Un edificio sin contexto
El palacio Longoria es una rareza modernista en Madrid
Los madrile?os lo llaman "la tarta" o "el pastel". Para Santiago Fajardo, el arquitecto que en los noventa se encarg¨® de restaurarlo, el palacio Longoria, sede de la SGAE, es "un edificio extra?o, fuera de contexto". Uno de los pocos ejemplos de modernismo madrile?o, y el m¨¢s loco de todos ellos. Una fantas¨ªa blanca de motivos vegetales, curvas y balcones derretidos.
En el jard¨ªn solitario de la actual sede de la Sociedad General de Autores, Fajardo -encargado tambi¨¦n de restaurar los espacios esc¨¦nicos de la SGAE integrados en la Red Arteria- explica que una intervenci¨®n en un edificio hist¨®rico como este es "un ejercicio de respeto y humildad". "Un di¨¢logo", dice. Hay que escuchar la esencia del inmueble. Empaparse de documentaci¨®n, dibujar personalmente los planos, leer el lugar y lo que en ¨¦l ha ocurrido. Para explicarlo recita de memoria el poema en prosa de C¨¦sar Vallejo No vive ya nadie. "Las casas nuevas est¨¢n m¨¢s muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres", escribi¨® Vallejo. "Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla".
La "tarta" se habit¨® por primera vez en 1904 cuando la familia del financiero Javier Gonz¨¢lez Longoria consigui¨® su palacio so?ado, un "edificio reclamo" que adem¨¢s de su hogar albergar¨ªa oficinas bancarias. El arquitecto, Jos¨¦ Grases, ejecut¨® el encargo siguiendo las tendencias del modernismo vien¨¦s. Mientras en Barcelona el movimiento ser¨ªa abrazado con vehemencia gracias a una serie de felices coincidencias (la boyante burgues¨ªa, el plan del ensanche, la necesidad de un rupturismo nacionalista y el talento abrumador de arquitectos como Gaud¨ª), en el Madrid de principios del siglo XX la tendencia no pegaba. Por un lado la academia de Bellas Artes fiscalizaba todo lo que se saliese del canon. Por otro, las clases altas madrile?as ten¨ªan afanes m¨¢s aristocr¨¢ticos y tradicionales que la burgues¨ªa catalana. "El edificio sufri¨® una cr¨ªtica demoledora", comenta Fajardo, "fue tratado con un desprecio absoluto". En 1905 la revista La construcci¨®n moderna expon¨ªa la pol¨¦mica: "No hay madrile?o que sienta alguna curiosidad por el arte de la construcci¨®n, ni provinciano que venga a la corte por unos d¨ªas, que no hayan visto tan discutida obra, que es considerada por los t¨¦cnicos como una nota algo forzada dentro del estilo modernista. Tr¨¢nsito tan brusco entre el tipo corriente de construcci¨®n espa?ola y el modernista sin restricci¨®n ni limitaci¨®n alguna llama efectivamente la atenci¨®n, predisponiendo a los m¨¢s tan marcado atrevimiento".
A los Longoria no les dur¨® mucho la fortuna, y ocho a?os despu¨¦s de mudarse vendieron el edificio por 500.000 pesetas al dentista de Alfonso XIII y presidente de la Compa?¨ªa Dental Espa?ola. La moda modernista tampoco dur¨® mucho m¨¢s all¨¢: "La revoluci¨®n era mucho m¨¢s profunda", explica Fajardo apuntando que por aquella ¨¦poca Picasso pint¨® Las se?oritas de Avignon, los ascensores hicieron posibles los rascacielos y Adolf Loos proyect¨® la Casa Steiner con pinceladas de lo que ser¨ªa el racionalismo. El decorativo modernismo tuvo su momento, pero el cambio que se avecinaba iba m¨¢s all¨¢ de la epidermis.
La piel del palacio estaba reventando cuando cay¨® en manos Fajardo. Para entonces, la SGAE llevaba ocup¨¢ndolo desde los a?os cincuenta. "Por dentro era un queso gruyere: la ocupaci¨®n mantiene a los edificios vivos y en pie, pero les somete a una gran presi¨®n funcional". Es decir, las habitaciones se dividen, se abren puertas, se colocan a?adidos y aires acondicionados... Adem¨¢s, el agua hab¨ªa puesto en peligro la fachada de porosa (y barata) piedra artificial, y apenas quedaba nada de los acabados que mencionaba el proyecto original. Se recuperaron los materiales nobles (m¨¢rmol y estuco) pero a falta de documentaci¨®n sobre sus filigranas art noveau se opt¨® por la discreci¨®n de un dise?o neutro. El jard¨ªn, ocupado durante a?os por un feo edificio adicional, volvi¨® a abrirse al cielo madrile?o.
El pr¨®ximo d¨ªa 7 de octubre, coincidiendo con la Semana de la Arquitectura, el Palacio Longoria abre sus puertas al p¨²blico. Una ocasi¨®n ¨²nica para imaginar a Paquita Longoria bajando por la maravillosa escalera el d¨ªa de su boda ("estaba bell¨ªsima con el blanco traje de cresp¨®n, adornado con riqu¨ªsimos encajes", seg¨²n la cr¨®nica de Abc de 1906), o a los dentistas que sacaban muelas a principios de siglo o a Romero de Torres pintando en el estudio que tuvo en su jard¨ªn, o a los miles de artistas desde Chap¨ª o Arniches a Coixet o Morente que han recorrido sus pasillos... Personajes que, como dir¨ªa el poeta, forman los muros que no son de piedra sino de hombres.
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