?Qu¨¦ har¨ªa si usted fuera ZP?
Ejemplo de situaci¨®n imposible: la de los votantes socialistas de Madrid que quer¨ªan que Tom¨¢s G¨®mez ganase las primarias y que Trinidad Jim¨¦nez fuera presidenta de la comunidad. Imposible, pero comprensible como deseo. Que ganase G¨®mez para acabar con el paracaidismo de candidatos que llegan, pierden y se van; y con la improvisaci¨®n de La Moncloa en materia de casting. Pero entre Aguirre, G¨®mez y Jim¨¦nez, que ganase esta ¨²ltima en las auton¨®micas. Por una cualidad que tal vez no coincida con las apreciadas por sus patrocinadores: su actitud poco sectaria, abierta a ideas ajenas. Ese rasgo explica seguramente su buena valoraci¨®n en las encuestas.
Tom¨¢s G¨®mez tiene otras cualidades pero no ha acreditado esa. Aunque es posible que tras estas semanas de aprendizaje (en las que le han dicho que era el candidato que gustaba al PP) ya no har¨ªa cosas como negarse a acudir a la conmemoraci¨®n de la Fiesta de la Comunidad o acusar al ministro de Fomento de hacer el juego a Aguirre por llegar a acuerdos con ella en asuntos de su competencia.
Lo ¨²nico seguro es que si Zapatero se va, el PP se queda sin programa
La victoria de G¨®mez ha sido aprovechada por enemigos y ex amigos de Zapatero para pasarle factura. El presidente de Castilla-La Mancha le ha sugerido que no se presente en 2012. Con ello, J. M. Barreda no hace sino seguir la senda marcada por su antecesor, Jos¨¦ Bono: autoafirmaci¨®n regional por la v¨ªa del enfrentamiento con el Gobierno central (de su mismo partido, para que tenga m¨¢s credibilidad) en torno a asuntos como el trazado de una autov¨ªa o de una l¨ªnea f¨¦rrea; o el agua del Tajo. Pero es que, adem¨¢s, fue Bono la primera persona que dijo en p¨²blico (en v¨ªsperas de las elecciones de 2008) que Zapatero no se presentar¨ªa a un tercer mandato; que se lo hab¨ªa o¨ªdo al propio presidente.
Personas pr¨®ximas a ¨¦l han dicho que hace tiempo que Zapatero decidi¨® no estar m¨¢s de ocho a?os, dando continuidad a la pauta establecida por Aznar. Pero entonces no hab¨ªa una crisis econ¨®mica como la de ahora ni encuestas que pronosticaran una "cat¨¢strofe electoral" (Barreda). Es l¨®gico que ZP dude. Por una parte, anunciar ahora que no ser¨¢ candidato afectar¨ªa a su autoridad, dentro y fuera del partido, en estos meses cruciales para las reformas en marcha; por otra, renunciar a presentarse en la situaci¨®n actual podr¨ªa interpretarse como traspaso de la derrota al nuevo. Y tras las primarias de Madrid ya no cabe la opci¨®n de designar como vicepresidente a un delf¨ªn que se vaya preparando en el a?o y medio que resta hasta las legislativas. El sucesor saldr¨¢ de otras primarias.
Los puntos d¨¦biles del liderazgo de ZP han sido el tacticismo y la improvisaci¨®n, la excesiva personalizaci¨®n del poder y la pol¨ªtica de nombramientos. Pero justamente ahora ha rectificado sobre algunos de esos aspectos y podr¨ªa hacerlo sobre otros. Es la gran paradoja: se hunde en las encuestas cuando est¨¢ haciendo lo que deb¨ªa, abandonando el optimismo superficial que le llev¨® a aplazar lo dif¨ªcil (la reforma del Estado de bienestar) y a ser imprudente en temas como la negociaci¨®n con ETA o la financiaci¨®n auton¨®mica.
Su presidencialismo personalista en las horas buenas se ha vuelto contra ¨¦l en las malas: muchos parados le culpan de su desgracia. Y el episodio de las primarias ha mostrado su p¨¦rdida de autoridad en el cara a cara: no consigui¨® convencer a G¨®mez. El otro punto d¨¦bil, una pol¨ªtica de nombramientos presidida por criterios epid¨¦rmicos o de imagen, sigue pendiente, pero podr¨ªa corregirla ahora si hace una remodelaci¨®n de su Gobierno adaptada a las prioridades del momento, tan diferentes a las de antes. Ha dicho que no lo ve porque se perder¨ªa tiempo en el rodaje de los nuevos, pero los barones le urgen a que haga algo para detener la corriente de p¨¦rdida de credibilidad que les arrastra en v¨ªsperas de elecciones auton¨®micas y locales.
Se da por hecho que el momento clave vendr¨¢ tras esas elecciones, cuyos resultados le obligar¨¢n a decidir si se presenta o no. Pero no es seguro que tales resultados contengan un mensaje inequ¨ªvoco. Desde hace 15 a?os las legislativas han tenido lugar diez meses despu¨¦s de las municipales, que, por celebrarse en todo el territorio, podr¨ªan en principio considerarse un indicio fiable para aquellas. Pero los datos no lo confirman. La victoria del PP en las municipales de 1995 por cinco puntos anticip¨® la de Aznar en las generales de 1996, pero apenas por un punto; en 1999, el cuasi empate municipal no presagiaba la mayor¨ªa absoluta del PP en 2000; en 2003, el PSOE gan¨® por unas d¨¦cimas en mayo y por cinco puntos en marzo siguiente; y en 2007-08 se pas¨® de la victoria del PP por menos de un punto a su derrota por cuatro puntos.
Es probable por tanto que el dilema actual de Zapatero siga abierto tras las elecciones de la pr¨®xima primavera; y lo ¨²nico seguro es que si decide no presentarse, el PP se quedar¨ªa sin su programa (V¨¢yase, se?or Zapatero) contra la crisis y el paro.
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