El tiempo del desconsuelo
En Annie Hall, Duane, el hermano de la protagonista, Diane Keaton, comparte una fantas¨ªa con Alvy Singer (Woody Allen): "A veces, cuando conduzco en la carretera, de noche, veo dos faros que vienen hacia m¨ª. A toda velocidad. Siento el impulso repentino de girar el volante directamente hacia el coche que viene en sentido contrario. Me imagino la explosi¨®n. El ruido de cristales que se hacen pedazos. Las llamas que se levantan de la gasolina derramada...". Y Alvy le responde: "Vale. Bien. Ahora tengo que irme, Duane, he de volver al planeta Tierra".
M¨¢s de mil d¨ªas despu¨¦s de que se iniciara la crisis econ¨®mica global (la Gran Recesi¨®n), los estudiosos de la misma tocan tierra y regresan a la realidad. Fuera enso?aciones. Despu¨¦s de haber dedicado muchos esfuerzos a establecer un relato veros¨ªmil, tratan ahora de analizar las secuelas que dejar¨¢ en nuestras sociedades -las huellas de una nueva ¨¦poca- y, sobre todo, descubrir las herramientas t¨¦cnicas que se han de utilizar para ponerle fin y evitar que una cat¨¢strofe de la misma naturaleza se pueda repetir. El 7 de septiembre de 2006, un a?o antes de su comienzo, cuando el mundo todav¨ªa se relam¨ªa de la larga etapa de prosperidad de los noventa y no se atisbaban nubes negras en el horizonte, un desconocido economista, Nouriel Roubini, dio una conferencia en el FMI en la que dijo: "Vamos a entrar en una profunda depresi¨®n". Y lo desarroll¨®. Casi nadie le hizo caso y lo calificaron de "doctor cat¨¢strofe". Ahora, Roubini, devenido gur¨², ajusta cuentas con los cegatos en C¨®mo salimos de ¨¦sta, en colaboraci¨®n con su colega Stephen Mihm. Para ambos, m¨¢s importante que identificar la miop¨ªa es superarla; para no repetir la experiencia, los cient¨ªficos sociales deben cambiar la forma de pensar y arrojar por la borda la fe en la estabilidad inherente y en la eficiencia de los mercados no regulados.
Nueva historia de las crisis financieras. Una perspectiva global 1873-2008
Carlos Marichal.
Debate. Barcelona, 2010
420 p¨¢ginas. 24,90 euros.
?Huy! Por qu¨¦ todo el mundo debe dinero a todo el mundo y nadie puede pagar
John Lanchester
Traducci¨®n de Marco Aurelio Galmarini
Anagrama. Barcelona, 2010
271 p¨¢ginas. 18 euros
Por qu¨¦ quiebran los mercados. La l¨®gica de los desastres financieros
John Cassidy
Traducci¨®n de Efr¨¦n del Valle
RBA. Barcelona, 2010
416 p¨¢ginas. 35 euros
C¨®mo salimos de ¨¦sta
Nouriel Roubini y Stephen Mihm
Traducci¨®n de Eva Robledillo y Betty Trabal
Destino. Barcelona, 2010
567 p¨¢ginas. 20 euros
Retos y oportunidades ante la crisis
Varios autores. Coordinaci¨®n de Jos¨¦ Antonio Alonso y Alicia B¨¢rcena
Revista Pensamiento Iberoamericano, n¨²mero 6, segunda ¨¦poca
Madrid, 2010. 368 p¨¢ginas
La ca¨ªda de John Stone
Lain Pears
Traducci¨®n de Mar¨ªa Jos¨¦ D¨ªez P¨¦rez
Seix Barral. Barcelona, 2010
751 p¨¢ginas. 22 euros
Esta es una de las ideas-fuerza que comparte el resto de los autores de los libros que aqu¨ª se comentan: los mercados no se autorregulan ya que est¨¢n regidos por personas y las personas son muchas veces animales irracionales. El idealizado mercado libre es un invento que nunca ha existido y nunca existir¨¢. Suele ser en los mercados financieros, por el papel creciente del sistema crediticio en cualquier econom¨ªa moderna, en los que se observan los primeros s¨ªntomas de los colapsos. Lo desarrolla Carlos Marichal, que, actualizando los estudios de Kindleberger en Man¨ªas, p¨¢nicos y cracs, publica una historia de las grandes crisis financieras. Las crisis van siempre precedidas de auges y la Gran Recesi¨®n no iba a ser menos; en el a?o 2000 el producto interior bruto mundial (la suma de toda la actividad econ¨®mica del planeta) era de 36 billones de d¨®lares y a finales de 2006 hab¨ªa superado los 70 billones. El mayor boom en los ¨²ltimos setenta a?os condujo directamente al mayor crash.
