Estamos en construcci¨®n
Hay un discurso de c¨¦sped y uno de sala de prensa y este ¨²ltimo lo dominar¨ªa bien, por ejemplo, Pep Guardiola, de quien suele decirse que ha articulado, a trav¨¦s de los meses, un discurso tan coherente como inteligente. ?Y Jos¨¦ Mourinho? Tener un discurso no es su fuerte. "Leo poco y no escucho nada. Ya se cansar¨¢n. No pasa nada", dijo el otro d¨ªa. Y posiblemente no minti¨®. Lee poco y puede que eso incluso explique que por ahora no haya articulado discurso alguno en las salas de prensa, sino solo frases sueltas, francamente pajoleras. Una de ellas, sin embargo, la encuentro muy buena. Es de no lector, pero de tipo listo: "Estamos en construcci¨®n".
El discurso de c¨¦sped lo descubr¨ª viendo c¨®mo TVE conced¨ªa primac¨ªa absoluta a la sin duda importante noticia de que en el Bernab¨¦u hab¨ªan cambiado la hierba del terreno de juego. El del c¨¦sped es un discurso con dos vertientes diferenciadas. Una est¨¢ en los palcos del Madrid y el Barcelona, donde hay unos presidentes mudos, de los que por ahora solo se sabe que han decidido cambiar sus respectivos parterres, aunque aqu¨ª habr¨ªa que a?adir que Rosell y compa?¨ªa han ido rezagados.
Mourinho dice no buscar los focos porque ha dejado demasiado al descubierto sus insulsas pulsiones
La otra vertiente se halla obviamente en el terreno de juego, donde Mourinho da la impresi¨®n de estar fundando, d¨ªa a d¨ªa, desde las l¨ªneas defensivas, un equipo tan gris y s¨®lido como potente, aunque esto, si no recuerdo mal, ya supo hacerlo muy bien Juande Ramos. En el Bar?a, por su parte, a veces parece que se hayan encerrado en ese extra?o ensalzamiento cursi de la gente normal (esa canci¨®n y lema que repite Bar?a TV sin cesar) cuando, en realidad, esta temporada le habr¨ªan ido muy bien tres o cuatro refuerzos (gente malvada o anormal, llegada de los barrios bajos o del extranjero, no hay que temerlos tanto) que le hubieran dado variantes imaginativas al juego de este equipo que, de pronto, ha empezado a parecernos demasiado construido.
?Qui¨¦n habr¨¢ sido el ide¨®logo de la cantinela de la gente normal que conduce al pensamiento raso? Todo indica que las causas del discreto naufragio de este comienzo de temporada son el cansancio acumulado (el Camp Nou debe un homenaje a Del Bosque) y la falta de grandes suplentes, es decir, esa plantilla tan corta, buen¨ªsima para los tres ¨²ltimos meses de este nuevo curso, es decir, para cuando puedan los titulares volver a estar todos al mismo tiempo en gran forma, pero quiz¨¢s no tan buen¨ªsima para estar en la brega el curso entero. Aunque nunca se sabe. En el pr¨®ximo partido en el Camp Nou, ante el Valencia, son capaces de todo y echar por tierra toda especulaci¨®n acerca de los posibles errores cometidos de cara a esta temporada.
Tal vez no se ha cometido ni un error y la cosa es tan simple como que Bojan afine la punter¨ªa cuando falte Villa. Llevo ya tiempo suficiente hablando del mundo del f¨²tbol para saber que en ¨¦l todo puede cambiar radicalmente en menos de un d¨ªa, de un minuto, de un segundo. Eso s¨ª, todo puede cambiar, menos la gente normal. Sobre esta, lo tengo bien claro: posee un fondo asesino muy arraigado. Tanto que Mourinho es un santo a su lado. Ese Mourinho que dice que no busca los focos. Y le creo, porque pienso que se ha dado cuenta de que ha dejado demasiado al descubierto sus insulsas pulsiones.
Siempre que detecto falta de discurso, evoco unas palabras de Roland Barthes sobre su abuelo paterno: "En la vejez, se aburr¨ªa. Siempre sentado en la mesa antes de tiempo (pese a que se adelantaba sin cesar la hora de comer), viv¨ªa cada vez con m¨¢s adelanto, de tanto que se aburr¨ªa. No sosten¨ªa ning¨²n discurso". Esta sentencia final la reserv¨® Barthes tambi¨¦n para su otro abuelo: "Le gustaba caligrafiar programas de audiciones musicales o fabricar atriles, cajas, artefactos de madera. Tampoco ¨¦l sosten¨ªa ning¨²n discurso".
Este parece el caso de Mourinho, que la semana pasada ocult¨® de la prensa a su equipo, seguramente para poder esconderse tambi¨¦n ¨¦l, ya que llevaba d¨ªas creando titulares con temas tan deshilachados como el de los patatales, la selecci¨®n portuguesa, los rivales que regalan puntos al Bar?a, ciertos futbolistas llegados de Getafe... Tal vez se dio cuenta de que su falta de discurso, dejando aparte las brillantes vueltas que da al tema de su ¨¦xito en la vida, iba dejando al descubierto que tiene una elocuencia de escaso ingenio y una personalidad humana algo decepcionante con respecto a las expectativas que se hab¨ªan creado.
Casi nadie duda, en cambio, que tiene un s¨®lido discurso de c¨¦sped, con su equipo en permanente construcci¨®n, todo lo contrario del Bar?a, al que se le ve demasiado hecho y bien har¨ªa en volver a construirse a s¨ª mismo o acordarse de cuando, para combatir el aburrimiento, adelantaba sin cesar la hora de golear. Y es que el otro d¨ªa, en la segunda parte, el Bar?a, con su firme tedio, parec¨ªa un abuelo de Barthes.
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