Vargas Llosa: conciencia de nuestro tiempo
El premio Nobel ha librado una de las m¨¢s notables batallas intelectuales de la historia latinoamericana. Su liberalismo es el fundacional: republicano, democr¨¢tico y federal, nunca indiferente a los desheredados
El Premio Nobel otorgado a Mario Vargas Llosa es un acto de justicia con la literatura y con la libertad, palabras inseparables como sab¨ªa muy bien ese remoto maestro de Vargas Llosa que fue Isaiah Berlin. La obra de Berlin rescat¨® y ponder¨® el papel liberador de la literatura en la tradici¨®n rusa. El escritor deb¨ªa ser conciencia cr¨ªtica de su tiempo y de su sociedad. En nuestro tiempo latinoamericano, en nuestra sociedad y nuestra lengua, nadie encarna ahora esa conciencia como Mario Vargas Llosa.
En sus novelas y ensayos, nuestro continente aparece como el escenario de un drama terrible hecho no solo de pobreza, desigualdad y crimen, sino de corrientes mentales muy profundas y dogmatismos de toda ¨ªndole que no son mero reflejo de las injustas estructuras econ¨®micas internas o externas, sino engendro directo de dictadores de derecha o izquierda, y obra colectiva de castas militares, pol¨ªticas, religiosas, intelectuales, burocr¨¢ticas. Estas elites han sido, para Vargas Llosa, el factor fundamental en la postraci¨®n social y econ¨®mica de la regi¨®n. Ellas son el blanco prof¨¦tico de su obra.
Es un autor que se opone por igual al castrismo que al trujillismo, a la injusticia que al fanatismo
Caballeroso y atento, hay en su rostro un atisbo de melancol¨ªa frente a la necedad del mundo
Hay una po¨¦tica editorial en la obra de Vargas Llosa, una alegre y zigzagueante energ¨ªa creativa que va de los temas pol¨ªticos y sociales a los er¨®ticos y amorosos, y viceversa. En su vertiente central, su obra se finca en una indignaci¨®n primigenia frente a las muchas caras de la opresi¨®n y el fanatismo del poder en Am¨¦rica Latina: la infamia de los jefes y militares en sus primeras novelas, la injusticia social y la corrupci¨®n pol¨ªtica en Conversaci¨®n en La Catedral, los delirios religiosos en La guerra del fin del mundo, los fanatismos de la identidad racial en su extraordinario (y poco le¨ªdo) libro de ensayos La utop¨ªa arcaica, el desdichado y cruento utopismo guerrillero en Historia de Mayta y, por supuesto, el caudillismo de Trujillo, ese paradigma del brutal dictador latinoamericano, en La Fiesta del Chivo. Pero no se trata -nunca se trata- de una literatura de tesis. Se trata de una alta recreaci¨®n de esos extremos de la maldad y la miseria humana, escritos para revelarlos, para combatirlos, para exorcizarlos.
Pero est¨¢ tambi¨¦n la otra vertiente, la l¨²dica y er¨®tica, la que ha hecho sonre¨ªr, gozar y sonrojar a mujeres y hombres en todos los idiomas. Vargas Llosa la ejerce -as¨ª parece- como un remanso de libertad para reponer el alma luego del esfuerzo de aquellas tremendas novelas libertarias. En Pantale¨®n y las visitadoras o Los cuadernos de don Rigoberto escapan sus otros demonios y duendes, sus sue?os y ensue?os amorosos. Son la otra cara, m¨¢s risue?a, de su permanente lucha por la libertad.
Esta Am¨¦rica nuestra que naci¨® en los albores del siglo XIX con un proyecto liberal (republicano, democr¨¢tico, federal) desvi¨® muy pronto su rumbo hacia la adopci¨®n esencialmente reaccionaria del orden antiguo (corporativo, jer¨¢rquico, dogm¨¢tico, represivo y cerrado). Tiempo despu¨¦s, deriv¨® hacia el alineamiento entusiasta -te?ido casi siempre de populismo- con los reg¨ªmenes totalitarios del siglo XX: fascistas o comunistas. En el tr¨¢nsito perdi¨® m¨¢s de un siglo y medio, solo para redescubrir, hace apenas 20 a?os, que el proyecto original era el ¨²nico deseable. Este reencuentro de Am¨¦rica Latina con su ideario fundacional debe mucho, desde hace mucho, a la pluma de Vargas Llosa.
