Desde el consuelo
Narrativa. El lector fiel de Luis Mateo D¨ªez est¨¢ acostumbrado a pasar las yemas de sus dedos como si leyera en braille por la geograf¨ªa de Celama, esa regi¨®n extraviada en las brumas de la ficci¨®n donde se mueven sus personajes; est¨¢ acostumbrado, ese lector, a reconocerlos, seres de invenci¨®n, o no, que llevan muchos de ellos nombres imposibles, si no fuera porque la mayor¨ªa se escudan en el santoral de ese p¨¢ramo m¨ªtico-leon¨¦s. Ese mismo lector est¨¢ c¨®modo pas¨¢ndoles los dedos por los surcos de sus rostros. En el bestiario de Celama ha habido, como no pod¨ªa ser menos, un buen n¨²mero de muertos, la muerte tan pr¨®xima, tan inevitable. Ahora, Luis Mateo D¨ªez, tan contenido en sus maneras, tan poco amigo -como escritor- de la preeminencia del yo, ha hecho algo que, en principio, puede sorprendernos. Es cierto que hab¨ªa tratado ya, y maravillosamente por cierto, el recurso de la memoria, y as¨ª nos llev¨® al desv¨¢n del recuerdo, a su infancia, que es campo bien minado aunque siempre conserva un cierto prestigio. Esta vez, D¨ªez nos ha permitido que pasemos las yemas de los dedos por su rostro, que ley¨¦ramos sus propios surcos -algunos, al menos-. Y nos ha tra¨ªdo, con una contenida falta de impudor, un pu?ado de seres de no-ficci¨®n: una sobrina, Sonia -ahora el pudor, o el impudor, es de este lector: qu¨¦ personaje tan atractivo, cu¨¢nto le debe este libro dif¨ªcil a su sobrina, que le puso caducidad a su vida-; una cu?ada, Charo, s¨²bitamente atrapada por una enfermedad; y, mirando hacia atr¨¢s, otros seres queridos: los padres, los t¨ªos. Sonia, Charo desaparecieron en tan solo seis meses: entre diciembre de 2007 y mayo de 2008 "hubo dos muertes", escribe, "en mi familia". Y en ese tiempo D¨ªez sigui¨® escribiendo sus textos, sus ficciones. Sigui¨® siendo el escritor que era, pero en la pared de enfrente de su escritorio apareci¨® una grieta, la del desconsuelo, la de la muerte real de sus seres queridos, y se enfrent¨® a ella. La contuvo, logr¨® que no se hiciera m¨¢s grande escribiendo estos folios, un pu?ado tan solo -pero qu¨¦ hermosa eleg¨ªa, muy contenida, eso, como no cab¨ªa esperar otra cosa de ¨¦l-, y luego cuando puso l¨ªmites a esa grieta, cuando fragu¨® con el consuelo de la aceptaci¨®n disimul¨® la grieta pintando la pared de azul serenidad: qu¨¦ nombre m¨¢s bello; no s¨¦ si existe en la gama de colores que asoman en el pantone de la vida un azul serenidad, pero si no deber¨ªa existir. La muerte de esos dos seres queridos, tan imprevista, le desnuda ante el lector, que asiste a ese despojo de contenci¨®n, que es mostrar dolor en primera persona. Esos seres queridos, recientes, le llevan a otros m¨¢s lejanos, padres, t¨ªos, y ah¨ª s¨ª que vuelve a recobrar el equilibrio (narrativo) el autor. Con su sobrina Sonia se muestra impudorosamente ser doliente: qu¨¦ bello intercambio fotogr¨¢fico-epistolar el del final del libro: ella le mandaba fotos -era fot¨®grafa- que hac¨ªa a los ni?os que se asomaban tras las rejas de su ventana que daba a un patio; ¨¦l, escritor, las interpretaba, las escrib¨ªa: qu¨¦ f¨¢cil le resulta, ahora, al lector buscar interpretaciones a esas rejas, es tan evidente, o no. Con sus otros seres queridos, ciertos t¨ªos, o abuelos, se muestra, desde la lejan¨ªa, escritor, es como si intentara compensar este exceso de impudor que no ha podido evitar con este libro tan bell¨ªsimo, que es a la postre un libro de consuelo.
Azul serenidad o la muerte de los seres queridos
Luis Mateo D¨ªez
Alfaguara. Madrid, 2010
130 p¨¢ginas. 15 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.