Creer o no creer
El caso de Contador y el clembuterol pone a prueba la credibilidad del campe¨®n ciclista y la pol¨ªtica antidopaje
En un cap¨ªtulo de la vieja serie televisiva Alfred Hitchcock presenta, una mujer mata a su marido atiz¨¢ndole en el colodrillo con una pierna de cordero congelada. Despu¨¦s la guisa y, con perfidia, invita a comer de ella a los detectives de la polic¨ªa que se han pasado la ma?ana registrando su casa en busca del arma del delito y que, mientras degustan el plato y se zampan la prueba de cargo, a¨²n siguen pregunt¨¢ndose qu¨¦ objeto pudo haber roto la cabeza al desgraciado hombre.
Algo similar le pas¨® a Alberto Contador el d¨ªa de descanso pirenaico del pasado Tour, cuando, con un solo gesto, gusto y retrogusto, se comi¨® lo que era a la vez la causa de sus males, el arma del delito, un solomillo de ternera que seguramente, seg¨²n su intuici¨®n, deb¨ªa estar contaminado con clembuterol, y, desgraciadamente, tambi¨¦n la prueba de su inocencia. Pocas horas despu¨¦s pas¨® un control antidopaje en el que el laboratorio de Colonia hall¨® restos m¨ªnimos de clembuterol (0,05 nanogramos por mililitro, una cantidad tan peque?a que solo tres o cuatro laboratorios son capaces de detectar), un estimulante y anabolizante prohibido. Casi dos meses despu¨¦s, la filtraci¨®n del an¨¢lisis se produjo antes de que los cient¨ªficos convocados por la Uni¨®n Ciclista Internacional (UCI) y la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) concluyeran un estudio que determinara si la ingesta de un filete pod¨ªa ser o no la raz¨®n del clembuterol en la orina del ciclista.
"Quiero llegar a cuanta m¨¢s gente, mejor", dice el de Pinto en su campa?a de imagen
El ex director del laboratorio antidopaje de Los ?ngeles apoya su tesis
Como una explosi¨®n s¨²bita brot¨® de la nada el caso Contador, que pon¨ªa en duda no solo la credibilidad del campe¨®n de Pinto, sino tambi¨¦n, dada su categor¨ªa de ganador tres veces del Tour, de mejor corredor del momento, cuestionaba una vez m¨¢s la credibilidad del ciclismo mundial en general y del espa?ol en particular. Su onda expansiva ha sido tan tremenda que lo que, en principio, se pod¨ªa analizar solo como un asunto de fe -?creer o no creer?- con trasfondo surrealista -una pieza de carne de una carnicer¨ªa de Ir¨²n convertida en la protagonista de un asunto de vida o muerte-, se convirti¨® en poco tiempo tambi¨¦n en elemento de debate cient¨ªfico y jur¨ªdico sobre los l¨ªmites y las deficiencias del C¨®digo Mundial Antidopaje y, finalmente, en un reh¨¦n de la interminable lucha pol¨ªtico-institucional entre la UCI, que quiere mantener sus prerrogativas en su territorio, y la AMA, que desconf¨ªa de la capacidad del presidente de dicho organismo, Pat McQuaid, para actuar desinteresadamente.
De fondo, decorado sombr¨ªo, el escaso respeto de algunos laboratorios, como el de Colonia, a la intimidad de los deportistas y la obligatoria reserva con que debe manejarse unas informaciones que pueden decidir el futuro de unas personas. A la misma cadena televisiva a la que comunicaron el hallazgo tambi¨¦n la informaron de que hab¨ªan hallado residuos pl¨¢sticos en su orina, evidencia indirecta, a su entender, de una autotransfusi¨®n sangu¨ªnea, pues ese tipo pl¨¢stico solo se encuentra en las bolsas en las que se conserva la sangre, como bien sabe el analista que dio con la idea, Jordi Segura, custodio en su laboratorio de Barcelona de las bolsas de la Operaci¨®n Puerto. Aunque el m¨¦todo no est¨¢ homologado ni sirve como prueba ante un tribunal, s¨ª que permite plantear p¨²blicamente la duda sin temor a demandas por acusaciones infundadas; a sembrar as¨ª, parsimoniosamente, la insidia, que se convierte en un arte de birlibirloque en convicci¨®n, en crucifixi¨®n totalitaria. Tampoco se descarta que el mismo laboratorio pueda hacer otra revelaci¨®n sonora.
El auto de fe, la cruzada de los intransigentes del antidopaje, los del todo vale para acabar con los tramposos, lo combate Contador con una campa?a de relaciones p¨²blicas y saturaci¨®n medi¨¢tica que incluye incluso programas como La noria, en el que particip¨® ayer. "He logrado que me prometieran el m¨¢ximo respeto", dice Contador; "que fuera una cosa muy seria, sin m¨¢s preguntas que las del entrevistador y sin tertulia posterior. Quiero llegar a cuanta m¨¢s gente, mejor, y eso, creo, sensibiliza a una gente diferente, que es lo que m¨¢s me interesa ahora. Despu¨¦s me callar¨¦ hasta que los organismos decidan".
El debate cient¨ªfico parece tambi¨¦n claro. Contador present¨® un informe del holand¨¦s Deboer, un ingeniero qu¨ªmico que se ha especializado en la presencia inexplicable de mol¨¦culas sospechosas en la orina de los deportistas, que concluye que es m¨¢s que probable el origen carn¨ªvoro del clembuterol. Con esa tesis comulga nada menos que Don Catlin, ex director del laboratorio antidopaje de Los ?ngeles, quien el a?o pasado abandon¨® su plan de controles internos personales de Lance Armstrong cuando el tejano puso las primeras objeciones. "La cantidad, tan peque?a, sugiere un suplemento contaminado o carne", dice Catlin; "calculo que en los dos ¨²ltimos a?os se han producido unos 20 casos positivos de clembuterol en todo el mundo, de los que la mitad, m¨¢s o menos, han sido fruto de una contaminaci¨®n alimentaria".
El problema es que al c¨®digo antidopaje no le interesa la cantidad -o se est¨¢ o no se est¨¢ embarazada, no se puede estar solo un poquito embarazada, es la ley- ni siquiera si esa m¨ªnima dosis puede tener efectos sobre el rendimiento ni probar la culpa del deportista, a quien s¨ª que corresponde la carga de la prueba de su inocencia, lo que se llama responsabilidad estricta. El caso de Contador, que ha devorado la prueba de su inocencia, el caso de un ganador de tres Tours que puede ser descalificado, sancionado y hundido por un caso de contaminaci¨®n alimentaria, pone a prueba esa regla tan dura y probablemente obligar¨¢ a modificarla en un futuro.
Hasta entonces, lo m¨¢ximo que podr¨¢ lograr el madrile?o es una reducci¨®n significativa de la sanci¨®n est¨¢ndar de dos a?os de suspensi¨®n dadas las circunstancias de su caso. La UCI se plantea tres meses, de los que ya ha cumplido uno y medio. Lo que no est¨¢ tan claro es que la AMA se lo permita.
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