Contra viento y marea -como se titula su obra ensay¨ªstica- Vargas Llosa ha librado una de las m¨¢s notables batallas intelectuales de la historia latinoamericana. Tras su distanciamiento del r¨¦gimen cubano -origen de su desencuentro con la anquilosada clerec¨ªa de izquierda en Am¨¦rica Latina-, Vargas Llosa regres¨®, casi en la soledad y por cuenta propia, a la tradici¨®n liberal europea, inglesa y rusa. Sus adversarios han querido interpretar su liberalismo como una ideolog¨ªa indiferente a los desheredados. La imputaci¨®n es enteramente falsa y la mejor prueba est¨¢ en el desempe?o de Chile, Brasil y hasta del propio Per¨², donde un sano liberalismo econ¨®mico acompa?ado de proyectos de responsabilidad social asequibles (apartados del populismo y del estatismo) ha desatado un progreso sustancial en el marco de la democracia. Ese ha sido, justamente, el modelo liberal que ha pregonado desde los a?os setenta, en textos y foros incontables, Mario Vargas Llosa.
Como sus hom¨®logos en la literatura rusa, Vargas Llosa es ante todo un artista "comprometido", como se dec¨ªa en los a?os cincuenta en el Par¨ªs que frecuent¨®. Pero su compromiso, mucho m¨¢s af¨ªn a Camus que a Sartre, no consiente las abstracciones nebulosas ni la f¨¢cil y autocomplaciente "correcci¨®n pol¨ªtica". Menos a¨²n se pasma en el ejercicio narcisista del estilo. Su obra, rica en paradojas y contrastes, espejo de glorias y miserias, es un prodigio de convergencias: tiene la precisi¨®n, la armon¨ªa y el equilibrio cl¨¢sico del siglo XVIII, el aliento rom¨¢ntico de las grandes novelas francesas o rusas del XIX y la voluntad (controlada) de experimentaci¨®n del XX (la influencia admirablemente asimilada de Faulkner, por ejemplo).
Su pensamiento y su persona p¨²blica son inseparables del car¨¢cter pol¨ªtico de sus novelas. La prueba est¨¢ en su columna quincenal en EL PA?S y en sus ensayos en las revistas Vuelta y Letras Libres. En el papel de reportero parece un cadete de la libertad. Se mete a menudo en las trincheras del mundo (Bagdad, Gaza, Congo, Hait¨ª, Darfur), da su testimonio y nunca ha temido ser impopular. La ¨²nica voz que cuenta, lo lleve donde lo lleve, es la de su conciencia.
Con su triunfo triunfa la literatura en espa?ol (con la que la Academia Sueca ha tenido una deuda impagable). Despu¨¦s de Cela y Octavio Paz, pasaron largos 20 a?os. El Nobel le fue negado a Borges, y parec¨ªa vedado a Vargas Llosa. Al premiarlo, la Academia lo honra y se honra, recobrando el nivel de sus mejores galardonados. Tambi¨¦n triunfa la literatura latinoamericana y la peruana. El pa¨ªs tr¨¢gico, profundo y variopinto del Inca Garcilaso, de Poman de Ayala, de Mari¨¢tegui y Vallejo, tiene por fin el Nobel que se merece. Y gana Espa?a, el hospitalario pa¨ªs que le abri¨® los brazos en momentos de incomprensi¨®n y desdicha.
El Premio llega en el mejor momento para Am¨¦rica Latina. Aunque el caudillismo, el militarismo, el redentorismo revolucionario, el populismo, los nacionalismos obtusos, los fanatismos de la raza o la religi¨®n y el dogmatismo ideol¨®gico siguen presentes, desde hace 20 a?os el avance de la democracia entre nosotros es continuo. Vargas Llosa ha sido, despu¨¦s de Octavio Paz, su m¨¢s firme defensor.
Premio al compromiso moral, a nuestra literatura y a nuestra lengua, a Espa?a, Per¨² y Latinoam¨¦rica, el Premio a Vargas Llosa tiene otra faceta de verdadera justicia po¨¦tica. Me refiero al hombre que lo recibe. Quien lo conoce lo reconoce: persona caballerosa y atenta, trabajador incansable y disciplinado, hay en su rostro, detr¨¢s de la sonrisa, un atisbo de melancol¨ªa frente a la necedad del mundo y la certeza, plena en ¨¦l, de la inexistencia de otro mundo. Lo que s¨ª existe son los lazos humanos concretos, y existe la familia y la amistad. Por eso su premio debe mucho a su familia: a Patricia, su mujer, a sus hijos y a su numerosa prole de nietos.
Pero lo mejor de este reconocimiento est¨¢ por venir: sus libros multiplicados como panes y la comuni¨®n de los lectores nuevos con dos palabras inseparables: literatura y libertad.
Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.