtudes no incluye la de la autocr¨ªtica, prefiere seguir atribuyendo los males del pa¨ªs a factores ajenos a su gesti¨®n. A pesar de llevar ya 11 a?os en el poder, la culpa sigue siendo de la IV Rep¨²blica, de "los escu¨¢lidos" dirigentes de la oposici¨®n, del capitalismo yanqui o incluso de la cerveza: "Es una de las principales causas de la violencia, no se puede vender tanta cerveza como si fuera helado". El caso es que, en tanto se consigue atajar un problema tan grave, el Gobierno de Ch¨¢vez est¨¢ empe?ado en ocultarlo. Hace ya cinco a?os que la Polic¨ªa Cient¨ªfica dej¨® de ofrecer datos sobre homicidios y, a ra¨ªz de la publicaci¨®n de una fotograf¨ªa en la que se ve¨ªa un mont¨®n de cad¨¢veres desnudos y ensangrentados abandonados en el suelo de la morgue central de Caracas, prohibi¨® al peri¨®dico que la public¨® seguir informando de noticias sobre violencia. "Para no alterar el bienestar psicol¨®gico de ni?os, ni?as y adolescentes", rezaba la prohibici¨®n.
Lo cierto es que, a las puertas de esa misma morgue, la de Bello Monte, cada amanecer se agolpan los familiares de las decenas de asesinados. Los periodistas de sucesos se acercan cada ma?ana y van anotando, una a una, historias como la de Oneida y Mariela: "No ten¨ªa enemigos, pero lo mataron... Iba a cumplir 24 a?os el lunes... Deja un beb¨¦ de tres a?os... No es justo que haya tantas muertes todos los fines de semana y no se publique nunca. Sacan en el peri¨®dico 30 cuando hay 60 o 70 muertes". O relatos concisos, tristes, serenos, como los de la madre de Noel: "Mataron a mi hijo Noel y a mi hermano Jorge Luis. Salieron a trabajar, les salieron unos tipos y... los mataron. No sabemos m¨¢s nada. Ten¨ªan 26 a?os".
Hombres j¨®venes, sin recursos, v¨ªctimas inocentes de una delincuencia irracional, capaz de matar por una Blackberry o por un par de zapatillas de deporte, o de j¨®venes pandilleros en lucha por el control del territorio. A estos ¨²ltimos los conoce bien Manuel Furelos, el comisario de la Polic¨ªa de Sucre, un municipio de Caracas que es como una Venezuela peque?a, con sus diferentes clases sociales, sus 2.000 barrios y una favela que es la segunda m¨¢s grande de Am¨¦rica. El comisario Furelos, sentado en su despacho, cuenta c¨®mo ni?os de siete a?os se sientan en la entrada de los barrios aparentando jugar a las canicas, pero teniendo como misi¨®n principal la de alertar a sus hermanos mayores -de 15 o 16 a?os- cuando un polic¨ªa o alguien extra?o ingresa en su territorio: "S¨®lo contamos con 1.800 polic¨ªas para una poblaci¨®n que requerir¨ªa al menos 5.500...".
La oposici¨®n, que boicote¨® los comicios de 2005, tampoco utiliza el trazo fino en sus cr¨ªticas. El ex baloncestista Iv¨¢n Olivares, candidato de Primero Justicia, asegura que los seguidores del comandante armaron, en 2002, a la poblaci¨®n para conjurar el golpe de Estado. "Yo vi camiones llenos de pistolas...". Lo cierto es que se calcula que en Venezuela hay 15 millones de armas, una por cada dos venezolanos. En un pa¨ªs donde un litro de agua embotellada cuesta m¨¢s cara que 50 litros de gasolina, no es de extra?ar que Oneida y Mariela no esperen justicia. Tan solo un ata¨²d de regalo.
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