La anatom¨ªa de las crisis arranca de una fase previa de expansi¨®n del dinero, fuerte especulaci¨®n en la Bolsa, un pico de extraordinaria agitaci¨®n, y a continuaci¨®n el s¨²bito hundimiento de la confianza de los inversores m¨¢s la subsiguiente ca¨ªda de los valores burs¨¢tiles y la multiplicaci¨®n de las dificultades bancarias; por ¨²ltimo, el contagio de la econom¨ªa real con crecimientos exponenciales del desempleo y empobrecimiento de las clases medias. Marichal distingue entre las crisis menores y las mayores, y la que se inicia en el verano de 2007 es una crisis mayor, junto a las generadas por las dos guerras mundiales y, en medio, la Gran Depresi¨®n. Las crisis mayores suelen convertirse en bisagras entre dos ¨¦pocas y por ello hay que analizarlas a trav¨¦s de las lentes de la pol¨ªtica, la sociolog¨ªa, las relaciones internacionales, la cultura y la historia, y no solo de los aspectos estrictamente t¨¦cnicos. Esa es otra de las lecciones de la Gran Recesi¨®n, el papel de la historia para comprenderla: cada crisis tiene su idiosincrasia, pero casi todo ha sucedido ya antes, a pesar de que tengamos la enso?aci¨®n de que no se va a repetir o de que aqu¨ª no puede ocurrir. Los tres rasgos que caracterizan la Gran Recesi¨®n -bien desarrollados en el n¨²mero 6 de la revista Pensamiento Iberoamericano- son su alcance planetario, que ha afectado con intensidades dispares al conjunto del sistema internacional sin que apenas hayan quedado econom¨ªas libres de contagio; su origen, focalizado en el segmento m¨¢s desarrollado y sofisticado del mundo, en Wall Street; y los ritmos tan distintos y novedosos que las zonas geogr¨¢ficas est¨¢n dando a la superaci¨®n de los problemas, primero los pa¨ªses emergentes y solo despu¨¦s Estados Unidos, Europa y Jap¨®n.
?Por qu¨¦ la mayor¨ªa de los economistas no lo previ¨®? Ello se debi¨®, sobre todo, al contexto asfixiante en el que trabajaban, en el que, en cuanto se sal¨ªan de la norma, eran considerados heterodoxos y marginados del coraz¨®n de los departamentos universitarios, servicios de estudios, conferencias, seminarios y empresas. As¨ª naci¨® el pensamiento ¨²nico. Lo desarrolla John Lanchester, en un afilado ensayo titulado muy expresivamente ?Huy!: la Gran Recesi¨®n fue el resultado del clima dominante que sigui¨® a la victoria del mundo capitalista sobre el comunismo tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn; con el final de la guerra fr¨ªa disminuy¨® de manera ostensible el capital pol¨ªtico de la idea de igualdad y justicia. Muchos bancos, exentos del miedo de un sistema alternativo, trataron la irresponsabilidad financiera como si fuera una materia prima, un recurso natural; el dinero barato flu¨ªa por doquier, casi diariamente recib¨ªamos llamadas telef¨®nicas no solicitadas de entidades de cr¨¦dito y cartas con solicitudes de cr¨¦dito precumplimentadas. ?Se acuerdan? El libre mercado dej¨® de ser una manera de ordenar el mundo sometida a discusi¨®n para convertirse en un art¨ªculo de fe, en una creencia casi m¨ªstica.
La aplicaci¨®n de ideas equivocadas ha sido una de las responsables de la Gran Recesi¨®n. Dos economistas se salvan de la quema, seg¨²n el consenso de los textos recogidos aqu¨ª: Keynes y uno de sus disc¨ªpulos, Hyman Minsky. Lo analiza John Cassidy, que suele escribir en The New Yorker y The New York Review of Books, y que intenta demostrar en Por qu¨¦ quiebran los mercados la l¨®gica de los desastres financieros. A estas alturas es innecesaria, por obvia, la reivindicaci¨®n de Keynes, imprescindible para explicar por qu¨¦ la Gran Recesi¨®n no ha devenido en otra Gran Depresi¨®n. Pero conviene recuperar la obra de Minsky, un economista americano que defendi¨® en el desierto que el capitalismo es intr¨ªnsecamente inestable y que la fuente principal de esa inestabilidad son las acciones irresponsables de los banqueros, operadores de Bolsa y otras personas del mundo financiero. Dec¨ªa Minsky que si el Gobierno dejase de regular con eficacia el sector financiero, el sistema estar¨ªa sujeto a derrumbes peri¨®dicos, algunos de los cuales podr¨ªan arrojar a toda la econom¨ªa hacia recesiones prolongadas.
En agosto de 2007, nada m¨¢s apuntar los primeros problemas del mercado hipotecario, un editorial de The Wall Street Journal, peri¨®dico nada sospechoso de simpat¨ªas reguladoras, quitaba las telara?as a las ideas de Minsky: "La reciente agitaci¨®n del mercado est¨¢ sacudiendo a los inversores de todo el mundo. Pero est¨¢ subiendo la cotizaci¨®n de una persona, un economista poco conocido cuyos puntos de vista de repente han cosechado mucha popularidad: Hyman Minsky". Este era poco conocido por los ortodoxos editorialistas del Journal y sus seguidores, pero los cient¨ªficos sociales partidarios de una econom¨ªa cr¨ªtica y contrarios a la alquimia de la autorregulaci¨®n (por ejemplo, los economistas de la Monthly Review) llevaban tiempo diciendo, en los aleda?os del sistema, que nos encontr¨¢bamos "en mitad de un periodo Minsky, rayano en un cataclismo Minsky".
