Huelga de caballeros
Dentro de dos d¨ªas tendr¨¢ lugar la huelga general m¨¢s extra?a que se ha convocado durante el periodo democr¨¢tico en Espa?a. Extra?a, en primer lugar, porque los sindicatos no desean un ¨¦xito de tal magnitud que deje al Gobierno contra las cuerdas. Pero extra?a, adem¨¢s, porque el Gobierno teme un fracaso que cause un da?o irreversible a los sindicatos. Lo que podr¨ªa suceder es que, a la b¨²squeda de una alquimia tan compleja, terminaran por pagar el coste tanto los sindicatos como el Gobierno. Porque, a fin de cuentas, ni uno se ha comportado como el garante de los derechos de los trabajadores que proclamaba ser, ni los otros habr¨¢n actuado como sus m¨¢s resueltos representantes. Si la desmovilizaci¨®n electoral de la izquierda es alta antes de la huelga, despu¨¦s podr¨ªa acentuarse ante lo que muchos ciudadanos golpeados por la crisis podr¨ªan considerar como un simple juego de sal¨®n realizado a su costa.
Es una ratonera en la que si la huelga general triunfa, malo, pero malo tambi¨¦n si fracasa
Los sindicatos han hablado de huelga preventiva para referirse al paro que tendr¨¢ lugar pasado ma?ana. Preventiva, en este caso, significa que dan impl¨ªcitamente por irreversible la reforma laboral que llev¨® a anunciar la convocatoria con meses de adelanto. Y confiar en que la movilizaci¨®n impedir¨¢ al Gobierno adoptar medidas adicionales como la anunciada reforma de las pensiones supone, parad¨®jicamente, despejar el camino para que la emprenda. Porque, ?qu¨¦ podr¨ªan hacer los sindicatos si, bajo la eventualidad de nuevas tensiones contra la deuda espa?ola, el Gobierno la llevara a cabo en un plazo no lejano? ?Convocar otra huelga general? ?Qui¨¦n estar¨ªa dispuesto a secundarla cuando la anterior, la del pr¨®ximo d¨ªa 29, habr¨ªa demostrado su inutilidad, tanto retrospectiva, con respecto a la reforma laboral aprobada, como preventiva, en lo tocante a la de las pensiones que est¨¢ por venir? La ratonera en la que podr¨ªan estar adentr¨¢ndose los sindicatos no es distinta de la que se ha tendido a s¨ª mismo el Gobierno en la gesti¨®n de la crisis. Una ratonera en la que si la huelga triunfa, malo, pero malo tambi¨¦n si fracasa.
La izquierda pol¨ªtica que enarbolaba jactanciosamente el Gobierno y la social que invocan los sindicatos parecen abocadas a un enfrentamiento que no desea ninguna de las dos partes. Es por eso por lo que los servicios m¨ªnimos se han establecido de com¨²n acuerdo, y tambi¨¦n por lo que la habitual guerra de cifras sobre el seguimiento ser¨¢, previsiblemente, menos extrema que en otras ocasiones. Este derroche de fair play, esta huelga, por as¨ª decir, de caballeros, podr¨¢, a lo sumo, minimizar los da?os, pero no impedir que se produzcan, dejando a la izquierda tanto pol¨ªtica como social un vago regusto de impotencia ante la crisis. El mismo regusto que, en el resto de Europa, est¨¢ abriendo un espacio creciente a las recetas populistas, aunque con la ¨²nica diferencia de que, en Espa?a, es el principal partido de la oposici¨®n, y no fuerzas pol¨ªticas de nuevo cu?o, quien se apresta a ampliarlo. Es dif¨ªcil entender las razones por las que el PP no aprovecha la distancia que le otorgan las encuestas para mantener a raya el populismo y prefiere, en cambio, levantar tambi¨¦n esa bandera, engord¨¢ndola y preparando el camino para que tarde o temprano otras fuerzas pol¨ªticas se la arrebaten. Esperar es la ¨²nica actitud a la que se parece invitar a los ciudadanos ante esta situaci¨®n cada vez m¨¢s desencantada, en la que los sindicatos temen por el Gobierno y el Gobierno por los sindicatos. Esperar que pase la huelga general y, luego, esperar que se celebren las elecciones catalanas, esperar que el Gobierno apruebe los Presupuestos y que comience un nuevo a?o, s¨®lo para seguir esperando. Pero, ?esperando qu¨¦? En alg¨²n momento el Gobierno tendr¨ªa que tomar conciencia de que le corresponde dar una respuesta en lugar de seguir mirando de reojo al PP, que tampoco parece dispuesto a darla. El tiempo que resta de legislatura corre el riesgo de convertirse en una simple sucesi¨®n de citas en las que lo ¨²nico que se dirime es qui¨¦n se alzar¨¢ con el poder, confiando, adem¨¢s, en los errores del adversario y no en el programa propio. Aunque no lo pretendieran los convocantes, la huelga general ha terminado por someterse a esta l¨®gica y se ha convertido en una cita m¨¢s de este calendario sin objeto. Nadie espera los resultados que corresponder¨ªan a una huelga, sino los que se puedan producir en el duelo inm¨®vil entre Gobierno y oposici¨®n. A los efectos de los derechos de los trabajadores, podr¨ªa no haberse convocado y no pasar¨ªa nada. Como tampoco es previsible que pase nada por haberlo hecho.
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