En los textos citados se repiten parecidos interrogantes y se avanzan los primeros esbozos de respuesta: ?qu¨¦ elementos determinar¨¢n la futura volatilidad de la econom¨ªa mundial?; ?volver¨¢ esta a gozar de un gran crecimiento o experimentar¨¢ un largo periodo de estancamiento?; ?habr¨¢ nuevas burbujas de activos que finalmente estallar¨¢n?; ?c¨®mo abordar¨¢n los Gobiernos la enorme deuda acumulada: recurrir¨¢n a una elevada inflaci¨®n para eliminar su valor real (lo que se llama monetizar la deuda) o la deflaci¨®n representar¨¢ el peor peligro?; ?es definitivo que el futuro estar¨¢ representado por China, India, Brasil o Sud¨¢frica, y Estados Unidos ha comenzado una etapa de lento pero constante declive?; ?con qu¨¦ impuestos se financiar¨¢n las necesidades crecientes de la poblaci¨®n en materia de protecci¨®n?; despu¨¦s de ello, ?quedar¨¢ dinero para luchar contra un cambio clim¨¢tico que en algunas regiones del mundo, por su celeridad, comienza a parecer un salto clim¨¢tico?, etc¨¦tera.
Y sobre todo, la gran cuesti¨®n: c¨®mo va a reformarse el capitalismo para que pierda parte de esta volatilidad y recupere algunos criterios de equidad como por ejemplo los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Declaraba Keynes en 1933: "El decadente capitalismo internacional, individualista, en cuyas manos nos encontramos despu¨¦s de la guerra no es inteligente, no es bello, no es justo, no es virtuoso y no satisface las necesidades. En resumen, nos desagrada y comenzamos a despreciarlo. Pero cuando buscamos con qu¨¦ reemplazarlo, nos miramos extremadamente confusos". Setenta y siete a?os despu¨¦s de esas palabras seguimos con id¨¦nticas inc¨®gnitas. Alguien dijo que el sistema necesita un infarto para que, si lo supera, afronte los desequilibrios y adopte un estilo de vida m¨¢s saludable. El infarto ha llegado pero el capitalismo, en vez de protegerse, se ha dado de alta en el hospital y corre a festejarlo con un cart¨®n de Marlboro, una botella de ginebra y un Big Mac con patatas fritas en la mano. El pesimismo de nuestros autores est¨¢ basado en la sospecha de que no se hayan desprendido las lecciones necesarias ni se tenga la voluntad de corregir los abusos.
El p¨¢nico llevado a la ficci¨®n
Un historiador del arte, experto en temas financieros, ha escrito una muy entretenida novela cuyo contexto es una crisis econ¨®mica que, en parte, semeja a la actual: las dificultades econ¨®micas llevadas a la ficci¨®n, como tantas veces ocurri¨® con la Gran Depresi¨®n de 1929.
En el ¨²ltimo tercio del siglo XIX se produce la que se considera la primera crisis financiera mundial; en 1873 el mundo est¨¢ viviendo una fase espectacular de globalizaci¨®n, que describe mejor que nadie Stefan Zweig en sus memorias El mundo de ayer (El Acantilado); tambi¨¦n es la apoteosis del capitalismo del laissez faire. Ambas tendencias, la globalizaci¨®n y el capitalismo manchesteriano, plegar¨¢n cuando lleguen las dos guerras mundiales.
En 1890 explota una burbuja financiera que tiene como principal exponente a un importante banco privado, el Baring Brothers, que est¨¢ a punto de quebrar. Para evitar la debacle, que podr¨ªa arrastrar a otras entidades y generar el p¨¢nico entre los ciudadanos, se activa el primer rescate financiero de la historia. Lord Revelstoke, presidente del Baring, informa al gobernador del Banco de Inglaterra de que su firma est¨¢ a punto de desaparecer. El Banco de Inglaterra, el de Francia y el Gobierno ruso se ponen de acuerdo y destinan ingentes cantidades de oro a arreglar el problema.
Mientras ello ocurre, un romance en el que participa una fascinante mujer, Elizabeth, se desarrolla en las calles de Londres, Par¨ªs y Venecia. Esa es la trama de La ca¨ªda de John Stone, un banquero que utiliza el fingimiento como truco y que durante tiempo logr¨® ocultar la inmensidad de su riqueza a trav¨¦s de figuras hoy tan conocidas como los trusts, las fiducias y las relaciones entre el dinero y el comercio de armas. Pears ha escrito una novela que ayuda a comprender lo que sucede a nuestro alrededor.
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